¿Qué hacen sus hijos en Tucumán mientras usted todavía duerme?
HISTORIAS DE ACÁ
Carlos, Rocío, Denise y Pablo llegan tempranísimo a la plaza Urquiza, sacan un parlante de la mochila y de repente son cuatro jóvenes que se mueven mientras los adultos corren, pasan y los miran. Quiénes son, cómo piensan y qué sienten. VIDEO

Carlos, Denise, Rocío y Pablo.
Caminan, trotan y corren. Caminan, trotan y corren los cuerpos cansados de la semana alrededor de la plaza Urquiza. Se han despertado como han podido, con los días acumulados en los hombros, pero una vez que se pusieron las zapatillas, que tomaron el primer mate de la mañana, el juguito de pomelo o una banana con forma pop, llegan a la plaza Urquiza para caminar, trotar o correr. Estiran las piernas apoyados en un árbol, toman el último envión de aire, miran de reojo al que toma café sentado en los barcitos de la Santa Fe, pero no se dejan vencer por la tentación, buscan la música en el celular, ponen play y largamos.
Vuelta tras vuelta, mientras la respiración empieza a acomodarse a esto que se llama caminar, trotar o correr en la plaza Urquiza, de repente aparece un grupo de jóvenes. Son cuatro. Se llaman Carlos, Rocío, Denise y Pablo. Mientras los adultos comienzan a agitarse, mientras usted todavía duerme (y nadie lo juzga), nuestros jóvenes héroes y heroínas dejan sus mochilas con pins y mini alcohol en gel y llaveros, sacan un parlante portátil JBL flip 5, estiran sus propios cuerpos, estiran las palmas de la mano, mecen el cuello, se acomodan los cintos DC, guardan las cadenas que hace Carlos atadas a los cintos, se sacan los accesorios de las muñecas, ajustan el tiro de sus jeans cómodos como el de Rocío y Denise, o deportivos como Pablo y empiezan: uno, dos, tres, va, uno, dos, tres, va.
Quienes caminan, trotan o tienen el aire para correr comienzan a verlos cerca de los mástiles, siguen de largo y ya les queda la pregunta básica, bien intencionada, pero enigmática al fin: ¿qué hacen? ¿Qué hacen esos chicos que no son tan chicos? Que son chicos si sos grande, que escuchan música rara si en el celular para correr suena Thalía, que bailan raro si estamos acostumbrados al zapateo y al meneo, que no se entiende qué dice la letra de Red Moon si nos encanta Luna tucumana. Ni tamborcito calchaquí, ni perdidos en las cerrasones, cuando sale el primer sol de la mañana, los chicos del grupo hacen una pausa, se sientan en las escalinatas para hablar con eltucumano: y hablan, y dicen, y sienten y piensan sobre lo que hablan, dicen y sienten. Y lo dicen así.
“Somos Carlos, Rocío, Denise y Pablo. Estamos bailando k-pop. Pero no BTS. El grupo se llama Kard, como carta en inglés, pero con K. Del grupo original, a quien represento yo es de Norteamérica, mitad coreano. O sea, la madre es coreana, el padre es brasilero, él nació en Estados Unidos. Los otros son de Corea. No son tailandeses ni chinos. Todos dicen: ‘¿Cómo te puede gustar eso? ¿Cómo te pueden gustar los chinos?' Nadie los llama asiáticos. El fandom se llama Hidden Kard, Carta oculta. BTS tiene Army. Hay otro grupo que se llama Exo-l. Otro que se llama Ateez y el fandom es Atiny. Nosotros lo que estamos haciendo es ensayar, haciendo lo que nosotros llamamos el dance cover que es, básicamente, copiar la coreo de ellos. Hay muchísimos grupos que hacen esto: grupos, solistas, muchísimos”. Pausa.
