Video: las declaraciones de la joven que denunció por abuso sexual a los exjugadores de Vélez
¿Qué pasó en la habitación 407? Así se llama el informe que realizó un medio de comunicación y que contiene el relato de la joven periodista de lo que pasó esa noche de marzo en el hotel Hilton de Tucumán.

(Captura de pantalla).-
¿Qué pasó en la habitación 407? Así se llama el informe que hizo el medio de comunicación TN y que contiene el relato de la joven periodista tucumana que denunció por abuso sexual a cuatro exjugadores de Vélez Sarfield (en ese momento jugadores) en primera persona.
“Luli” es el nombre que desde TN decidieron darle durante la entrevista para preservar su identidad. Desde que realizó la denuncia, la joven sufrió contantes hostigamientos y revictimizaciones. “Siento que somos cinco abusados, ellos de abuso sexual y yo de cómo debería haber actuado”, sostuvo en la entrevista con la periodista Lorena Maciel.
En la entrevista, “Luli” se permitió hablar, develó que pasó esa noche y cómo fueron los días después. Cómo es su vida hoy, después de este hecho que la marcó y por el que exige justicia. Hoy, tres de los acusados (Braian Cufré, José Florentín y Abiel Osorio) se encuentran con prisión domiciliaria, mientras que Sebastián Sosa obtuvo libertad condicional. En la entrevista, “Luli” revela el rol que tuvo cada uno en el delito.
Según los hechos narrados por la víctima, el primer contacto con Sebastián Sosa fue en la zona mixta del estadio tucumano donde periodistas y jugadores se cruzan después de los partidos. Desde el micro los de Vélez se asomaban por la ventana mirando el entusiasmo del periodismo local. Luli era parte del grupo. El arquero uruguayo fijó su mirada en ella, hizo muecas y ademanes hasta llamar su atención. El resto vino de la mano de un mensaje privado en su cuenta de Instagram: “Sos vos, te encontré”, le escribió Sosa.
El jugador la invitó a tomar algo en el hotel Hilton donde también se encontraban sus compañeros, Luli aceptó, pero le aclaró que solo iría si no se desubicaban. Sosa le pidió que lleve amigas y ella le dijo que estaban de novias y ella también, se inventó un novio para que no pensaran que estaba soltera y la respeten.
Llegó al hotel pasada la medianoche. Subió a la habitación 407 donde se encontró con el jugador. Poco después se sumaron Abiel Osorio, Braian Cufré y José Florentín. Charlaron un rato y comenzaron a tomar alcohol. Sobre esto, Luli aclara algo que cuesta comprender a quien es ajeno a ese mundo: “El futbol es un ambiente de hombres y mi trabajo es moverme entre ellos. Para mí es lo más normal del mundo verlos moverse en grupo, o reunidos una concentración en los hoteles”.
Luli revela que prepararon fernet en un termo blanco, solo ella y Sosa tomaron de allí. Luego se dio cuenta que luego de beber de ese termo, Sosa quedó desplomado y ella no podía moverse: “Armaron un Fernet en el termo blanco que era de Osorio, en el cual solo tomamos de ahí Sosa y yo, cuando empiezo a tomar de ese fernet empiezo a sentirme mal, la cabeza empieza a hacerme chispazos y el cuerpo no me respondía y Sosa directamente se duerme, que casualidad que somos los únicos dos que tomamos de ese termo”, relató.
La sucesión de hechos son el retrato de una brutal violación en grupo. La joven pidiendo ayuda mientras Florentín y Cufré se aprovechaban de su estado de indefensión para abusar de ella en simultáneo. Ella asegura que Cufré la tomó de los pelos y la obligó a practicarle sexo oral mientras Florentín la violaba por detrás.
Luli cuenta los hechos con lujo de detalles, sabe que Sebastián Sosa la entregó, sabe que los otros tres jugadores la violaron, sabe que ella no lo busco y no es culpable y sabe que este hecho constituye un delito penado por la ley y merece justicia. “Después de que me violaran, Florentín y Cufré se vistieron y se fueron a jugar al casino. Quedé tirada en la cama sin entender bien qué estaba pasando. Comencé a sangrar. Como pude me arrastré al baño para limpiarme. Regresé y me volví a tirar porque seguía mareada y no encontraba mi ropa. Allí advertí que Sosa seguía o parecía estar dormido y Osorio jugaba la play como si nada hubiera pasado. Empiezo a reprocharle lo que me habían hecho sus amigos y cómo no intercedió para evitar que me violaran. De repente, cuando pensé que lo peor ya había pasado, Osorio saltó de una cama a la otra y comenzó a violarme él también”.
Seis horas duró la pesadilla. Todo fue confusión, miedo y desesperación. Como pudo logró pararse, buscar su ropa y escapar del hotel. En el camino le escribió a Sosa buscando alguna respuesta a la trampa que le habían tendido. Las respuestas parecían sacadas de un manual del violador: someter a la víctima, ultrajarla y pensar que a pesar de todo la había pasado bien.
Luego vino la denuncia, el sentimiento de culpa y el estigma social. “Me culpo mucho por haber ido, me culpo por no haber visto el peligro”, confiesa en la entrevista. En cuanto a la opinión pública dijo: “Siento que somos cinco abusados, ellos de abuso sexual y yo de cómo debería haber actuado”.
Hoy, después del abuso y la denuncia, sostiene que su vida es triste, “siempre he sido una persona que me comía el mundo, y ahora hay veces que me miro al espejo y no me reconozco. Vivo con angustia, miedo, ansiedad”. Y se preguntó cómo vuelve al periodismo deportivo y cómo se saca el estigma.
“Dicen que me voy caminando bien, ¿cómo quieren que me vaya caminando? Quieren que me vaya gateando, chorreando la sangre, no sé que es lo que piensa la gente sobre cómo tenemos que actuar las víctimas de abuso sexual”, se pregunta.
Por otro lado, se refirió a quienes descreen de su denuncia y aseguran que busca dinero. “Siento que la sociedad no me acompañó, si denunciaba a cuatro chicos normales el apoyo de la sociedad era distinto, seguramente nadie dudaba de mi palabra, pero como eran futbolistas y millonarios piensan que se arregla con un acuerdo económico. No es mi caso, yo quiero justicia”.
La abogada de Luli, Patricia Neme, tiene una amplia trayectoria en defender mujeres que enfrentan divorcios y acosos laborales y sexuales. Lleva años apuntalando a sus defendidas del prejuicio social. “No existe un manual de cómo tiene que actuar una víctima”, dice. “La gente entiende que una abusada tiene que aparecer golpeada y con la ropa arrancada. Y eso no es verdad”, agrega.
“Es muy doloroso ver los comentarios contra quien se anima a denunciar. Las mujeres cuestionan a las mujeres cuando nos están matando cada 24 horas. No hay empatía de género”, señala.
En los casos de abuso sexual la condena social a veces está por encima que la Justicia, y no siempre los señalados son los abusadores, sino la propia denunciante.
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