"La literatura es lo que nos mantiene vivos": Sofía de la Vega y el milagro que venció al tiempo
La escritora tucumana acaba de obtener un importante premio con una historia que recupera un milagro de la Virgen del Valle. La literatura, la disputa entre Buenos Aires y las provincias y la batalla cultural: “Me preocupa la manera en que manipulan a la sociedad diciendo quienes son los buenos y los malos”.

Foto: Dominique Besanson.
El día había comenzado con lágrimas desde muy temprano. Las cicatrices emocionales de una pelea atroz con la inmobiliaria del PH de Villa Urquiza que alquila en Capital Federal, donde vive hace cinco años. Uno de esos combates donde cualquiera se siente demasiado vulnerable ante las tenaces garras del mercado. Una derrota anticipada ante la despiadada realidad cotidiana. Pero hay días en que, vaya uno a saber por qué misteriosa alquimia, la ficción logra imponerse. Apenas unas horas después, el milagro se manifiesta en su casilla de correo con el anuncio de que se encuentra entre las finalistas del premio estímulo “Todos los tiempos el tiempo” en la categoría de narrativa. “Le venía pidiendo a Dios que me tire un centro para tirar hasta fin de año y ese mismo día me llegó el mail anunciándome que era finalista. No lo podía creer y supuse que lo místico había metido su mano. Fue una felicidad alucinante y ansiedad hasta el día de la premiación”, confiesa la escritora tucumana Sofía de la Vega, flamante ganadora de los $1.500.000 que otorga este importante premio nacional.
Sofía tiene 31 años, es profesora de Letras egresada de la UNT, becaria del CONICET, autora de dos libros de poesía y -junto a Blas Rivadeneira y Ezequiel Nacusse- mentora del Festival Internacional de Literatura Tucumán (FILT) que se realiza desde 2015 en la provincia. La joven tucumana decidió participar de la convocatoria “Todos los tiempos el tiempo”-el premio estímulo para escritores sub 40 organizado por La Fundación Bunge y Born, Fundación Proa y La Nación- con el proyecto de la novela “José Francisco Muñecas”; un relato que se remonta al siglo XVIII y a la provincia de Catamarca y recupera el episodio de la milagrosa resurrección de una niña por obra y gracia de la Virgen del Valle.
La incipiente novela de Sofía resultó elegida entre 1298 proyectos inscriptos desde todas las provincias del país por un prestigioso jurado integrado por Héctor Guyot, Vivi Tellas, Álvaro Enrigue y Gabriela Cabezón Cámara. “La novela de Sofía propone un viaje por la historia argentina pero también por una geografía particular, que es la del norte argentino, con sus vastedades y soledades, de donde brota una cultura en la que se entremezcla lo español y lo indígena. El viaje está fraguado con las herramientas y los recursos de la literatura. Es el lenguaje, o el uso que hace Sofía del lenguaje, que crea el mundo que propone la novela. Un mundo que sin duda tiene correspondencias con el mundo real, pero que en definitiva es una creación literaria, y en ese sentido un mundo nuevo y original”, destacó Guyot respecto al proyecto.
Sofía junto a los ganadores del premio en las otras categorías. Foto: todoslostiempos.org
Semanas después del galardón, la escritora habló con eltucumano.com para contar las sensaciones que le dejó el premio y reflexionar acerca del trabajo con la escritura, el campo literario tucumano y la tan mentada batalla cultural que lleva adelante el gobierno del presidente Javier Milei.
-¿Cuál es la importancia que tiene este premio para vos?
Es el primer premio literario que gano en mi vida y con un proyecto que está en sus ciernes, de verdad, es un regalo enorme, y no puedo más que estar agradecida. Además de mi carrera académica, toda la vida trabajé en el mundo del libro, ya sea organizando el FILT, haciendo redes para editoriales, después prensa, en fin, en muchos sentidos estaba involucrada desde otro lugar en el campo literario. Siento que el premio me hace salir del closet y me volvió un poco escritora. Eso me entusiasma y me da un poco de miedo también.
-¿De qué se trata José Francisco Muñecas?
- José Francisco Muñecas es el nombre del protagonista de la novela que estoy escribiendo, su voz, además, es la que guía el relato. Muñecas vive a finales del siglo XVIII entre Catamarca y Tucumán, es un chico mestizo y pobre, pero alfabetizado, eso le permite llegar a la casa de Don Antonio de la Vega cuya hija, Ana, fue resucitada por la Virgen del Valle. Pero lo interesante es que quien tiene el vínculo especial con la Virgen es Muñecas, más que la niña. La historia se concentra en las aventuras del protagonista que se encuentra en medio de los distintos estratos sociales: es el Secretario de Asuntos Sociales, Domésticos y Religiosos, pero a su vez con quien más comparte es con los criados. La descripción, para mí, no da cuenta de lo que es el relato porque parece muy solemne, pero en realidad es todo con humor. Muñecas es muy torpe, un héroe con fallas, más bufón, pero está abierto a conocer todo lo que se le aparece. La novela está escrita con un lenguaje particular como si fuera antigua y además reproduce el género de la picaresca.
