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Romina Zamora: "El insulto tucumano más típico es puramente colonial"

Entrevista

La historiadora presentará un libro que indaga en el pasado más lejano para explicar rasgos de nuestra identidad.





El próximo viernes, a las 20 horas, la historiadora Romina Zamora presentará su libro “Casa Poblada y Buen Gobierno. Oeconomía católica y servicio personal en San Miguel de Tucumán, siglo XVIII. El encuentro, auspiciado por el el Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET-UNT) y la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) ,  tendrá lugar en el Espacio Cultural de esa unidad académica, ubicada en avenida Benjamín Aráoz al 800. 
  
La presentación estará a cargo del vicedecano de la FFyL, Santiago Bliss, y de Marcelo Figueroa, investigador del CONICET y profesor de Historia Moderna. Por su parte, la Compañía Artística Los Intérpretes y el músico Martín Páez de la Torre brindarán su arte a los presentes, sobre una idea y coordinación general de Javier El Vazquez.

A una semana de la presentación, la autora brindó una entrevista a eltucumano para comentar su obra.
 

ET: ¿Por qué escribir un libro de historia colonial de Tucumán?

RZ: Suena raro, es verdad. Porque los tucumanos asociamos nuestro pasado a los orígenes del ingenio azucarero. Cuanto mucho, nos remontamos hasta 1816 y la Declaración de la Independencia, porque tenemos el símbolo, la Casa Histórica, clavado en medio de la ciudad. Pero hay mucho de nuestra identidad tucumana, desde la más popular hasta la más elitista, que no se explica con el azúcar sino con un pasado anterior.

-¿Como qué, por ejemplo?

-Te doy un ejemplo muy vulgar: los insultos. El insulto tucumano más típico es puramente colonial. Te cuento: en la ciudad de San Miguel de Tucumán había indios libres. Eso la hacía diferente al resto de las ciudades, porque los indios libres eran más altivos, menos sumisos, más atrevidos. Los indios que pagaban tributo, en cambio, no pagaban en plata como en el Alto Perú, sino en servicio personal. Eran servidumbre. Los lunes, los llevaban a la plaza y los distribuían entre los vecinos españoles que no tenían indios, para que sean sirvientes en sus casas. Esos indios eran llamados “de tasa”, por la tasa o el impuesto que tenían que pagar. Decirle a alguien “vos sos tasa”, significaba decirle “vos sos indio y siervo, yo soy libre”. Y ese insulto era posible sólo en Tucumán.

-¿Y la parte elitista?

-Eso es lo que le da el nombre al libro: los dueños de las casas pobladas, llenas de sirvientes, peones y conchabados, eran los que tenían la capacidad de mandar sobre su gente. Ese es el significado antiguo de economía, que los estudiosos prefieren llamar “oeconomia”: la antigua economía no tenía que ver con las finanzas ni con el mercado, sino que era la capacidad de mandar. Los ricos mandaban, pero no era suficiente con ser rico: tenían que ser europeos, católicos, propietarios, padres de familia y patrones. Un político de hoy que se muestra rico y acompañado de su familia, con tiempo libre, en el campo, está utilizando la imagen pre-moderna de esta capacidad de mandar: porque sólo los mejores administradores de sus propias casas podían administrar la ciudad o la república. Lo que hoy es el Estado. Y eso era el buen gobierno: el gobierno de la gente decente para la gente decente y no para la gente plebe.

-Este libro parte de una tesis doctoral. ¿Lo puede leer cualquiera?

-En realidad, este libro parte de dos tesis doctorales, una que defendí en la Universidad Nacional de La Plata y otra, varios años después, en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Pero no es una tesis, porque una tesis tiene un formato pesadísimo y aburridísimo de leer. Es un libro con formato de libro, con narraciones, con licencias poéticas, con historias de vida, pero también con las teorías que sustentan esto que digo.

-Pero no es un libro largo.

-No, y además está dividido en nueve capítulos, independientes uno del otro. Cada capítulo comienza con un relato, desde el traslado de la ciudad, los indios desnaturalizados tras las guerras calchaquíes, la cocina de las estancias, las mancebas de los estancieros, las peleas en el Manantial, donde las lavanderas iban a lavar la ropa... Historias cotidianas, contadas de modo literario. Sucesos y vidas que tuvieron lugar en la ciudad, reconstruidas a partir de expedientes de Judicial del Crimen del Archivo Histórico de Tucumán

-¿Y comían empanadas y tomaban vino?

-¿Te digo la verdad? Ninguna de las dos cosas. El vino venía de Cuyo y era caro, aquí se tomaba aguardiente, aloja y chicha, sobre todo aloja. Y las empanadas, curiosamente, tienen más que ver con la industria que con el campo. En Europa, por ejemplo, las empanadas aparecen para que el obrero pueda llevar comida a la fábrica, envuelta en masa y con un repulgue ancho, para agarrarla con los dedos sucios y tirar ese borde. Probablemente aquí hayan surgido igual, para que el obrero que no puede volver a comer a la casa, pueda llevar comida al ingenio o al surco. En Tucumán se comía de todo, muchos guisos, carne de vaca, de perdices, de chancho, muchas comidas con maíz, mucha fruta y mucha verdura. Porque en Tucumán las plantas siempre crecieron casi solamente con plantar la semilla, tanto que un cura escribió, en 1809, que Tucumán es lo más parecido el paraíso. Porque en Tucumán en cualquier lugar se puede comer algo y beber agua, por más pobre que uno sea.

Para leer más:

Romina Zamora 
Casa poblada y buen gobierno. Oeconomia católica y servicio personal en San Miguel de Tucumán, siglo XVIII
Prometeo Editorial, Buenos Aires, 2017.