Poly, la guerrera de mirada feroz con los brazos más fuertes de Tucumán
El secreto de Paula Chaile Vázquez, la joven campeona de lucha de brazos que vence los prejuicios y va en busca del largo invicto de una luchadora porteña. Conocé su historia y mirá el microdocumental.

Fotos: María Meternicht.
Las miradas se muerden en la íntima cercanía de dos rostros que se buscan para un beso furtivo. El arrebato de la sangre ilumina la piel y tensa las alas de las mariposas que Poly lleva tatuadas en la yugular. Carolina le aprieta la mano y le transmite la vibración mecánica de una sinfonía de músculos y tendones en estado de alerta. Los labios palpitan en una vecindad más bélica que romántica. Decenas de ojos devoran ahora esa coreografía estática y muda de la espera. Apenas una orden bastará para desatar en torbellino toda la potencia de esos brazos implacables y ansiosos trenzados en combate. Cuando el dorso de una de las manos toque la mesa habrá gritos, aplausos, una vencedora y una vencida. Por unos instantes, sólo dos chicas fuertes mirándose con hambre.
Una sensual voracidad se refugia detrás de las larguísimas pestañas de Paula Chaile Vázquez, mejor conocida como Poly, cuando incrusta la daga de su mirada en las pupilas de su rival de turno. Del otro lado, Carolina D´Olivera le ofrece la resistencia pétrea de un animal agazapado. Ojos de tigresas al acecho mientras suena la emblemática canción de Rocky en esta siesta de sábado en el Palacio de los Deportes donde se disputa la vendetta. Así le llaman al desafío personal en el que una competidora se mide con otra a lo largo de cuatro combates en la lucha de brazos, la versión deportiva de la disciplina popularmente conocida como “las pulseadas”.
En Tucumán las pulseadoras son pocas y se conocen bastante porque no hay tantas mujeres practicando la disciplina. Carolina tiene 21 años y vino desde Simoca para combatir con Poly quien en la actualidad es la principal referente de la lucha de brazos en la provincia. Paula ostenta los títulos de campeona provincial, campeona nacional y un subcampeonato sudamericano. Además, forma parte de la selección nacional femenina. Esta es su última lucha de cara a la participación en el torneo más importante del país que se disputará el 25 de mayo en Rosario y donde buscará quitarle un invicto de ocho años a la bonaerense Silvana Paz. Para ella será una revancha personal y la antesala del torneo sudamericano de Perú donde representará a la Argentina.
Antes de convertirse en esta amazona imponente de 1,80 metros y alrededor de 80 kilos, Poly fue una niña criada entre varones y las pulseadas eran un juego más entre tantos que jugaba junto a sus primos. También era la forma que había encontrado para divertirse durante los recreos en el Colegio Nacional donde solían llegarle desafíos y apuestas de estudiantes de los cursos más avanzados, tentados a medir sus fuerzas con esa chica que ya comenzaba a hacerse fama de picante. “Antes no sabía que era un deporte, pero hacía pulseadas o fuercitas, como se dice en la calle, en la escuela… lo hacía como un juego más que nada. Yo sabía que tenía ciertas habilidades o cierta fortaleza en mis brazos; había una pequeña diferencia, como que siempre fui más fuerte que mis compañeros”, comenta la luchadora de 26 años.
Esa fortaleza natural le sirvió años después cuando empezó a trabajar como mecánica de motos. Con la plata que ganaba en el taller pudo costearse la carrera de Educación Física. También practicó gimnasia artística en la Sociedad Española a lo largo de quince años. En esa trayectoria para hacer de su cuerpo una máquina poderosa y armónica a la vez, la joven tuvo que sortear los obstáculos que se suelen interponer ante cualquier mujer que busca destacarse en ámbitos donde imperan los hombres: “Siento que siempre me costó un poco más que me tomen enserio porque soy mujer, por ejemplo, en la mecánica de motos. Creo que me tuve que destacar o hacer el doble de esfuerzo, sobretodo, cuando me volví a introducir en un mundo, como el de la lucha de brazos, donde generalmente predomina el hombre. Me costó un poco al principio, pero yo trato de hacer lo que me gusta sin importar lo que los demás puedan pensar de mi”.
Aunque había pulseado con primos y compañeros de escuela y visto varias veces El Halcón (la película de cabecera de todo pulseador protagonizada por Sylvester Stallone), Poly no sabía que existía una disciplina llamada lucha de brazos hasta que se cruzó de casualidad en una cancha de básquet con un grupo de chicos entrenando en una mesa reglamentaria. Sucedió hace casi dos años y fue como una revelación epifánica. Al instante supo que quería meterse en ese mundo: “Desde chica que me gustan las pulseadas. Entonces, cuando yo conocí el deporte me di cuenta que tenía mucho potencial, no solamente por mi estructura física y mis manos que son grandes, más grandes que el promedio, y en esta disciplina eso me favorece un montón”. Así comenzó a entrenar y descubrió que, a diferencia de las pulseadas que había practicado hasta entonces, se trataba de un deporte con reglas propias, árbitros y torneos oficiales.
