"Era absolutamente histriónica y magnética": pensamiento, pasión y obra de Beatriz Sarlo
El profesor universitario Guillermo Siles recuerda el paso de la autora por Tucumán y repasa las distintas facetas de una pensadora apasionada y erudita: la Sarlo docente, la antiperonista, la gran lectora y la que abogaba por la intervención pública de los intelectuales.

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Lúcida, erudita, polémica y también una escritora apasionada que supo pensar como nadie la literatura y la cultura del país. La partida esta semana de Beatriz Sarlo a los 82 años ha dejado a la Argentina sin una de las referentes centrales del mundo intelectual y ha despertado desde las odas más encomiosas hasta las críticas por su pensamiento político. Emulando al periodista Ernesto Cherquis Bialo en su memorable definición de Diego Armando Maradona, podemos decir que hay varias Sarlo: la que desde su cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires enseñó a leer literatura argentina a varias generaciones de autores y críticos, la que fue mentora de la revista Punto de Vista; un bastión de resistencia intelectual durante la última dictadura, la que en sus ensayos analizó y explicó diversos fenómenos culturales de nuestro siglo XX, o la que en sus columnas periodísticas hizo gala de un gorilismo inobjetable en su mirada de la política nacional. En esta entrevista, el Doctor en Letras y profesor universitario Guillermo Siles recuerda el paso de Beatriz Sarlo por Tucumán y desanda algunas de las tantas facetas de su figura intelectual.
En sus tiempos de estudiante de la carrera de Letras, Guillermo pasó del deslumbramiento por la escritura de Sarlo a esa angustia tan propia de todo lector profesional ante todo lo que aún queda por leer. Es que leer sus libros era adentrarse en el universo prolífico de su vastísima erudición. A fines de la década del ochenta, tuvo la posibilidad de ser su alumno durante un curso que ella dio en nuestra provincia y ahí se encontró con una profesora histriónica y magnética que generaba fascinación en su audiencia. Hoy Guillermo es docente e investigador en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, miembro del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Literarias Hispanoamericanas (INSIL) y se desempeña como profesor titular de la cátedra de Literatura Argentina II. Con varios libros y artículos publicados sobre narrativa y poesía argentina contemporáneas, es una voz autorizada a la hora de recorrer la obra y la trayectoria intelectual de una autora faro para la cultura nacional.
-¿Te acordás cuál fue el primer libro de Beatriz Sarlo que leíste? ¿Cómo fue ese primer encuentro con su pensamiento?
-En realidad, se trata de varios libros a la vez, pues resultaban intensamente útiles. Los primeros que leí fragmentariamente fueron los escritos en coautoría con Carlos Altamirano mientras estudiaba en la facultad “Literatura/sociedad” (Hachette, 1983) y “Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia”. Este último, publicado el mismo año que el anterior, recogía artículos escritos para Punto de vista y otras revistas de crítica literaria a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta. Eran más que nada libros de consulta permanente a los que acudías una y otra vez cuando preparabas exámenes, monografías y clases para las prácticas docentes. Sin embargo, el texto fundamental que leí a conciencia y de modo sistemático es “Una modernidad periférica. Buenos Aires 1920-1930” para mis clases en la universidad de Salta, ya en los noventa. La autora lo trajo y lo presentó en Tucumán el mismo año que había salido (1988). A través de estos libros era posible reconstruir el itinerario de su vastísima erudición y el bagaje de lecturas provenientes de distintas corrientes del pensamiento, la teoría literaria y los estudios culturales que remitían a Pierre Bourdieu, Walter Benjamin, Roland Barthes, Mijail Bajtin, Raymond Williams, los integrantes de la Escuela de Frankfurt, entre otros.
Ese encuentro con la primera parte de la obra de Sarlo fue de deslumbramiento gracias a la calidad de su escritura, por su capacidad argumentativa, sus renovadas hipótesis de lectura de autores argentinos del siglo XIX y de las vanguardias estéticas del siglo XX a la luz del pensamiento de la modernidad. Al mismo tiempo, además de curiosidad, te producía angustia comprobar lo que nos faltaba y debíamos leer, en la medida en que la teoría literaria no era un área fuerte en nuestra facultad; lo mismo sucedía en otras universidades argentinas. Esto se entiende si reparamos en la época, en las restricciones y la censura impuestas por la dictadura que había arrasado con la cultura y produjo el vaciamiento de la esfera pública al privarla de la diversidad y la pluralidad de voces. En ese momento de retorno a la democracia, lentamente, comenzaba la reconstrucción de la que, siendo muy jóvenes, fuimos testigos. Fui estudiante entre 1985 y 1990. Recuerdo haber presenciado algunas charlas informales con mis profesores en las que Sarlo insistía en la necesaria intervención de los intelectuales a través de la discusión y el debate públicos para llegar a construir consensos. Una apuesta que nunca abandonó y que ejerció de modo tenaz hasta casi el final de su vida.
-Tuviste la posibilidad de tenerla como docente ¿Cómo fue esa experiencia y qué destacarías de Sarlo como docente?
- Tuve oportunidad de asistir a un seminario denominado “Cultura, ideología y literatura argentina 1976-1986”, dictado en el Centro Cultural Virla en agosto de 1988. Fue una experiencia fascinante que recuerdo hasta ahora por el contenido, pero también por la deslumbrante capacidad expositiva y la elocuencia de Sarlo. El seminario reproducía en parte las indagaciones en torno a la narrativa argentina en su extenso trabajo “Política, ideología y figuración literaria”, en él trazaba líneas de investigación sobre un corpus de novelas publicadas en la Argentina y en el exilio durante aquellos años. En las clases, proponía ciertos ejes vinculados con la representación y la figuración de la historia, de qué modo el discurso literario formal e ideológicamente se oponía a los discursos del autoritarismo y que, por esa razón, había conseguido un público lector en momentos políticos de gran complejidad, como fue la dictadura cívico militar de 1976-1983.
