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"He visto de todo": la cuarentena de Alfredo, un servimoto en Tucumán

HISTORIAS DE ACÁ

Se calza el barbijo, los guantes, arranca la moto a las ocho de la mañana y vuelve a su casa a las seis de la tarde. Entra al centro y llega hasta Tafí Viejo. Qué le piden, cómo se cuida y qué vivió durante este tiempo, a casi un mes del aislamiento social y obligatorio.

Alfredo esta mañana, antes de salir a trabajar.





Alfredo A. Pomponio se calza el barbijo, los guantes y arranca en la moto. No tiene tanto tiempo para pensar en quedarse o no en su casa, en qué hago hoy, en cuántos capítulos me faltan, cuánto le queda en el cajero, qué día es, si ya es 1°, 10, 17 o fin de mes. Vive del día como muchísimos tucumanos y tucumanos y hay una persona que no puede esperar.


Cuando su hija Brenda llegó a este mundo tan distinto hace cinco años, Alfredo le cargó 100 pesos a la moto y arrancó como delivery de la sucursal de Pizza Nuova de la Méjico primera cuadra: “Ahí empecé con la cadetería. Después de Pizza Nuova, cerca de mi casa, empecé en Los Negros. Hacía el delivery, las compras para la parrilla, de todo un poco".


Pedido va, pedido viene, Alfredo fue ganándose la confianza de los clientes, quienes empezaron a llamarlo por fuera de los horarios de almuerzo o cena. La mayoría es gente sola, o grande, con algún temita de salud, con un antojo de kiosco, con ganas de estrenar una prenda íntima a la noche, o lo que sea: Alfredo es el muchacho de 33 años que va a una dirección, retira algo de esa dirección, y lo lleva a otra dirección. ¿Quién paga los 100 pesos del trámite? “No hay una ley sobre eso”, afirma.


Lo cierto es que Alfredo tenía una base de clientes, pero el celular se le empezó a llenar de mensajes de números desconocidos desde el viernes 20 de marzo, el primer día de la cuarentena declarada la noche anterior por el presidente Alberto Fernández, hace ya casi un mes, ¿se acuerdan? Alfredo recuerda el inicio de estos 28 días y 28 noches de cuarentena social y obligatoria: “No había tantos cadetes que se animaran a salir a la calle con todo esto que estaba pasando. Ahora trabajo más. Ningún compañero quería entrar al centro porque le decían a la dueña que le querían quitar la moto. Tengo todos los permisos correspondientes. Nunca tuve problemas con la Policía”.


A través de los ojos de Alfredo subido a su moto se puede recorrer el clima de las calles tucumanas que transita de 8 a 20, qué sensación se respiraba, qué miraba, qué palpaba hace casi un mes y qué pasa ahora: “Las primeras dos semanas todos estaban muy asustados. He visto de todo: desde que te atendieran desde la ventana, o que no salieran de la casa, que te bajaran las cosas por el balcón a la calle, o directamente en sobres para que las retirara sin abrir la puerta. Había mucho miedo en la calle, todo estaba vacío".


En consonancia con los días actuales, todavía en cuarentena hasta el 26 de abril, Alfredo dice: "Ahora ya están todos un poco más tranquilo. Ya no es como antes. Creo que porque no hay tantos enfermos ya. Ayer y hoy he visto la calle casi normal de gente hasta el mediodía. Hay mucha más gente entre las 10 y las 13. Después de las 14 ya no queda mucha gente”.


¿Cómo es salir a la calle y estar expuesto en tiempos de cuarentena? “La mayoría de la gente que me llama es gente grande y ahora, con todo esto que está pasando, trabajo más. Tomo todos los recaudos antes de salir. Soy muy creyente. Creo en Dios. Me encomiendo a Él antes de salir a la calle. Pero lo más importante: no me descuido en ningún momento. Uso barbijos, guantes, alcohol en gel constantemente”.


“Hago lo mismo en la casa de comida vegetariana donde trabajo por la mañana, antes y después de cada pedido que hago, antes y después de cada trámite de cadetería, antes y después, así siempre”, relata Alfredo, exceptuado en el listado de servicios esenciales no alcanzados por la cuarentena obligatoria, una de las 42 actividades, la que reza: “Reparto a domicilio de alimentos, medicamentos, productos de higiene, de limpieza y otros insumos de necesidad”.


Fanático de River, Alfredo siempre lleva el escudo en la gorra o la campera. “Los viajes más lindos que hice fue siguiendo a River a Brasil, Paraguay, al único lugar donde no me animé es a Ecuador y a Venezuela. En mi trabajo en la moto conozco a mucha gente: hay un señor que jugó en River y ahora tiene un negocio en la San Juan. Debe tener unos 65 años. Le compro pan, tortilla, remedios, lo que haga falta. Viajo al centro o adonde haga falta. Todos los días le cargo 150 pesos:  voy hasta Lomas donde hago las entregas de una chica que vende lencería, o hasta Tafí Viejo, pasando la avenida Alem está todo vallado”.

Entre la mañana y la tarde, Alfredo vuelve a su casa, se pega una ducha, almuerza, se tira 15 minutos a la cama y vuelve a arrancar: “Lo que más llevo de casa a casa es alimento y ropa. El fin de semana llevé muchos huevos de pascua, cosas dulces, huevos de pascuas relleno. También cosas de higiene o limpieza: dentífrico, maquinitas de afeitar, esas cosas”.


Pero al final del día es cuando Alfredo lleva el pedido más importante, el que no puede faltar, el que está escrito en un papel con letras de colores, un sol, una moto y un señor. Son las primeras palabras escritas de Brenda, su hija: “Yo hace cinco años que trabajo de ésto, justo cuando nació mi hija. Brenda tiene 5 años, pero parece de 10. Es  muy inteligente. Sabe todo lo que está pasando. Me extraña mucho cada día que salgo a trabajar. Se preocupa. Me llama por teléfono. Para ella soy como un Papá Noel: un huevo Kinder, un yogurt, una golosina, una porción de pizza, lo que me ponga en la lista, yo se lo llevo”.