Top

"Les seguimos dando vida": dos tucumanas tras los misterios de una tumba egipcia

Historías de acá y más allá

Silvina Vera y Valeria Cannata viajaron a Egipto como parte del equipo que indagó los secretos que guarda la tumba de Amenmose. Las huellas del pasado, el rumor de las maldiciones y qué encontraron: “Es lo máximo que te puede pasar”.

Las tucumanas en la tumba egipcia. Foto: Facebook Proyecto Amenmose.





Para visitar la morada final de Amenmose hay que atravesar el hueco que dejaron los ladrones de tumbas en una de las paredes. En el recinto subterráneo con forma de T invertida, las tucumanas Silvina Vera y Valeria Cannata se sienten algo sofocadas, un poco por los treinta grados del ambiente y otro tanto por la emoción de encontrarse con la historia de quién entre los años 1479 y 1458 A.C labraba la piedra de tumbas y monumentos en la necrópolis de Amón. Los secretos de esa vida están cifrados en los dibujos y jeroglíficos que resisten en las pinturas de las paredes. Para eso las investigadoras han viajado desde nuestra provincia hasta la localidad de Sheikh Abd el-Qurna, en Luxor, Egipto. Son casi 12.000 kilómetros en el espacio y varios milenios hacia atrás en el tiempo. 

En las películas de Indiana Jones, en los documentales de la tele, en las Revistas Anteojito y Billiken o en los tomos de alguna antigua enciclopedia, Egipto siempre fue un territorio extraordinario para las imaginaciones infantiles y adolescentes. Pirámides, esculturas monumentales, faraones, momias, tesoros y maldiciones son parte de ese mundo tan fascinante como lejano. Para la médica y docente Valeria Cannata ser parte de la expedición que estudió la tumba de Amenmose fue una manera de materializar esas fantasías con las que creció: “Esta era mi primera vez trabajando en una tumba, nunca había vivido esa experiencia. Cuando entrás, te da la sensación de no tener aire, pero es tanta la emoción de estar ahí que no te interesa. A los dos minutos ya era feliz, estaba como si fuera mi casa. Siempre tuve fascinación por la historia del arte y de la medicina y ser parte de algo así es lo máximo que te puede pasar”. 

Silvina Vera participó de su primera expedición hace casi 20 años cuando era Jefa de Trabajos Prácticos en la Facultad de Artes. Entonces, la docente Norma Alsogaray le regaló la primera valija con la que emprendería sucesivos viajes hacia lo desconocido. Según comenta la profesora de la cátedra Historia del Arte Antiguo de la Licenciatura en Artes Visuales y Directora del Instituto de Arte y Cultura del Oriente Antiguo, la emoción sigue siendo la misma que en aquellas primeras misiones: “Para nosotros es muy importante y muy impactante estar ahí porque la información que podemos extraer en el lugar no está en los libros. Cada tumba tiene un perfil determinado y sus particularidades. Hay una recurrencia en los temas de las pinturas, pero también hay diferencias que tienen carácter simbólico y funcional. Nosotros estamos atentos a eso: qué es lo nuevo y qué lo distinto, las diferencias de estilos que se pueden encontrar”. 

Las primeras noticias que se conocieron de la tumba de Amenmose datan de mediados del siglo XVIII cuando el historiador francés Jean- François Champollion la incluyó en el primer volumen de su libro “Noticias descriptivas”. Recién en 1924, la tumba recibió la numeración con la cual se la identifica actualmente: TT 318. Hace un mes, las investigadoras tucumanas partieron al encuentro de sus secretos como parte del proyecto que dirige Andrea Zingarelli y que está radicado en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata y en el IACOA (Instituto de Investigaciones de Arte y Cultura del Oriente Antiguo) de la Facultad de Artes de la UNT. Tras una parada en El Cairo para solicitar los permisos necesarios, el equipo de investigadores se trasladó a Luxor para desarrollar la misión en la que trabajaron exhaustivamente durante quince días descansado sólo los viernes, como marca la tradición egipcia. 

Una vez en el lugar, lo primero que despertó la atención de Valeria fue la persistencia en el ambiente de cierto hedor al que calificó como “olor a cementerio”. En la tumba contigua, comenta, había cajones con fémures y cráneos que ya habían sido clasificados por especialistas. Su función dentro de la misión fue la de tomar fotografías de las paredes y hacer secuencias fotográficas que permitan recrear imágenes en 3D. Por su parte, Silvina estuvo a cargo de realizar detallados dibujos digitales de las pinturas que se encuentran en las paredes. Así describió el lugar: “Es una tumba pequeñita y el ingreso es muy difícil porque la puerta principal está cerrada y hay que entrar por un hueco que hicieron los ladrones de tumbas. Los investigadores éramos nueve y no podíamos estar todos juntos en el lugar, por eso nos turnábamos para trabajar”.  