Este seminario formaba parte de una serie organizada por el poeta Juan E. González, a través de la Secretaría de Extensión Universitaria, a los que también asistí y fueron dictados por profesores de la Universidad de Buenos Aires, entre ellos: Noé Jitrik, Nicolás Rosa y Josefina Ludmer.
Sarlo era absolutamente histriónica y magnética. No sabías si tomar notas o seguir la impecable coherencia de su discurso, sin dejar de observar como caminaba mientras hablaba o escribía los nombres de autores desconocidos para nosotros que éramos estudiantes; de a ratos se sentaba arriba del escritorio tratando de identificar mejor a quien le hacía alguna pregunta desde el público. Por entonces fumaba con boquilla, usaba camisas por fuera de los jeans y zapatos stilettos. Ese look formaba parte de su aura y de su atrayente performance.
Su viaje a Tucumán coincidió con la entonces reciente publicación de “Una modernidad periférica” cuya presentación se realizó de noche, luego de una de las clases. Ahora que pasaron muchos años, pienso que fue un privilegio haber estado allí.
No tuve cercanía con ella. Según mi experiencia, no encontré en ella la amabilidad de Jitrik o de Nicolás Rosa. La última vez que la vi fue acá en Tucumán unos años antes de la pandemia. Estaba en un café del centro con el historiador Carlos Páez de la Torre. Pedí disculpas por interrumpirlos, la saludé y le recordé aquellas clases del Virla. Me dio las gracias y me sonrió con distante amabilidad. Pienso que fue un acierto haber tenido ese gesto hacia su persona, aunque ya sus ideas políticas me resultaban francamente provocadoras y a veces inaceptables. Era una antiperonista indiscutible y sólida. Lo que ella misma reconocía en Borges.
-¿Cuál crees que fue el rol de Sarlo en la cultura nacional? ¿Y cuál su mayor legado?
- Su rol fue el de una intelectual comprometida con el tiempo que le tocó vivir, convencida de la importancia de intervenir en la opinión pública, de observar y analizar diferentes fenómenos sociales, como también las transformaciones políticas y culturales. Su mayor legado es su proliferante obra escrita que abarcó distintas formas y géneros. Rescato también su capacidad y su coraje para aventurarse a profundizar críticamente en problemáticas que no se alcanzan a comprender en su totalidad, hacer de ello un ejercicio permanente y no temerles a las contradicciones.
- Como docente de literatura argentina, cuál considerás que ha sido el mayor aporte de Sarlo a la crítica y a los estudios literarios
-El hecho de que Sarlo y otros profesores hubiesen regresado a la universidad después de la dictadura supone un salto trascendente en la renovación de los programas de estudio y en la formación de profesores, de investigadores y críticos de generaciones más recientes. Es imposible leer, pensar, enseñar y escribir sobre literatura argentina sin tener en cuenta su extensa obra crítica.
-Ensayista, crítica literaria, estudiosa de los fenómenos culturales y políticos ¿Con cuál faceta de Sarlo te quedás y por qué?
-Me quedo con su faceta de ensayista y de crítica literaria, con su lectura de las vanguardias históricas y la modernización de Buenos Aires en las primeras décadas del siglo XX. Me quedo además con sus trabajos sobre Horacio Quiroga y Roberto Arlt en “La imaginación técnica”, con sus estudios sobre la figura de Evita, del peronismo y la violencia en los setenta –de la que ella decía haber abjurado–, expuestos con erudita maestría en “La pasión y la excepción”. Otros libros imprescindibles para mí son “Borges, un escritor en las orillas y Zona Saer”, este último publicado por la universidad Diego Portales de Chile. Saer es otro de los grandes escritores argentinos, al que ella y María Teresa Gramuglio canonizaron en la década de 1980. Me quedo con esta parte de su producción porque reorganiza los modos de leer nuestra literatura más allá de los cánones vigentes al momento de ser publicados. No se puede examinar la obra de ciertos autores claves ni comprender determinados períodos de nuestra historia literaria sin recurrir a los minuciosos y lúcidos escritos de Sarlo.
-Cuáles son los libros que recomendarías a quienes se inician en el pensamiento de Beatriz Sarlo y por qué
-Recomendaría, aparte de los libros que ya mencioné, “El imperio de los sentimientos”, como un gran ejemplo de estudios culturales realizados en la Argentina. Porque enseña cómo interpretar la literatura de consumo popular y los fenómenos de expansión y democratización de la cultura en una época determinada. A quienes quieran iniciarse en el estudio de la obra de Benjamin recomiendo “Siete ensayos sobre Walter Benjamin” y, a los interesados en la crónica, “Instantáneas" y "La cuidad vista: mercancías y cultura urbana”. Sarlo era una incansable y experimentada flâneuse de Buenos Aires.
A “Viajes. De la amazonia a las Malvinas", no lo tengo tan presente ya que no volví a revisarlo. Me lo llevó un tesista y no pude recuperarlo hasta ahora. Como ves, ella practicó una diversidad de formas escriturarias. Su pasión y su capacidad de trabajo eran encomiables.
Guillermo Siles, Doctor en Letras y docente universitario.