K-pop, BTS, Kard, Hidden Kard, Army, Exo-l, Ateez, fandom, Atiny, dance cover: ¿cuántas palabras de las que pronuncia Carlos conocemos? Seguimos: “Hacemos lo que hacemos para presentarlos en eventos, lo cual ahora no podía hacerse por la pandemia ya que no había muchas reuniones en la plaza. Los eventos comienzan los sábados a las tres de la tarde y estamos aquí hasta las siete u ocho de la noche. Nos juntamos en la plaza Urquiza por el espacio. Tenés el enchufe para conectar el parlante, espacio para bailar sin molestar a nadie y también por el tema de los colectivos. La mayoría de los colectivos pasa por acá, o a tres cuadras y te deja por acá cerca, por la Sarmiento, por la Corrientes. La plaza Urquiza es un punto central. No pasa lo mismo que con la plaza Independencia, más que ahora está en remodelaciones. Y no tenía lugar para bailar. La plaza Urquiza es muy linda y cómoda”.
Ya más ubicados en el inmenso mapa urbano tucumano que nos desborda, ya más conocido el paño, ¿cómo se conocen ellos? Carlos y Rocío van al colegio Don Orione. Denise, a la Comercio N° 2 y Pablo egresó del Don Orione: “Pero nos empezamos a conocer por Instagram. Se publican mensajes que se busca un integrante para sumar al grupo que baila. Y también en la plaza: un amigo conoce un amigo y ese amigo tiene otro amigo y así te vas expandiendo vos mismo mientras charlás y conocés a otros chicos a quienes nos conecta la misma música”.
Mientras la cumbia, el rock o el pop latino suena en los celulares de los recreos de las aulas públicas o privadas, Carlos, Rocío, Denise y Pablo siempre escucharon otra música. Si alguna vez se sintieron o los hicieron sentir distintos a la mayoría de los chicos (también con nobles intenciones, claro, pero simplemente con gustos distintos) es aquí y es ahora, un sábado o un domingo a la mañana en la plaza Urquiza, donde Carlos, Rocío, Denise, Pablo y sus amigues se unen.
Vuelta tras vuelta, mientras la respiración empieza a acomodarse a esto que se llama caminar, trotar o correr en la plaza Urquiza, de repente aparece un grupo de jóvenes. Son cuatro. Se llaman Carlos, Rocío, Denise y Pablo. Mientras los adultos comienzan a agitarse, mientras usted todavía duerme (y nadie lo juzga), nuestros jóvenes héroes y heroínas dejan sus mochilas con pins y mini alcohol en gel y llaveros, sacan un parlante portátil JBL flip 5, estiran sus propios cuerpos, estiran las palmas de la mano, mecen el cuello, se acomodan los cintos DC, guardan las cadenas que hace Carlos atadas a los cintos, se sacan los accesorios de las muñecas, ajustan el tiro de sus jeans cómodos como el de Rocío y Denise, o deportivos como Pablo y empiezan: uno, dos, tres, va, uno, dos, tres, va.
Quienes caminan, trotan o tienen el aire para correr comienzan a verlos cerca de los mástiles, siguen de largo y ya les queda la pregunta básica, bien intencionada, pero enigmática al fin: ¿qué hacen? ¿Qué hacen esos chicos que no son tan chicos? Que son chicos si sos grande, que escuchan música rara si en el celular para correr suena Thalía, que bailan raro si estamos acostumbrados al zapateo y al meneo, que no se entiende qué dice la letra de Red Moon si nos encanta Luna tucumana. Ni tamborcito calchaquí, ni perdidos en las cerrasones, cuando sale el primer sol de la mañana, los chicos del grupo hacen una pausa, se sientan en las escalinatas para hablar con eltucumano: y hablan, y dicen, y sienten y piensan sobre lo que hablan, dicen y sienten. Y lo dicen así.