“Cuando ven los videos que subo de las competencias, muchos creen que estoy haciendo trampa porque uso todo el peso de mi cuerpo para ganar una lucha. Esa es la diferencia abismal que hay con las pulseadas donde estás recto y usás solamente el antebrazo. En cambio, en la lucha de brazos te tenés que tirar con todo el cuerpo porque es imposible hacer toda esa fuerza sin que te lesiones”, explica la luchadora que en apenas dos años logró escalar entre las competidoras de la provincia y de todo el país: “Empecé a entrenar y a los tres meses me presenté a mi primer torneo, lo gané y dos meses después ya salí campeona nacional”.
Erik Bustamante tiene 25 años, practica lucha de brazos y desde hace unos cuantos meses entrena a Poly: “Siempre noté que tiene condiciones físicas para la fuerza. No sólo es fuerte, es veloz y en la lucha de brazos eso se complementa. Ella empezó a practicar y le fue muy bien, le ganaba a los chicos que ya venían practicando”. Pero con la fuerza física no alcanza para ser una luchadora del nivel de la campeona tucumana: “Cuando vos estás en la mesa necesitas actitud, confianza y seguridad. Si dudás, en una milésima de segundo te pueden ganar. Poly es muy competitiva, tiene todas esas virtudes”.
Además de competir y entrenar a la campeona, el joven busca promover la actividad en la provincia donde hoy calcula existen alrededor de 300 luchadores y como 15 luchadoras. Cree que de Tucumán pueden salir grandes pulseadores y tiene su propia hipótesis para explicarlo: “Acá hay mucho potencial. Los porteños me dicen ‘qué onda allá en Tucumán, qué comen, porqué tienen tanta fuerza’. Yo creo que es por el trabajo pesado que hacen los chicos desde su infancia. Se nota en la mano; una mano trabajada, mano dura… Acá en Tucumán hay grandes luchadores, hay que buscarlos nada más”.
En un torneo, Poly puede llegar a cruzarse con 10, 15 o 20 luchadoras a las que enfrenta con un brazo primero y con el otro después. Según revela, para llegar a los escalones más altos del podio la clave está en la resistencia: “Tenés que tratar de ganar rápido la lucha, así no te desgastás tanto en aguantar. A las luchas siempre la tenés que ganar lo más rápido posible para no perder fuerza. No es la misma fuerza la que tenés en la última lucha que la que tenés en la primera”.
Del torneo provincial al nacional y de ahí a competir a nivel sudamericano. En esa carrera meteórica que parece no tener techo, la luchadora tucumana se topó con su primer gran escollo: Silvana Paz, la porteña que le arrebató el título sudamericano a quien volverá a enfrentar en el próximo torneo nacional. Poly está convencida de que la revancha será suya. Tiene fe en la fuerza de sus brazos y, más que nada, en el poderío de su mente: “Yo siento que la lucha de brazos te da un poco más de ímpetu, no sólo cuando ganás, cuando perdés también eso te va forjando. Esa competitividad creo que ayudó mucho a mi salud mental. Yo creo que este deporte a mí me dio más autoestima y más personalidad”.
A la hora de salir a la arena para luchar, Paula parece un personaje salido del Mortal Kombat o la heroína de algún dibujo animado: conjunto deportivo rosa, anteojos futuristas en la frente, maquillaje, uñas esculpidas y medias de Barbie. Tiene tanto de gladiadora como de femme fatale; un espíritu guerrero que no prescinde de la sutileza, como esos depredadores que seducen a sus presas con el poder fascinante de su pelaje. “Siento que soy bastante femenina y quiero ser femenina. Me gusta a mí la feminidad. Es como que muchos piensan que una chica que no se ve femenina puede llegar a ser fuerte. Y eso me hace pensar en el prejuicio de las personas porque las chicas pueden verse como ellas quieran. O sea, yo me puedo ver femenina porque quiero, pero también me podría ver no femenina y ser igual de fuerte”, comenta.
“La lucha empieza desde que vos la ves a la persona que tenés enfrente. De entrada, yo trato de que se me vea fuerte porque, psicológicamente hablando, eso afecta a tu rival. Entonces, una chica ve que entrás con toda tu actitud y puede ser que se deje intimidar. Después de la lucha nos abrazamos, está todo bien, pero antes de eso yo voy a ganarte. Y eso es lo que vas a percibir de mí: que te voy a ganar”, revela Poly.
Y ahora es Carolina quién sucumbe ante la ferocidad de esa mirada felina y la potencia arrolladora de sus brazos. Hay gritos, aplausos, una vencedora y una vencida. Pero el hambre sigue ahí.
Mirá el microdocumental: