145 años y mil secretos: la dimensión desconocida de la escuela Normal
HISTORIAS DE ACÁ
En 1875 Sarmiento fundaba la escuela Normal Juan Baustita Alberdi. Miles de niños y jóvenes transitaron y transitan sus pasillos. En cada rincón se pueden encontrar huellas de un pasado sin fronteras. Desde el bosquejo original de un escudo eterno, hasta los mitos y leyendas de quienes nunca se fueron ni se irán.

La escuela Normal cumple 145 años desde su fundación.
La Escuela Normal cumplió 145 años desde aquel 25 de mayo en el que Domingo Faustino Sarmiento la fundó, bautizándola con el nombre de quien había sido su gran amigo: el tucumano Juan Bautista Alberdi.
Desde entonces miles de jóvenes pasean por sus pasillos y aulas diariamente. Desde bebés recién nacidos en el jardín maternal, pasando por niños de tres años con delantales rojos, hasta adolescentes de 18 con guardapolvos blancos. Cientos de chicos ingresan y otros tantos se van todos los años.
Sin embargo, algunos mitos y leyendas se transmiten de promoción en promoción, generando diferentes reacciones entre quienes las escuchan. Los más incrédulos desestiman las versiones y piensan que es una farsa. Otros dan crédito a los rumores y son los que suelen ser testigos de los mejores milagros.
El mito principal es que nadie que ingresa a la escuela se termina yendo de ella. Siempre algo de cada uno queda entre esas paredes. Algunos no lo saben, en cambio otros tienen conciencia plena sobre lo que están dejando, y a su vez lo que se están llevando consigo.
Así, los que abonan a esta teoría pueden relatar un sinfín de situaciones en las que viejos alumnos fueron vistos recorriendo los patios, como si formarán parte de una dimensión parelela.
Hay quienes aseguran que en la cancha de fútbol puede verse a Nancy y sus compañeras abriendo el camino del fútbol femenino en Tucumán y que con ellas juegan los “Los Pibes del Anses”, equipo que acaba de ser elegido como el mejor de la historia de la Normal.
En esa misma cancha están los de la 2003 que junto a los de la 2006 fundaron La N Fútbol Club, en honor a la institución y que ya compiten hace 10 años. De golpe entra un rubito que la rompe, se llama Augusto Max y tiene pasta de crack. Desde la rampa relata Félix Cerrutti.
En el salón de actos, Mariano, Christian, Fedra, María Julia, Alejandra y otros compañeros salvan la democracia argentina con una performance inolvidable sobre Malvinas. Las Pascuas del 87 son eternas para ellos.
En cualquier pasillo, el Víctor preceptor le da consejos al Víctor alumno de primaria, mientras Víctor alumno de secundaria toca la guitarra para los hijos de Víctor y todas la generaciones de todos los tiempos.
El Loco Yepez toca Pink Floyd, el Profe Sosa lo aplaude desde abajo. La Carmela se juega un truco y lo hace dormir afuera al Gordo Rogelio. Pato Char canta el himno en un acto, pero se sueña en el Mundial de Corea y Japón.
Todo eso sucede, mientras los alumnos de este año con sus propias vivencias, imprimen, sin saberlo, sus huellas para el futuro.
Pero si de huellas y de legados hablamos, la descripción gráfica de eso tiene nombre y apellido. Y decimos gráfica literalmente, porque nos referimos del que con lapicera Bic, un día garabateó el escudo que todavía hoy luce orgulloso en cada gorro, bandera, buzo o remera de la Normal.
Corría el año 1991, el Centro de Estudiantes, presidido por Valeria Olarte, convocó a un concurso para presentar un logotipo que se utilizaría en llaveros y un mural: “Yo estaba en 5° año y el premio era una lapicera, un portamina y un sánguche de milanesa de Pepe, de la cantina”, recuerda Gabino Sáenz Landaburu, quien terminaría ganando ese certamen.
El logo tiene forma circular y Gabino explica el porqué: “La mayoría de las personas que participaban del concurso se basaban en el monograma que va cocido al delantal que tiene forma de rombo. Entonces yo quise salir de ese estereotipo, y pensé uno que además era más cómodo para aplicar en un llavero”.
“En esa época estaba de moda el tema de la perspectiva, así que jugué un poco con eso. Hice varios diseños hasta que elegí ese y lo presenté. El original está hecho con lapiceras roja y negra, las dos Bic”, relata.
Sin embargo, el escudo que hoy se conoce lleva los colores azul y celeste: “Cuando gané el concurso, se aprobó hacer un mural en el patio donde está la cancha de vóley y ahí le pusimos los colores que siempre usaba la escuela, que son los que están en el monograma”, agrega.
Ese mural persiste pintado en el patio 29 años después, y Gabino no puede ocultar la emoción que le genera que tras tantos años los chicos sigan usando su logotipo: “Yo trabajo en el centro y veo muchos de los alumnos que portan el escudo y me emociono”.
Gabino es el mayor de seis hermanos, todos fueron alumnos de la escuela, charlando con ellos es que salió la idea de publicar en las redes una imagen de aquel primer bosquejo: “Ellos me decían que debería cobrar algo por los derechos de autor. Yo les dije que ese fue mi legado. Yo lo había hecho pensando en ganarme una milanesa y generé el escudo de la escuela”.
Hablar con Gabino me provoca una inevitable nostalgia, llevándome a un viaje en el tiempo que culmina 20 años atrás. La Normal cumplía 125 años y la peatonal estaba llena en aquellos festejos, había un escenario, música y baile. Gente de todas las edades con la alegría eterna de un quinceañero. Ahí vi por primera vez a los alumnos de todas las épocas conservados en la dimensión parelela. Así que soy uno de los que puede confirmar la veracidad de ese mito. Yo iba a segundo año, y ese día supe para siempre que el pacto con La Escuela es de por vida.

Imagen original del diseño del escudo de la Escuela.

Escudo diseñado por Gabino Saenz Ladaburu, pintado en el mural del fondo y en centro de la cancha de voley.

Encuentro de egresados realizado en el año 2008.