“Somos Carlos, Rocío, Denise y Pablo. Estamos bailando k-pop. Pero no BTS. El grupo se llama Kard, como carta en inglés, pero con K. Del grupo original, a quien represento yo es de Norteamérica, mitad coreano. O sea, la madre es coreana, el padre es brasilero, él nació en Estados Unidos. Los otros son de Corea. No son tailandeses ni chinos. Todos dicen: ‘¿Cómo te puede gustar eso? ¿Cómo te pueden gustar los chinos?' Nadie los llama asiáticos. El fandom se llama Hidden Kard, Carta oculta. BTS tiene Army. Hay otro grupo que se llama Exo-l. Otro que se llama Ateez y el fandom es Atiny. Nosotros lo que estamos haciendo es ensayar, haciendo lo que nosotros llamamos el dance cover que es, básicamente, copiar la coreo de ellos. Hay muchísimos grupos que hacen esto: grupos, solistas, muchísimos”. Pausa.
K-pop, BTS, Kard, Hidden Kard, Army, Exo-l, Ateez, fandom, Atiny, dance cover: ¿cuántas palabras de las que pronuncia Carlos conocemos? Seguimos: “Hacemos lo que hacemos para presentarlos en eventos, lo cual ahora no podía hacerse por la pandemia ya que no había muchas reuniones en la plaza. Los eventos comienzan los sábados a las tres de la tarde y estamos aquí hasta las siete u ocho de la noche. Nos juntamos en la plaza Urquiza por el espacio. Tenés el enchufe para conectar el parlante, espacio para bailar sin molestar a nadie y también por el tema de los colectivos. La mayoría de los colectivos pasa por acá, o a tres cuadras y te deja por acá cerca, por la Sarmiento, por la Corrientes. La plaza Urquiza es un punto central. No pasa lo mismo que con la plaza Independencia, más que ahora está en remodelaciones. Y no tenía lugar para bailar. La plaza Urquiza es muy linda y cómoda”.
Ya más ubicados en el inmenso mapa urbano tucumano que nos desborda, ya más conocido el paño, ¿cómo se conocen ellos? Carlos y Rocío van al colegio Don Orione. Denise, a la Comercio N° 2 y Pablo egresó del Don Orione: “Pero nos empezamos a conocer por Instagram. Se publican mensajes que se busca un integrante para sumar al grupo que baila. Y también en la plaza: un amigo conoce un amigo y ese amigo tiene otro amigo y así te vas expandiendo vos mismo mientras charlás y conocés a otros chicos a quienes nos conecta la misma música”.
Mientras la cumbia, el rock o el pop latino suena en los celulares de los recreos de las aulas públicas o privadas, Carlos, Rocío, Denise y Pablo siempre escucharon otra música. Si alguna vez se sintieron o los hicieron sentir distintos a la mayoría de los chicos (también con nobles intenciones, claro, pero simplemente con gustos distintos) es aquí y es ahora, un sábado o un domingo a la mañana en la plaza Urquiza, donde Carlos, Rocío, Denise, Pablo y sus amigues se unen.
“A todos quienes escuchamos k-pop los identificamos por la vestimenta muchas veces: es por lo general ropa oscura o tonos claros. O sea es uno o lo otro. No hay término medio: tenés los blancos, negros o grises por un lado, o los pasteles por el otro. Por lo general se usan accesorios y ropa que por lo general no ves muy seguido: buzos más sueltos, más grandotos, pantalones deportivos. Es ropa que no es común como la que venden en Costa High, un local que vende ropa de otros lados, o ropa que usamos los fandancers”, explica Carlos, quien se autosustenta la movilidad y sus gastos personales con la venta de esos accesorios que sus amigos usan y ahora guardan.
Mientras yo duermo, usted duerme, nosotros dormimos, vosotros dormís, ellos no. Mientras otros chicos comienzan a palpitar el fin de semana del amigo, hacen previas, cargan bolsas de hielo de Buby, se reúnen en las casas, vuelven tarde, aprovechan la mañana para descansar hasta el mediodía y se levantan cuando ya está la comida, ellos no. Los protagonistas de esta nota van por otro lado: predican una vida más sana desde lo físico y lo mental, alejándose de las tentaciones de la edad, del barrio, de la época.
