"Los gordos somos la lacra de la sociedad": discriminación en una pizzería de Yerba Buena
Grave denuncia
Diego fue anoche con una amiga a cenar y pasaron un momento de angustia cuando no les permitieron cambiar de silla en el local de comida. El actor tucumano manifestó su hartazgo con la discriminación constante que sufre: “La estigmatización que vivimos es terrible, es silenciosa y mata”.

Noche de domingo en Yerba Buena. Diego y Cristina buscan un lugar donde cenar y compartir una charla de amigos. Se deciden por una pizzería a la que nunca habían ido. El local está casi vacío. Cristina va eligiendo mesa mientras Diego estaciona el auto. Las mesas chicas están acompañadas por sillas de diseño. Son facheritas, pero enjutas y frágiles para sus cuerpos robustos. Advertido por una situación que ya ha vivido antes en otras partes, Diego le pide permiso a la encargada de la pizzería para llevar dos de las sillas de las mesas más grandes, a simple vista, más amplias y firmes hasta su mesa. Lo sorprende una negativa tan rotunda como desaprensiva. Lo que iba a ser un momento de distención y disfrute, se convirtió en una situación horrible que derivó en un cuadro de stress y un pico de presión. “Me fui mal, me fui angustiado… no lloré porque ya no lloro, pero evidentemente en mi inconsciente la presión hizo pum para arriba”, comenta el actor y locutor tucumano Diego Arjona que esta vez se hartó y dijo basta.
“Para nosotros los gordos es realmente todo un tema este, lo primero que mirás cuando vas a un lado son las sillas, que las sillas sean fuertes, porque ya nos hemos caído muchas veces y no es sólo la destrucción de la silla que te da vergüenza, sino el daño físico que nos hacemos. En realidad, es tragicómico porque uno se ríe de eso también, pero es terrible y es muy triste y da mucha vergüenza”, comenta el hombre de 42 años que llama la atención acerca de una situación que ya ha vivido antes y que anoche, ante el disgusto y el mal momento, le significó una presión de 18/11. Diego eligió denunciar a través de sus redes sociales lo que padeció junto a su amiga no movido por el resentimiento, aclara, sino por el hartazgo que se traduce ahora en su voz quebrada de llanto: “Yo no soy de escrachar, a mí no me gusta, pero estoy tan cansado, tan harto… harto de no conseguir ropa para mí, de no conseguir nada para mí… de que yo, por ser gordo, no me puedo vestir con ropa que me guste. Estoy harto de ir a un lugar y no tener donde sentarme a comer o que me digan: mirá el gordo como come. Es un constante Juzgamiento y yo tengo mi derecho a ser como soy porque yo no soy gordo porque quiero”.
Diego revive lo sucedido anoche y vuelve la angustia y el malestar por lo vivido: “Las sillas de la pizzería eran de diseño, re enclenques, yo veía que se iban a romper, se iban a caer. Le di a entender a la encargada que nos íbamos a sentir más seguros en las sillas más grandes, pero me dijo que no, así, mal”. Pero cuál fue la excusa que le dieron para impedirle mover una silla de su lugar en un local que se encontraba prácticamente vacío: “Lo que pasa, nos explicó un mozo, que son sillas de diseño y cada silla va con cada mesa, entonces, no se pueden cambiar”. Según el argumento, la estética combinatoria del mobiliario es más importante que la comodidad y la integridad de los clientes. Al menos así fue anoche y así fue para Diego y su amiga: “Yo le dije a Cristina: vámonos, este lugar no nos merece. Después, lo publiqué en las redes porque estaba muy enojado, muy dolido, muy mal, muy angustiado”.

“Ahora todos los locales tienen estas sillas de diseño que son una mierda, son de terror porque no son para el gordo, entonces, ya no sabés dónde sentarte porque tenés miedo de caerte, no la pasás bien. Está todo muy lindo con las sillas de diseño, están bárbaras, pero estaría bueno que contemplen sillas que sean bien fuertes para gordos, que sean lindas, que sean de diseño, pero que sean para gordos porque si no es un bajón”, explica el actor que, tras el episodio de anoche, dice basta a una sociedad donde las personas de talla grande no parecen tener cabida. La ciudad, los bares, los espacios públicos no los contemplan ni los contienen. Todo es demasiado pequeño y frágil. Los lugares y la falta de empatía los expulsan: “Estoy harto de esta sociedad que no entiende. Ya se lo vamos diciendo de mil formas y no entienden que tienen que cambiar de alguna forma. Alguien tiene que ser el que tome las riendas y que diga hasta acá Tucumán con los gordos y las gordas. Necesitamos ser parte de la sociedad, necesitamos tener acceso a lugares que tengan barrales, que tengan barandas… las piletas, por ejemplo, acá ninguna pileta contempla al gordo. Las piletas que contemplan al gordo están en los lugares y los hoteles caros. A cualquier pileta que vas no tienen barrales y tienen las escaleras altas. El gordo generalmente se calla, se baja, se guarda, le da vergüenza y yo no soy así. Ya estoy harto entonces voy a ser la voz de los gordos, las gordas y les gordes que de verdad no pueden hablar porque les da vergüenza o porque no pueden”.
Cuando Diego reflexiona sobre esa ciudad expulsiva y hostil, no lo hace solo por todos los gordos que padecen situaciones similares a la que él le tocó vivir: “No pienso solo en los gordos, sino en todas las personas que tienen dificultades para caminar, los que andan en sillas de ruedas, los no videntes… ¿Toda esa gente qué hace en la ciudad? Cada vez que me tropiezo pienso en la gente que anda en silla ruedas o con bastón, en los ciegos. No es una ciudad adaptada y es necesario que sea una ciudad y una provincia adaptada urgente. No es una cuestión de resentimiento, lo que yo quiero es que sea justo para todes, que podamos vivir todes en una ciudad que sea para todes igual, en una ciudad adaptada”.
No son solo las frágiles sillas de diseño de los bares es también la ropa y la mirada ajena todo el tiempo sobre el propio cuerpo para juzgar, calificar, discriminar y estigmatizar. Son los discursos que circulan en una sociedad gordofóbica donde a los cuerpos grandes se les niega hasta el deseo y el placer. Diego sabe de todo eso porque lo ha vivido en carne propia y elije ya no callarse más para que otros no tengan que sufrir lo mismo que vivió esa noche para el olvido: “Si vos sos gordo porque querés te dice la gente y la verdad que no es placentero ser gorde. Muchos tratamos de convivir y aceptarnos como somos y vivir lo mejor que podamos. Nos pasamos media vida siendo objeto de bullying y de burla. Los gordos no estamos de moda, somos la lacra de la sociedad. La estigmatización que vivimos es terrible, es silenciosa y mata y eso es lo peor. Hay muchos gordos que se suicidan, muchos que se quedan aislados porque les da vergüenza, porque no tienen ropa, porque les da vergüenza que se les rompan las sillas, entonces, se van aislando, se van quedando solos y la soledad mata”.