¿Quién era Amenmose y qué encontraron en el lugar? Su nombre significa "Nacido de Amón" y en su tumba puede leerse que poseía el título de "Cantero de la necrópolis de Amón", es decir que su trabajo consistía en labrar la piedra para la construcción de monumentos y recintos funerarios. Vivió alrededor de los años 1479-1458 A.C., durante el reinado de Tutmosis III en la dinastía XVIII del Reino Nuevo. La morada final de Amenmose se encuentra entre las numerosas capillas funerarias de altos y medianos funcionarios distribuidas de manera irregular a lo largo de las colinas occidentales de Tebas. “Era una especie de jefe de obra. Su tumba es una tumba muy rica y muy linda por su estructura arquitectónica. En las pinturas encontramos una temática muy rica con representaciones de dioses, de rituales y de ofrendas. Se pueden ver escenas de caza, de trabajo agrícola y de banquetes”, explica Silvina. 

“Lo que se representa en las tumbas es el más allá, antes que el más acá. En este caso, la cámara funeraria todavía no se excavó y nosotros tuvimos acceso a la capilla funeraria. Los egipcios cuidaban que a los muertos no les falten sus joyas, sus ropas y que tengan alimento; todo eso que podían llegar a necesitar en el más allá. A través de las pinturas que hay en el recinto, podemos conocer sus títulos, a qué se dedicaba, los nombres de la familia y otros datos”, destaca Silvina quien comenta que la tumba de Amenmose estaba custodiada por cuatro esculturas, tres de las cuales actualmente se encuentran en un museo de Canadá. 

 

Maldiciones y sueños

“La muerte vendrá con alas raudas a aquellos que osen perturbar la paz del rey”, es la inscripción que, aseguran, se encontraba tallada en el ingreso de la tumba del faraón Tutankamón cuando fue descubierta el 26 de noviembre de 1922 por el arqueólogo inglés Howard Carter. Sin embargo, nunca nadie admitió haber leído aquel mensaje. Ese día, 58 personas recorrieron pasillos y salas repletos de objetos de oro para encontrarse con la momia intacta del faraón niño que había fallecido a los 18 años. A partir de entonces, se sucedieron las muertes de miembros de la expedición que se asociaron a la supuesta maldición de Tutankamón. La primera de ellas fue la de Lord Carnavon, mecenas de la misión. Hacia mitad de la década del 30, ya eran 21 las personas vinculadas a la tumba que habían fallecido en extrañas y, a veces, trágicas circunstancias. De ahí el mito que persiste hasta nuestros días.

“No creo en nada de eso. Soy científica y nunca se me cruzó por la cabeza. La verdad que, a la hora de entrar, tenía más miedo a que se caigan las paredes”, confiesa Valeria. También Silvina desestimó a los relatos esotéricos en torno a las tumbas egipcias: “Son casualidades. Nosotros seguimos trabajando en misiones de este tipo y nunca pasó nada. Por suerte, es un mito nada más. Cuando trabajé en la tumba TT 49 había mucho polvo en el ambiente. Se levanta ese polvo que puede llegar a tener partículas cancerígenas, puede haber gérmenes y virus… No todo es tan limpio. Creo que si ha pasado algo es por eso y no por maldiciones. En estos 20 años trabajando en tumbas nunca nadie ha tenido problemas de salud”. 

Al contrario de los relatos que hablan de las incursiones de los investigadores en los recintos funerarios como una forma de profanación, Silvina concibe su trabajo como una manera de revivir a los protagonistas del antiguo Egipto y traer al presente, otra vez, sus historias: “Al nombrarlos, nosotros les seguimos dando vida. Los egipcios creían que nombrar es una forma de dar existencia. Destruir sus nombres es destinarlos a la desaparición. Cuando los nombramos les damos vida y así siguen en la memoria”. 

“Cuando se tienen sueños y horizontes claros hay que ir tras esos sueños. Creo que, cuando uno los materializa en el espíritu y en la cabeza, se abren las puertas. Me acuerdo que una vez, dando clases, le digo a la jefa de cátedra de entonces, Norma Alsogaray, que me encantaría trabajar en Egipto y ella me dijo: ‘ya vamos a trabajar ahí’ y así fue. Entonces yo era una Jefa de Trabajos Prácticos que ganaba dos pesos”, comenta Silvina con un dejo de emoción que se le cuela en la voz. Para ella es motivo de orgullo haber llegado a investigar ese Egipto antiguo de las fantásticas ensoñaciones juveniles y poder, ahora, trasladar esa experiencia a sus alumnos: “Lo veo como una forma de prepararnos para la transferencia de conocimientos. Tener la posibilidad de trabajar in situ ahí en Egipto y poder transferir esa experiencia a los alumnos creo que es invaluable, que ese conocimiento llegue a las nuevas generaciones de estudiantes de la Facultad de Artes”.