“Nos ayuda a no caer en nada. Claro que si uno quiere salir a la noche, sale, pero se cuida. Por ejemplo, sabemos que tenemos ensayo temprano. Vamos a la misma fiesta la noche anterior, volvemos temprano, descansamos bien y venimos a ensayar. Es una cuestión de responsabilidad. Juega mucho ese papel. Si nosotros somos cuatro ahora los que tenemos que bailar y falta uno, ya se nos complicó el ensayo. El baile te ayuda mucho en la responsabilidad y te compromete a venir”.
Carlos viene de barrio UTA, Denise de barrio 24 de Septiembre y Pablo y Rocío de Villa Urquiza. ¿Qué sienten cuando bailan? Dice Rocío: “Que me puedo expresar”. Dice Denise: “Relajación”. Agrega Rocío: “Nosotras dos vamos a una misma academia de baile con otra profesora y bailamos otros ritmos y eso nos ayuda también a sacar todo el estrés de la semana”.
¿De qué habla un joven cuando habla de estrés? Lo explica Carlos: “A nuestra edad atravesamos muchas cosas, muchos cambios. Y bailar es una linda forma de liberarse, de tener un poco más de paz mental. Durante esa hora y media de ensayo te liberás de todo, te relajás y entonces volvés a tu casa más cansado entonces ya no tenés que sufrir una noche de insomnio que pensás cualquier cosa, y dormís más tranquilo. Yo estoy en un grupo de competencia que incluye otros ritmos: ensayo tres veces a la semana, y está bueno porque literalmente te liberás de todo, pensás solamente en eso. O si estás solo en tu casa y te sentís mal o desganado ponés un poco de música, te ponés a bailar y descargás un poco de ese estrés”.
¿Y los padres? ¿Qué hacen los padres? ¿Se meten? ¿Los dejan ser? ¿No quieren meterse? ¿Tienen miedo a meterse? ¿Acompañan? “Nosotros tenemos suerte porque nos apoyan. Cuando les demostrás que cumplís, te apoyan. Si publicás esto, podés decir que es lindo que los padres te apoyen. Es lindo sentirlo y no luchar contra eso. Les damos gracias a nuestros padres que nos acompañan, nos traen. A mí me da plata mi papá para venir en el colectivo, me ayuda a pagar los vestuarios: tenés que comprar tela, llevarlo a una modista. Es un ambiente serio, hay competencias grandes en los cuales podés ganar plata. No sé si conocés Mundo Anime: el primer premio era como 30 mil pesos. Es decir que lo podés tomar por el lado aficionado o profesional”, explica Carlos. Y Rocío, quien está estudiando el instructorado en Ritmos Urbanos, agrega: “Ahí aprendo un montón de cosas que incorporo para bailar, está muy bueno”.
Si tenemos más de 30 años, ni intentemos hacer en nuestras casas los movimientos que los fan dancers hacen. Primero aprendamos a verlos y a saber a quiénes representan en casa paso, en cada coreo que ofrecen: “¿Cuál es la clave para bailar bien? Esforzarse es lo más importante. Ver mucho los movimientos, los pasos que hacen. Por lo general vos representás a uno de los chicos, tomás el personaje. Decís: ‘Yo tengo que copiarle a él’. Tenés lo que se llama la fan cam que durante una presentación sigue solamente a un chico o una chica: un camarógrafo sigue solamente a él, entonces podés ver sus gestos, estudiar sus movimientos”.
Mientras yo duermo, usted duerme, nosotros dormimos, vosotros dormís, ellos no. Mientras otros chicos comienzan a palpitar el fin de semana del amigo, hacen previas, cargan bolsas de hielo de Buby, se reúnen en las casas, vuelven tarde, aprovechan la mañana para descansar hasta el mediodía y se levantan cuando ya está la comida, ellos no. Los protagonistas de esta nota van por otro lado: predican una vida más sana desde lo físico y lo mental, alejándose de las tentaciones de la edad, del barrio, de la época.
