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La joya del Este quiere volver a brillar

HISTORIAS DE ACÁ

Pasado, presente y futuro del chalet del Ingenio Bella Vista, parte de la historia -todavía- viva del esplendor azucarero en Tucumán. Los destellos de aquellos lujos todavía relucen en los rincones que vencen al tiempo y al olvido, y sobreviven en las calmas tierras de Atilio Santillán y Fernando Pedro Riera.

(Foto: María Meternicht)





Bella Vista queda cerca, pero parece lejos. Los tucumanos somos tan o más unitarios que los porteños, no miramos lo suficiente al interior propio, bien nuestro. Pocos autos y pocos ruidos. Apenas el de las bicis en las bicisendas que adornan las vías del tren que no va más pero no mata al pueblo.

Bella Vista está marcado a fuego en la historia de Tucumán, y el ingenio está marcado a fuego en la historia de la ciudad. Allí nacieron los gobernadores peronistas Amado Juri y Fernando Pedro Riera, y también Atilio Santillán, asesinado en Buenos Aires en los estertores finales del peronismo, dos días antes del golpe cívico militar del '76. 

No está clara la fecha de su fundación, ya que la ciudad creció en torno al ingenio propiedad de Manuel García Fernández, cuya familia llegó de Asturias, España, hacia 1860. El cultivo de caña, el ferrocarril y finalmente el Ingenio Bella Vista lo convirtieron en uno de los poblados más prósperos del Este tucumano, y esa condición persiste como gran ciudad hasta nuestros días.

Basta recorrer pocas cuadras desde su entrada para dar con el gigante humeante, motor de la ciudad, que hoy administra la familia Minetti y emplea a muchos, muchos bellavistenses. Por delante, todavía reluce otro gigante, mucho más fino e imponente que trapiches y calderas: el chalet del ingenio, una casona de estilo español -como los García Fernández- que cobijó encumbradas tertulias políticas y hasta albergó al presidente Marcelo Torcuato de Alvear.

Manuel García Fernández (nieto) narró años atrás a producción.com.ar que su abuelo Manuel compró 350 hectáreas en El Manantial y las "inundó" de tabaco para cosechar una fortuna que le permitió en 1881 comprar Los Tres Bajos, hoy Bella Vista. Le escribió una carta al entonces presidente Julio Argentino Roca solicitando un préstamo del Banco Nacional para comprar "maquinarias de librillo", de origen francés, para instalar un trapiche azucarero en su Tucumán. 

Roca autorizó entonces "que les den el préstamo a estos gallegos", por 100 mil pesos, que se sumaron a la fortuna que ostentaba García Fernández para adquirir la maquinaria y erigir los cimientos del Ingenio Bella Vista. Las crónicas de la época dan cuenta del funcionamiento de 83 ingenios en territorio tucumano por aquellos días y años dorados. 

La industria azucarera fue siempre determinante para la economía tucumana y por eso el potente Ingenio Bella Vista merecía un palacio a su altura: el chalet del ingenio fue construido por los propios dueños y fue testigo de las más fiestas más importantes de su tiempo en esplendor. 

Por allí desfilaron las familias más poderosas de aquel Tucumán, y hasta dice el mito que allí se ungió como gobernadores a los radicales Miguel Mario Campero y Miguel Critto.  El cierre intempestivo de ingenios en la dictadura de Onganía en el '66 fue una tragedia para Tucumán y para los tucumanos.

(Foto: María Meternicht)

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Josefina Suárez nació en Bella Vista, creció en Bella Vista y hoy es directora de Planeamiento y Catastro de Bella Vista. Se emociona cuando habla de su ciudad y le brillan los ojos al recordar los días en que pasaba por la puerta del ingenio y del chalet caminando de la mano de su padre, que trabajaba en la Compañía Azucarera, o de las visitas con sus compañeritos del colegio San José.

Al chalet lo pudo conocer por dentro años después, ya como funcionaria pública, y ya en estado de abandono. Eso no impidió que se obsesione con su historia y con las fantasías de aquellas noches de gala en "la gran joya de la ciudad" bajo las arañas "traídas de Europa". A medida que lo recorre, entre los escombros, enumera con lujo de detalle los detalles de lujo que todavía persisten de la construcción original, mientras lamenta los "fácil 30 años de abandono" del aún imponente gigante.

