"El vampiro de la ventana": El asesino serial que aterrorizó a Tucumán
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Florencio Roque Fernández atormentó durante siete años a los vecinos de Monteros. Pobreza extrema, esquizofrenia y la película Drácula marcaron la historia de este criminal que asesinó a 15 mujeres destrozando sus cuellos con los dientes.

Foto de La Nación.-
Florencio Roque Fernández o más conocido como el “El vampiro de la ventana”, supo aterrorizar a Monteros entre 1953 y 1960, años en los que, de acuerdo a las autoridades, asesinó a 15 mujeres mordiendo violentamente sus cuellos.
La historia de Fernández, nacido en 1935, atraviesa la pobreza extrema, una severa esquizofrenia y la marca que dejó la película de terror Drácula, que vio en un cine local a los 15 años.
El periodista Daniel Santa Cruz, escribió una excelente crónica para La Nación sobre la vida de este asesino tucumano, que se encuentra entre los más famosos de la historia argentina.
A continuación la crónica completa de Santa Cruz:
Fernández, el vampiro de la ventana
Durante siete años, entre 1953 y 1960, la policía tucumana recibía a diario denuncias de vecinos de la localidad de Monteros que aseguraban haber visto volar a un vampiro en algún lugar del pueblo. Eran años muy especiales para los tucumanos, que, con la llegada del gas natural, soñaban con expandir la producción de sus ingenios azucareros, hecho que entonces prometía ser el pilar más importante para desarrollar un porvenir venturoso para la provincia.
La política local estaba ocupada debatiendo cómo construir su propio destino, observando pasar la intervención peronista, a cargo de José Humberto Martiarena, y luego la intervención militar, con el coronel Antonio Vieyra Spangenberg.
Pero Monteros estaba ajeno a la efervescencia política y atravesaba su propio debate; uno que exacerbaba sus propios miedos y estaba centrado en una sucesión de casos que le daba cuerpo a una leyenda: la del vampiro asesino. Ese mito iba a tener expectantes por un largo tiempo a las secciones de noticias policiales y sucesos de todos los periódicos del país.
El relato estaba basado en la aparición de un asesino serial: Florencio Roque Fernández, un joven oriundo de Monteros, nacido en 1935 en la periferia más pobre de esa población. Los asesinatos perpetrados por él, su modus operandi y la falta de resolución de un caso que necesitó de la participación de la Policía Federal para ser esclarecido, llevó a un diario tucumano a bautizar al asesino como "el vampiro de la ventana" o "el vampiro de Monteros".
De niño, Fernández fue diagnosticado con una psicopatía que nunca fue tratada y que, con el correr de los años, se transformó en una severa esquizofrenia. Abandonado por su familia y obligado a vivir solo en la calle, mendigó, rapiñó y durmió a la intemperie, padeciendo el hostigamiento de quienes lo veían como "un loquito suelto".
Un hecho nunca corroborado, pero que circuló entre los investigadores de la época, señala que Fernández vivió a los 15 años un episodio que cambió su vida: fue al cine local a ver la película Drácula, de Tod Browning, un film de culto para el cine de terror estrenado en Nueva York el 12 de febrero de 1931 e interpretado por el mítico actor húngaro Bela Lugosi, que cuatro años antes ya había encarnado, sobre las tablas de los teatros de la avenida Broadway, al sanguinario conde de Transilvania creado por el escritor Bram Stoker.
Algunos artículos, recuperados por autores de libros sobre asesinos seriales, señalan que los psiquiatras que alcanzaron a tratarlo en la cárcel consideraron que Florencio Fernández se mimetizó con el personaje del vampiro, ayudado por una avanzada fobia a la luz solar. Esta fotofobia lo hacía pasar el día en una cueva abierta en una de las caleras que lindaban con el casco urbano de Monteros. Solo salía de noche, cuando, justamente, cometía sus crímenes.
El primero de ellos ocurrió en enero de 1953. Aprovechando que la gente del pueblo dormía con las ventanas abiertas, producto del intenso calor, y luego de haber acechado durante horas a la víctima, Fernández ingresó en la habitación de una mujer joven, la golpeó con un martillo y luego mordió su cuello hasta desgarrarlo y provocar su muerte.
Tenía solo 17 años cuando, como aquel conde Drácula que vio en la pantalla plateada de un cine de pueblo, hincó arteramente sus dientes en una víctima. Monteros, conocido como "La fortaleza del folklore" y como cuna del mítico bandolero Mate Cosido -nacido en ese pueblo a fines del siglo XIX como Segundo David Peralta, y muerto cinco años después de que naciera Fernández, en enero de 1940-, sumaba, entonces, un nuevo nombre propio a su historia: "El vampiro de la ventana".
Durante siete años, entre 1953 y 1960, la policía tucumana recibía a diario denuncias de vecinos de la localidad de Monteros que aseguraban haber visto volar a un vampiro en algún lugar del pueblo. Eran años muy especiales para los tucumanos, que, con la llegada del gas natural, soñaban con expandir la producción de sus ingenios azucareros, hecho que entonces prometía ser el pilar más importante para desarrollar un porvenir venturoso para la provincia.

Florencio Roque Fernández.-
Acechador nocturno
Aquella forma de atacar a sus víctimas se repitió un mes después, y luego sucesivamente hasta alcanzar, en siete años, los 15 asesinatos que le fueron atribuidos a Fernández. Una vez que elegía a su víctima, la seguía durante varias noches. La observaba en la oscuridad y, cuando por fin la encontraba sola en su casa, se metía por la ventana, aprovechaba, para eso, los días de calor, en los que era común evitar tener cerrados los ambientes, incluso los que daban a la calle.
Dejaba su impronta, pero no era, en todo caso, un acto lascivo de belleza casi sensual como el del conde ficticio que acometía contra la humanidad de hermosas doncellas para saciarse con su esencia vital.
Finalmente, el asesino serial tucumano conocido como "el vampiro de la ventana" fue detenido el 14 de febrero de 1960, dos días después de que se estrenara la cinta que le daría fama mundial y eterna a Bela Lugosi y de la que salieran las escenas que, durante siete años, el propio Fernández encarnó, pero con modelos reales y saña inigualable.