“Nos ayuda a no caer en nada. Claro que si uno quiere salir a la noche, sale, pero se cuida. Por ejemplo, sabemos que tenemos ensayo temprano. Vamos a la misma fiesta la noche anterior, volvemos temprano, descansamos bien y venimos a ensayar. Es una cuestión de responsabilidad. Juega mucho ese papel. Si nosotros somos cuatro ahora los que tenemos que bailar y falta uno, ya se nos complicó el ensayo. El baile te ayuda mucho en la responsabilidad y te compromete a venir”.
Carlos viene de barrio UTA, Denise de barrio 24 de Septiembre y Pablo y Rocío de Villa Urquiza. ¿Qué sienten cuando bailan? Dice Rocío: “Que me puedo expresar”. Dice Denise: “Relajación”. Agrega Rocío: “Nosotras dos vamos a una misma academia de baile con otra profesora y bailamos otros ritmos y eso nos ayuda también a sacar todo el estrés de la semana”.
¿De qué habla un joven cuando habla de estrés? Lo explica Carlos: “A nuestra edad atravesamos muchas cosas, muchos cambios. Y bailar es una linda forma de liberarse, de tener un poco más de paz mental. Durante esa hora y media de ensayo te liberás de todo, te relajás y entonces volvés a tu casa más cansado entonces ya no tenés que sufrir una noche de insomnio que pensás cualquier cosa, y dormís más tranquilo. Yo estoy en un grupo de competencia que incluye otros ritmos: ensayo tres veces a la semana, y está bueno porque literalmente te liberás de todo, pensás solamente en eso. O si estás solo en tu casa y te sentís mal o desganado ponés un poco de música, te ponés a bailar y descargás un poco de ese estrés”.
¿Y los padres? ¿Qué hacen los padres? ¿Se meten? ¿Los dejan ser? ¿No quieren meterse? ¿Tienen miedo a meterse? ¿Acompañan? “Nosotros tenemos suerte porque nos apoyan. Cuando les demostrás que cumplís, te apoyan. Si publicás esto, podés decir que es lindo que los padres te apoyen. Es lindo sentirlo y no luchar contra eso. Les damos gracias a nuestros padres que nos acompañan, nos traen. A mí me da plata mi papá para venir en el colectivo, me ayuda a pagar los vestuarios: tenés que comprar tela, llevarlo a una modista. Es un ambiente serio, hay competencias grandes en los cuales podés ganar plata. No sé si conocés Mundo Anime: el primer premio era como 30 mil pesos. Es decir que lo podés tomar por el lado aficionado o profesional”, explica Carlos. Y Rocío, quien está estudiando el instructorado en Ritmos Urbanos, agrega: “Ahí aprendo un montón de cosas que incorporo para bailar, está muy bueno”.
Si tenemos más de 30 años, ni intentemos hacer en nuestras casas los movimientos que los fan dancers hacen. Primero aprendamos a verlos y a saber a quiénes representan en casa paso, en cada coreo que ofrecen: “¿Cuál es la clave para bailar bien? Esforzarse es lo más importante. Ver mucho los movimientos, los pasos que hacen. Por lo general vos representás a uno de los chicos, tomás el personaje. Decís: ‘Yo tengo que copiarle a él’. Tenés lo que se llama la fan cam que durante una presentación sigue solamente a un chico o una chica: un camarógrafo sigue solamente a él, entonces podés ver sus gestos, estudiar sus movimientos”.
Carlos tiene 18, Rocío y Denise 16, y Pablo 21: “Pero no hay edades, conozco gente de 28 que sigue bailando. Te lo podés tomar en serio. Lo importante es desayunar, comer algo, ya sea un yogurt con cereales o un mate cocido o un café con leche porque esto es fuerte, es exigente y si no te alimentás bien te puede bajar la presión. Es un mundo lindo la verdad. Hay mucha gente en la plaza y cuando van corriendo nos ven. Está bueno que se acerquen a conocer y se interesen”.
