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El policía encadenado que vende pastafrolas en Tucumán

HISTORIAS DE ACÁ

Daniel Ezequiel Robles Espeche tiene 23 años y desde chico la vocación de trabajar en la Fuerza. Hace un año y cuatro meses fue cesanteado y en esta nota argumenta las razones. Desesperado vende tartas y masas: "Mi hijo nace en dos semanas, no sé qué más hacer". ¿Qué pasó?

Daniel Ezequiel Espeche Robles pide volver a la Policía de Tucumán.





Espeche Robles Daniel Ezequiel se quita las cadenas que pesan cinco kilos y levanta una caja de plástico que contiene pastafrolas y tartas de coco. La caja había estado entre sus borcegos, un piloto para la lluvia y el casco de la moto. Como indica el cartel pegado a la caja, las pastafrolas y tartas de coco se venden dos por 20 pesos. Mientras Espeche Robles Daniel Ezequiel tiene las manos libres para la venta, una persona elige dos pastafrolas. Le da los 20 pesos y le da la mano. Otra pareja se acerca con un billete de 50 pesos: el varón le pide también dos pastafrolas, pero la mujer lee el otro cartel que acompaña la escena y le dice que compre dos pastafrolas más y que en lugar de los diez pesos le dé una tarta de coco. Y también le da la mano. 

Si algo le falta a la escena que protagoniza Espeche Robles Daniel Ezequiel, un policía de 23 años que ahora vende tartas y budines en la plaza Independencia frente a la Casa de Gobierno, es el pesebre que tiene de fondo. "Hace cinco días que estoy encadenado aquí. Cuando veo el pesebre, les ruego que me brinden ayuda. Hay un techo, hay una casa, y es lo que uno quiere. Mi hijo nace en dos semanas, no sé qué más hacer. Se va a llamar Gustavo Baltazar, en homenaje a mi tío que me acompañó en los momentos más difíciles de mi preparación para ser policía, de cumplir mi sueño y falleció dos semanas después de que me recibí", relata el joven vestido con la ropa de servicio que le quedó y una medalla de San Benito que lo ha acompañado desde la mañana que todo cambió.

"Hace un año y cuatro meses me llamaron en carácter de urgente del D1, el departamento personal de Policía. Yo cumplía el turno mañana en la motorizada de Yerba Buena. Sin mayores explicaciones, a mí y a ocho compañeros nos dejaron cesantes presentando un expediente administrativo elevado con falencias, con sumarios administrativos sin notificaciones previas. Esa mañana fue terrible: todos shockeados, llorando, entregando la chapa, la credencial, el arma y todo lo que te brindaba la institución", dice Espeche Robles, a quien desde chico en el barrio San Martín, detrás de la Coca, le dicen Gorra. "Siempre usé gorrita y justo se aplica al trabajo que hago, a mi vocación. Desde chico que quiero servir al prójimo. El otro día, mientras estaba aquí en la plaza, un muchacho quedó inconsciente mientras iba en la moto. Y me salió ir a socorrerlo. Eso no pasa por ser policía o no. Nace de que uno es persona y debe cuidar al otro".

Nueve meses trabajó Espeche Robles en la Policía. Mientras llega otra persona a comprarle una pastafrola, le cuenta a eltucumano.com cómo fueron esos meses de trabajo y cómo es ser policía en Tucumán: "Durante esos nueve meses viví cosas muy duras: accidentes de tránsito, delincuentes en fuga, tengo los videos y las fotos de las intervenciones, hay cámaras de situaciones dramáticas que vivimos pero siempre poniéndole el pecho a la situación. No es fácil ser policía en Tucumán: no hablo por todos, pero la misma sociedad puede jugarte en contra cuando tenés que intervenir. Sentís la presión, sentís el estrés, el peso de la gente cuando estás en funciones".

Cómo llegó a encadenarse en la plaza Independencia es lo que los curiosos que se acercan le preguntan. "¿Por qué tiene cadenas?", le pregunta un chico que se lleva gratis una tarta de coco. "Cuando nos cesantearon a mí y a mis compañeros pusieron en la carátula que había tenido excesos de notas médicas, faltas disciplinarias y aplicaron artículos que nada tienen que ver con mi caso. En nueve meses presenté sólo dos notas médicas. Jamás estuve involucrado en un hecho de corrupción, de sedición, de violencia de género, ni nada. Mi legajo personal lo demuestra, nunca tuve una sanción grave", jura Espeche Robles, quebrado durante el relato. Y agrega: "Si yo me hubiese mandado alguna inconducta, me quedo en el molde. Ni aparezco. Estaría escondido. Me daría vergüenza salir a la calle. Lo que no me da vergüenza es viralizar mi caso. Vergüenza es robar, matar".

Agotadas las instancias administrativas de reclamo, Espeche Robles decidió buscar las cadenas luego de que una mañana fuera con su novia embarazada a presenciar el nombramiento de los efectivos policiales de la Ciudad. "Pedí hablar con el ministro de Seguridad y me dijeron que espere. Con altos calores y mi novia embarazada y con conctracciones, después de tres horas esperando, nos dijeron que no me podían atender. En ese momento fui a mi casa y volví con las cadenas, desesperado y decidido. Sé que es una situación denigrante, pero no tengo pudor ni vergüenza de hacer lo que estoy haciendo".

Y el reclamo, asegura, no quedará así: "Si soy yo el que está acá es porque quizás mis compañeros no tienen conocimiento de sus derechos, yo tengo toda la información y el régimen a mano. Cuando te quitan el trabajo de un día para el otro, te dejan en la calle, en la miseria, es traumático porque me han quitado algo que me ha costado mucho sacrificio, desde el primer día estudiando en la jefatura. 2018 ha sido un año de miseria y lo único que pido es que revean mi situación. Todos somos personas y nos podemos equivocar. Ellos se han equivocado y les pido que den marcha atrás y me devuelvan mi trabajo, mi vocación de servicio. Mi hijo nace en dos semanas".

Hoy, 3 de enero, Daniel Ezequiel Espeche Robles se quedará hasta que caiga la noche en la plaza Independencia: tratará de vender las pocas pastafrolas que le quedan y las muchas tartas de coco que tiene. "Subsisto al día por las masas y los budines que hago con mi suegra y mi novia, pero a veces no alcanza para comprar todos los ingredientes. Busqué en los avisos clasificados y está difícil: para trabajar en un estacionamiento hay filas de 300 personas. Tengo 23 años y siento que me han quitado la vida. Si no encuentro una solución, iré a Buenos Aires a arrodillarme frente a la Casa Rosada. Lo único que quiero es encontrar una respuesta: ¿por qué estoy pasando todo esto si sólo hice las cosas bien?"


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