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"Te acepto como sos": cómo afecta las etiquetas en nuestros hijos

ENTRE LÁPICES Y EMOCIONES

La psicopedagoga Cecilia María Lozano escribe sobre el efecto negativo que provoca el etiquetar negativamente a los más pequeños.





“¡Sos desordenado!”,  cuantas veces colgamos ese cartel en las espaldas de nuestros hijos y, por supuesto, nuestro niño lo acepta y se acomoda a ello, mostrándose finalmente desordenado.  Estas etiquetas que pronunciamos continuamente, actuarían como una profecía autocumplida que, lamentablemente, termina dañando la autoestima de los hijos.


¿Qué es una etiqueta? Es esto que nos dice que es y si hablamos de ellas, haré referencias, a los carteles negativos que añadimos a los niños. Cuando los niños van transitando su infancia, los papás llenan sus mochilas de recuerdos, a veces felices y otras no. Cuando un hijo reitera una conducta, los padres tienden a llamarlo negativamente por esos comportamientos negativos.


No lo hacemos con la intención de ofender pero, si lo repetimos varias veces, el niño puede sentir que lo limitan y que por mucho que haga no conseguirá cambiar. Debemos animarlo y darle la oportunidad de mejorar su personalidad.


Aquí podemos decir que etiquetar es limitar, encasillar al niño. Cuando reiteradas veces les decimos “sos vago”, el niño acepta esas palabras como reales. “Mis padres me lo dicen seguido, será que es verdad”. De esta manera no posibilitan el crecimiento en su persona.


Nosotros los adultos, los padres, debemos ser los primeros convencidos que nuestro hijo tiene virtudes y que aquello que no está bien pueden modificarlo. Imaginen la situación que en nuestro trabajo, nuestro superior sólo se focaliza en nuestros errores, no da valor a nuestros esfuerzos y a lo que nos sale bien. Nuestra imagen en este puesto laboral, irá desmejorando y, de a poco, perderíamos las ganas de superarnos. Lo mismo sucede con nuestros hijos, ellos no son sus errores. Su conducta puede equivocarse, pero no él. De esta manera, mirando así la situación, no encasillaríamos a nuestro niño en un lugar, y esto permitiría, su aprendizaje.


Ante estas situaciones de equivocaciones de nuestros niños, quizás lo conveniente sería dar este mensaje “Te has equivocado pero te comprendo y aquí estoy para ayudarte”, en vez de: “¡Otra vez, ya estoy harto de que no te esfuerces por cambiar!” Así estaríamos amándolos incondicionalmente, en sus virtudes y en lo que no le sale tan bien, creyendo en él y depositando la expectativa positiva que puede cambiar aquello que no le hace bien. 

A modo de receta, algunas sugerencias:

- Depositar expectativas positivas, en lugar de ¡eres un desordenado! sería ¡si ordenas tu cuarto podrás jugar de nuevo!
- Hablar con nuestros niños sobre la importancia de superar las dificultades o aquello que no nos hace bien
- Sin son pequeños, léanles cuentos, si son más grandes, dialoguen con ellos.
- Compartan tiempos, de juegos, de bailes, de charlas, de disfrute.

Comprendo que es difícil ser capaz de mantener una actitud positiva, de comprensión y apoyo cuando una conducta negativa se manifiesta una y otra vez. Hemos de ser capaces de inventar nuevas maneras de corregir, vigilando nuestras palabras y manteniéndonos atentos a lo que realmente pensamos de ellos.


A los hijos deberíamos aceptarlos como son, no como quisiéramos que sean, porque ahí está la grandeza, es un ser individual y único, respetemos eso.