Qué hay detrás del chiste que paralizó a todo un aeropuerto.
Falsa como besito de suegra, parafraseando al cantante Sebastián, así fue la amenaza de bomba que alteró anoche a todo el aeropuerto tucumano. A Dios gracias sólo fue un chiste inoportuno, aunque nada gracioso. Un hombre de 60 años se acercó al mostrador de la compañía Latam para preguntar por la demora de un vuelo y lanzó al aire: “vine a esperar a mi suegra, si se cae el avión es porque yo puse una bomba”. Después de eso, el caos: un avión demorado en la pista durante horas y otro que, luego de dar vueltas y vueltas, no tuvo más remedio que aterrizar en Córdoba. La broma terminó con decenas de pasajeros demorados y el ocurrente señor detenido. No sabemos con precisión si esas fueron las palabras que el hombre utilizó y si el tono en que las empleó fue amenazante o jocoso. Lo que cualquiera sabe es que, desde el 11 de septiembre de 2001 a esta parte, pronunciar la palabra bomba en un aeropuerto es, cuanto menos, un acto de supina imprudencia.
La semana comenzó con el asesinato del embajador ruso en Turquía Andrei Karlov (que pudo verse casi en directo por televisión) y un atentado que dejó doce muertos en la ciudad alemana de Berlín. Ante esas noticias terribles que viajan con inusitada inmediatez desde distintos puntos del planeta, la paranoia se vuelve una actitud defensiva. Vivimos en un mundo demasiado convulsionado que nos obliga a preguntarnos si estas tragedias podrían ocurrirnos también a nosotros, los que habitamos la provincia más pequeña de un país que parece, por ahora, alejado de ese tipo de conflictos internacionales. Aunque no tanto: los atentados que sufrieron la embajada de Israel y la sede de AMIA son estigmas que nos recuerdan un horror posible. En este contexto, las medidas de prevención del personal de seguridad aeroportuaria del Benjamín Matienzo resultan lógicas. Lo extraño del caso no es la situación de alerta ante alguien que declama haber puesto una bomba, sino el móvil que lo habría impulsado a hacerlo: en el avión viajaba su suegra. Sin dudas, estaríamos ante el primer caso de un ataque suegricida de semejante magnitud.
No fue un hombre de barba y turbante al grito de “Alá es grande”, como indicarían nuestros mayores prejuicios y temores, el que hizo la amenaza de bomba, sino un hombre que supuestamente quería atentar contra su suegra. La pregunta es por qué la hipótesis de un posible suegricidio resultó entonces verosímil. ¿Acaso acá nos resulta más creíble pensar en la suegra como un peligro antes que en el terrorismo internacional? No es un dato casual: somos parte de una cultura que ha estigmatizado a la figura de la suegra. Desde Doña Tremebunda, en la historieta de Condorito, hasta el vasto repertorio del humorismo local donde los chistes sobre suegras se han vuelto todo un subgénero. Ejemplos sobran y alcanza con escuchar a cómicos como Adolfo Nicolaus, “Capuchón” González y Pochi Chávez; sólo por mencionar a algunos de los exponentes regionales. Es mayor el repertorio de bromas anti-suegras que de las anti-suegros, señal inequívoca de otro dato cultural: nuestro machismo. No sería extraño entonces que el “Hombre Bomba” frente al mostrador se haya despachado con un chiste en contra de su suegra; chascarrillo que al incluir la palabra “bomba” se volvió un coctel de explosiva confusión. Por otra parte, desde nuestra posición periférica en el orden global tal vez resultan más verosímiles este tipo de móviles a la hora de imaginar posibles atentados.
Es tal vez inevitable pensar ahora en este extraño episodio desde una perspectiva cómica, pero de seguro no lo fue anoche para los pasajeros que quedaron sumidos en la incertidumbre y el miedo. Tampoco lo es para el “Hombre Bomba” que se encuentra detenido esperando declarar sobre lo sucedido. Para sumar confusión, en el vuelo que terminó desviándose a Córdoba sí había una bomba a bordo: Gladys, la más explosiva y autóctona de nuestras cantantes. Todo parece un gran chiste que se ha vuelto tragicómico. Tras la mueca de esas sonrisas veladas se ocultan acaso algunos de nuestros miedos más profundos.