-¿Cómo surgió la idea de la novela?
-A finales del año pasado había terminado de escribir un libro de cuentos que venía trabajando hace un tiempo. Anteriormente me había pasado que al terminar un libro de poemas me había pasado al cuento, entonces me dieron ganas de volver a probar algo nuevo y ahí empecé a pensar una novela. Soy muy curiosa y me gusta tener siempre un proyecto de escritura que sostenga mi vida día a día. Para la novela tenía algunas ideas, sobre todo quería hacer algo de otro siglo porque me gusta mucho la historia. Todo cerró cuando Michel Nieva, que es amigo y escritor, me mandó una foto de un vitró en la Catedral de San Fernando del Valle de Catamarca. La ventana tenía la imagen de una niña y abajo tenía un cartel donde hablaba de la resurrección de Ana de la Vega. La coincidencia del apellido, así como del origen de mi familia paterna que viene de Catamarca, me pareció divertidísima, además soy católica y tengo una relación con curas, monjas. Todo estaba servido para la escritura.
-La historia de la novela se sitúa en Catamarca en el siglo XVIII ¿Por qué ese tiempo y lugar? ¿Hay algo de Tucumán en la historia o en la forma de contarla?
La novela transcurre a finales de ese siglo porque es la época donde se detallan los milagros que hizo la Virgen del Valle y se termina de consolidar su advocación, también elegí ese momento porque es cuando los jesuitas son expulsados y es una época de conmoción para la colonia. La historia está totalmente atravesada por Tucumán, incluso viajan ahí, ya que era “la ciudad” en ese momento, además está el tema de los Valles Calchaquíes que compartimos con Catamarca. El libro transcurre en el periodo en que el NOA pasa de ser Virreinato del Perú a Virreinato del Río de la Plata, antes toda esa zona se llamaba el Gran Tucumán, por lo que considero que nunca dejo hablar de Tucumán. Por otro lado, no creo en las divisiones geopolíticas, al menos en la literatura.
-¿Cuáles fueron tus influencias?
Influencias literarias tuve muchas desde Juan Rulfo hasta Italo Calvino. Por supuesto de Argentina Antonio Di Benedetto, Sara Gallardo, Libertad Demitrópulos. También “Excursión a los indios ranqueles” de Lucio V. Mansilla. ¡Y muchos más!
-¿Cómo ves el campo literario tucumano a la distancia? ¿Cuáles son las ventajas o facilidades para un autor que produce desde Buenos Aires?
- Creo que el campo literario tucumano ha crecido, ha ganado espesor, tenemos editoriales que vienen resistiendo todas las debacles económicas, revistas que se organizan para tener periodicidad, escritores tucumanos premiados que publican en distintos tipos de editoriales, en fin, es un campo rico. Lo que siempre falta es un apoyo estatal real y que ahora veo más difícil que nunca.
La facilidad que tiene alguien nacido en Buenos Aires es el entorno, la proximidad, la librería de usados, de poesía, de editoriales rarísimas, las ferias, las presentaciones, las visitas de escritores internacionales, los museos. Yo creo que la ventaja es saber que eso está cerca y que existe. Luego no hay diferencia de un escritor porteño con un escritor de provincia, e incluso creo que la imaginación que sale del centro se destaca. Hay una fantasía de que nacer en Buenos Aires te da facilidades para publicar y yo no creo en eso, creo que vive muchísima gente y que, en proporción, y por un mercado más a la mano publican más, pero después no hay ningún secreto. Todos hacen lo que pueden.
-Además de escritora sos investigadora y gestora cultural ¿Cómo ves el panorama cultural en este momento político del país?
Desastroso. Además de lo económico, me preocupa la batalla cultural y la manera en que manipulan a la sociedad diciendo quienes son los buenos y los malos. Soy investigadora del CONICET así que lo sufro en todos los sentidos. Es muy difícil cuando se instalan mentiras, distracciones e insultos para desprestigiar instituciones y un sector de la sociedad. Yo creo que al gobierno le interesa mucho la cultura por eso mismo hace todo lo que hace, busca vaciar lo que se construyó para refundarlo con sus pilares que para mí son calamitosos y no se corresponden con la Argentina que amo.
-¿Qué importancia tiene la literatura en un contexto como el actual?
Una de las cosas más importantes que tiene el ser humano es la imaginación. Es lo que nos mantiene vivos, es lo que nos da una posibilidad de vida. Ojalá que sigamos encendiendo ese motor.
Así comienza José Francisco Muñecas:
Mi corazón, mis manos, mis oídos han sido tomados por una visión.