Cuando los que caminan, trotan o corren terminan la última vuelta, cuando la carpeta de Spotify gracias a Dios ya terminó de sonar, cuando suena el cronómetro del final, cuando las endorfinas le ganan al cansancio y ahora sí apuntan al café de la Santa Fe o cruzan la Sarmiento para ir a la pecera clásica de los taxistas de la parada de la 25, el bar notable de sillas rojas detrás de la gruta de la Virgen de Schoenstatt, cuando todo eso pasa, ¿cómo sigue el día de Carlos, Rocío, Denise y Pablo? “Tenemos un cumpleaños ahora: tenemos que vestirnos con la temática de los 70 o los 90. El cumple empieza a las tres de la tarde y cuando se va el sol ya volvemos a nuestras casas”, cierra Carlos, mientras la madre de Denise, quien acompaña a su hija en todos los pasos que da, se ríe porque no quiere salir en las selfies que ilustran la nota.
Cuando los que caminan, trotan o corren terminan la última vuelta, cuando la carpeta de Spotify gracias a Dios ya terminó de sonar, cuando suena el cronómetro del final, cuando las endorfinas le ganan al cansancio y ahora sí apuntan al café de la Santa Fe o cruzan la Sarmiento para ir a la pecera clásica de los taxistas de la parada de la 25, el bar notable de sillas rojas detrás de la gruta de la Virgen de Schoenstatt, cuando todo eso pasa, ¿cómo sigue el día de Carlos, Rocío, Denise y Pablo? “Tenemos un cumpleaños ahora: tenemos que vestirnos con la temática de los 70 o los 90. El cumple empieza a las tres de la tarde y cuando se va el sol ya volvemos a nuestras casas”, cierra Carlos, mientras la madre de Denise, quien acompaña a su hija en todos los pasos que da, se ríe porque no quiere salir en las selfies que ilustran la nota.
Es una madre que mira a su hija literalmente feliz mientras baila, mientras Carlos la guía, mientras Rocío da vueltas con las manos hacia arriba, gira sobre un solo pie, levanta las manos al cielo, mientras Pablo aprende los movimientos y después de haber estado sentados en los escalones de la plaza Urquiza por más de 20 minutos (¡gracias!), ya se paran, vuelven a agitar las piernas, los brazos, suben el volumen del parlante, bailan en perfecta armonía, un, dos, tres, va, paran, hablan, se corrigen, vuelven a intentarlo, repiten, un, dos, tres, y cada vez la coreografía sale mejor, y entonces chocan sus manos.
Todo el sol les rebota en la cara y cuando empiezan a llegar los invitados al cumpleaños temático llega la hora de los abrazos: son abrazos largos, cariñosos, sentidos. Se nota que se quieren y se cuidan. Algunos eligieron vestirse como los 70 y otros como los 90: un joven de rasgos orientales sonríe con su campera de cuero y el jopo sin gel, como un John Travolta en Grease; o una joven de 18 años que habla cinco idiomas (y le enseña coreano a Denise) está vestida de hippie y cuenta que su mamá habla 8 idiomas y que quiere ser como ella, pero eso será parte de otra historia. Ahora, por lo pronto, esta mañana todos bailan, todos cantan, y sonríen tímidos para la foto al principio. Se tapan las sonrisas con las manos y después ya no: dedos en V, trompetas en el aire como en Red Moon, selfies y un sueño: “Bailar, siempre bailar”.
Todo el sol les rebota en la cara y cuando empiezan a llegar los invitados al cumpleaños temático llega la hora de los abrazos: son abrazos largos, cariñosos, sentidos. Se nota que se quieren y se cuidan. Algunos eligieron vestirse como los 70 y otros como los 90: un joven de rasgos orientales sonríe con su campera de cuero y el jopo sin gel, como un John Travolta en Grease; o una joven de 18 años que habla cinco idiomas (y le enseña coreano a Denise) está vestida de hippie y cuenta que su mamá habla 8 idiomas y que quiere ser como ella, pero eso será parte de otra historia. Ahora, por lo pronto, esta mañana todos bailan, todos cantan, y sonríen tímidos para la foto al principio. Se tapan las sonrisas con las manos y después ya no: dedos en V, trompetas en el aire como en Red Moon, selfies y un sueño: “Bailar, siempre bailar”.