"Es muy especial ver este edificio, recorrerlo, observar cada uno de los detalles de las molduras. Cada frente de chimenea tiene una terminación exquisita en revestimientos, en madera o en cerámicas pintadas. Los techos tienen un tratamiento especial con detalles muy particulares y muy delicados que era propio de la época, de personas con una capacidad económica que generaba estos espacios realmente de calidad para recibir a las visitas", relata ya fuera del chalet en una entrevista que se interrumpe para dar paso a las camiones y excavadoras del municipio que ingresan al predio para seguir con los trabajos de restauración.

La arquitecta y profesora Gabriela Neme Araujo hizo una maestría en Historia de la Arquitectura y el Urbanismo Latinoamericano y un Doctorado en ArquitecturaEl patrimonio arquitectónico la conmueve y apasiona, y eso salta a las claras en sus columnas semanales en FM La Tucumana. Le sobra con mirar unas pocas imágenes de ayer y hoy del chalet para detectar que responde a la arquitectura neocolonial pero también se emparenta con el estilo californiano de los años '20 y '30 y divisar allí la impronta del célebre José Graña.

Enmarca el chalet en la restauración nacionalista que tiene como gran exponente al tucumano Ricardo Rojas, que buscaba descubrir la identidad argentina en el centenario de la Patria y la encuentra en nuestro pasado colonial. Neme Araujo repasa que la burguesía criolla tomó muchos elementos del lenguaje colonial y tradiciones hispano musulmanas que se reflejan en el uso de mayólicas con escudos que dan cuenta de su origen noble.

No escapa a su atención la presencia imponente de los balcones y las torres redondas que ofician de miradores, desde donde imagina a los propietarios del chalet relevando la labor de los trabajadores del ingenio. También se detiene en las influencias del renacimiento español en el portal de entrada con terminaciones en hierro fundido que atribuye a la segunda revolución industrial.

(Foto: María Meternicht)

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La Ley 8695 declaró el Chalet García Fernández de interés cultural de Tucumán en 2014, y la Ley 27310 lo declaró de interés nacional en el año 2016 por iniciativa de la Fundación Bella Vista, ante insistentes rumores de que los dueños del ingenio buscaban demolerlo. En octubre de 2023, el intendente Sebastián Salazar y la intendenta electa Paula Quiles firmaron las escrituras del traspaso del inmueble a las manos del municipio. Allí comenzaron a soñar con erigir un museo y un centro cultural.

Raúl Villagra es hijo de bellavistenses, pero nació en Simoca. Su padre era trabajador del ingenio y ya le hablaba de su grandeza, de Manuel García Fernández como un visionario que pensó más allá de la caña de azúcar y hasta experimentó con el cultivo de gusanos de seda. Desde hace nueve años se desempeña como secretario de Obras Públicas de Bella Vista y la restauración y puesta en valor del chalet es uno de sus sueños más ambiciosos.

Ya comenzaron los trabajos de acondicionamiento del predio, las tareas de parquizado y nivelación, como algunas primeras medidas de seguridad para impedir posibles hechos de vandalismo. Una de las primeras decisiones que tomaron fue trasladar el portón sobre la calle principal, para disponer de una entrada directa e independiente del ingenio al chalet ya en manos municipales. 

Rápidamente, advierte que la proximidad con las calderas puede condicionar las fantasías de articular con algún inversor privado que permita que allí también funcione un restaurant o acaso un hotel boutique. Claro, las obras para renovar el chalet se estiman en unos mil millones de pesos y en esta administración radical también retumba el mantra libertario de que "no hay plata".

"Es un hecho cultural muy importante que las generaciones futuras tomen conocimiento de la importancia que tuvo Bella Vista. Este edificio es un típico reflejo de eso. Va más allá del estado actual en que se encuentra, es un patrimonio cultural que no hay que dejarlo caer, no hay que olvidarlo y tiene que formar parte de las raíces propias de cada uno de los ciudadanos de Bella Vista", insiste. 

Se mueve la tierra, los obreros van y vienen, algo grande está en marcha. El gigante blanco los observa inmóvil, imponente. Como cuando se encienden las calderas del ingenio, el chalet quiere volver a latir, ser nuevamente el anfitrión de grandes noches de las que se hable por años y años. El paso del tiempo le ha quitado lustre, pero no elegancia. En sus rincones todavía reluce aquel pasado dorado. La joya del Este quiere volver a brillar.