O más bien ilusión que se ha vuelto realidad en un santiamén. Desde mi humilde estatura he visto como la presencia se ha vuelto ausencia y luego la ausencia presencia. Yo dormía junto a la niña que yacía vacía de sí misma cuando la Virgen ha estacionado su manto sobre ella. Luego la niña abrió los ojos con su cuerpo de vuelta, sin intervención más que la Luz del Valle y el Espíritu Santo que la acompañaba. Habría qué preguntarse si yo soy digno de dar la palabra acerca de lo que ha sucedido con esta niña. Vestida de vestido como toda criatura de su género y edad, alforjas y pespuntes recreadas con artesanía, al bies organzas, así siempre estaba de punta en blanco. Sin embargo, la tez de la niña era más bien tostada, aunque su padre, el General Don Antonio, nunca se ha dispensado frente a este hecho siendo él de piel muy blanca. Aquí estamos cerca del centro, el sol nos bendice y castiga en las mismas medidas, así que de cualquier forma la piel se termina oscureciendo.
He sido mano derecha de Don Antonio desde hace ya unos años, cuando el pelo me ha salido del mentón y la quietud me parecía una condena. Yo era más bien un joven desacatado, pero firme, bueno con los números gracias a los Jesuitas y honorable en lo que respecta un hombre el trato con las mujeres y lo doméstico. El General Don Antonio buscaba un secretario que no se escabullera entre las faldas de las señoras. Había tenido una mala experiencia con Amancio Salinas, el cual no había tenido ningún problema de zambullirse entre las suavidades de Doña Rosita, la esposa de un militar español que había venido hace algún tiempo.
Esta explicación tan mundana es para dar la razón de porqué yo estaba ante la figura de la niña Ana de la Vega cuando otra figura se ha hecho aparecer en el recinto. No estábamos santiguados que yo sepa: la niña dormía y yo la velaba, prendía una vela también porque se hacía de noche y a mi me hace falta ver las cosas. Para serles sincero en el relato, Ana no era santa de mi devoción, tenía una relación más de cercanía con Pedro, el más grande, o con Isolda, también más grande que Ana. Es que ellos se me asemejan en edad porque ahora tengo la cantidad de años, de veinticuatro años y ellos rondan los veintitrés. Siempre mis relaciones han sido de las más cuidadas y bajo la mirada del General. La explicación viene a que yo no desvarío ni por el cariño a la chica ni por ninguna conveniencia.
La presencia que fue ausencia y luego presencia otra vez de eso es de lo que vengo hablar, pero no hay muerto en vida que no sea muerto porque otro muerto le vino detrás. A veces pienso que la Anita se ha enfermado por no tener madre que se le ocupe, aunque está Don Antonio, sus otros dos hermanos, la Doña Renata, madre de su madre, la Doña Valentina, madre de su padre y las Chacha y Jesusa, las cocineras de la familia, las principales cuidadoras de la niña, y, por supuesto, estoy yo, José Francisco Muñecas. Todos tratábanse de gente honorable, justa, reconocida en la sociedad. Hasta el último criado o medio esclavo tiene honor en la familia de la Vega, eso intentaba Don Antonio. La desaparición física de la madre de Ana que prefiero no nombrar para que descanse en paz había dejado a todos de un aspecto terrible. Yo de esa ausencia no he sido testigo, pero otros compañeros que frecuento los fines de semana la habían encontrado toda desgarradita a la señora en un barranco que daba comienzo a nuestro monte, ahí mirando para Tucumán. En San Fernando del Valle de Catamarca, ni en sus nombres anteriores, ni cuando la tierra era mar, se había visto acto de tal crueldad, eso nos había convencido a todos de la santidad de Don Antonio y su perseverancia de vivir aunque sus manos nunca dejaban de temblar.
Yo he sido visionario y por eso estoy aquí ahora, también porque la Virgen Mamita Santa del Valle nos ha cuidado a todos, menos a la señora de las que le hablé antes claro está. Yo pienso que a la Virgen le ha dado vergüenza y la ha hecho tan especial a la Ana de la Vega, con su vuelta a la vida y su morena belleza. Disculpenme por opinar de la Virgen ya que no es lo correcto pero para poder desarrollar mejor y desenrollar también esta historia necesito explicar los pormenores que dictan mi cabeza.
Mi corazón, mis manos, mis oídos han sido tomados por una visión. Un cuerpo vuelve a la vida como una lagartija que perdió su cola, algo hay que dejar atrás, es un sacrificio renacer, un sacrificio dado por la tierra y el cielo. Aquí vivimos entre montañas y esa fuerza que dio sobre donde estamos parados fue superior a lo que la Virgen esperaba. La niña toda verdecita, como marchitada, la boca resquebrajada como cáscara de ajo o ala de mosca, se levantó de un salto, la piel brillaba con la boca abierta era un eclipse criollo, todo nuestro. Ahí Ana en presencia, fue un tiempo ausencia y después presencia, pero la presencia estaba desorbitada y ya no durmió más por lo menos esa noche. Yo tampoco.
Foto: Dominique Besanson