MONTAÑISMO

Increíble video: tucumano estuvo cuatro días perdido en la montaña y lo encontraron con un dron

En el silencio abrazador del Valle Calchaquí, tras caer por una grieta, un tucumano de 52 años pasó cuatro días solo con su mente mientras sus compañeros de travesía lo buscaban sin cesar. El video del increíble momento cuando un dron le devolvió la respiración a toda una montaña.

14 Jun 2025 - 11:18

El momento del hallazgo. Dron: Eliseo Janzton.

El Nevado de Chuscha tiene 5.300 metros de pura adrenalina, esfuerzo y coraje. Este grupo de amigos —cinco tucumanos y un catamarqueño— lo sabe muy bien. No era la primera vez que emprendían esta travesía, atrapados más por el camino que por la cumbre. Sin embargo, nunca imaginaron que esta vez la montaña no los vería llegar juntos. Un contratiempo se convirtió en una anécdota inolvidable y, también, en una enseñanza que está muy en boga: nadie se salva solo. O, en términos montañistas, no hay que separarse del grupo.

Jorge López tiene 52 años, es carpintero y escritor. Pero, sobre todo, es un amante de la montaña. “No hacemos esto por hobbie ni por laburo. Somos peregrinos de la montaña. Es una filosofía que aplicamos hace varios años, tenemos muchos viajes encima”, cuenta, ya con los pies en tierra firme, casi una semana después de haber sido encontrado gracias a un dron operado por su amigo Eliseo Janzton.

 “Particularmente, era la segunda vez que hacía esta zona. Me perdí en el Valle del Cajón, cuando ascendíamos el abra de la yareta. Esa mañana, el tercer día de travesía, yo iba más abajo y rezagado, me caí en una grieta que me llevó al río Managua. Decidí bajar a un puesto intermedio pensando que, al buscar mayor altura, mis compañeros me verían. Estuve todo el tiempo en movimiento”, relata Jorge, con una impecable serenidad, serenidad que dan años de experiencia.

Foto: Eliseo Janzton

Hace 25 años que Jorge (o Talibán, como lo llaman sus amigos) hace travesías y sabe que las contingencias existen. Por eso, no improvisó nada cuando cayó en cuenta de que estuvo perdido: “La desesperación no entra en las reglas del juego. Más allá del grupo, cada uno tiene conciencia de lo que puede ocurrir. Nunca había estado solo en la montaña. Esto me llevó a una experiencia trascendental: estar solo con la montaña y con mis pensamientos”.

La rutina de esos días fue simple y vital: caminar, mantenerse abrigado, comer lo justo, dormir. “Cuando uno camina más la montaña, comete menos errores. Tuve miedo, vértigo, claro. En un momento subí una pared y quedé en la mitad. Respiré y resolví. Sabía que me estaban buscando. Y tenía mi equipo personal de supervivencia: buen abrigo, comida, medicinas para emergencias, bolsa de dormir, aislante térmico. La última noche me resguardé en una cueva”.

Mientras Jorge resistía, sus compañeros dejaban la cumbre de lado sin pensarlo, y se enfocaban en encontrarlo. Eliseo lo cuenta con claridad: “Estábamos todos viéndonos en la subida. Jorge iba al final, quiso tomar un atajo para adelantarse. En solo diez minutos todo cambió. Bajamos a buscarlo y rastrillamos todo, pero no lo encontramos, fue muy rápido. Lo buscamos hasta que anocheció, hicimos campamento donde dormimos la última noche, y al día siguiente decidimos subir. Las decisiones las tomábamos entre todos y tras discutirlas mucho”.

Entre suposiciones y decisiones, el grupo empezó a buscar señales: una huella, una señal, cualquier cosa que indicara que Jorge había pasado por allí. “En un campamento más atrás encontramos una prueba: un colador de café sobre una apacheta, que él dejó para mostrarnos que había dormido ahí. Supimos que estaba bajando. Fuimos a un puesto aún más abajo, un espacio habitado, el de don Mercedes, pero nos dijo que Jorge no había pasado por ahí. Otra vez, incertidumbre”, relata Eliseo para eltucumano.com.

Foto: Eliseo Janzton.

Con dos días sin noticias, decidieron bajar a Colalao del Valle para dar aviso a las autoridades: “Sabíamos que estaba bien, pero consideramos que era lo correcto informar”. La Policía se sumó de inmediato. Durmieron una hora. A las cuatro de la madrugada ya estaban subiendo otra vez. “Subimos en dos grupos porque me quedé a asegurarme de cargar las baterías del dron. Lo consideraba una herramienta fundamental”, nos dice Janzton, especialista en retratar el paisaje montañezco que rodea la Amaicha del Valle en donde vive.

 “El día cuatro saqué el dron. Suponíamos que había bajado por una quebrada o estaba en otro puesto. Lo mandé al aire y, de repente, lo vi. Primero dudé porque creí que tenía ropa de otro color. Pero era él. Intenté bajarlo, no pude, pero lo acerqué bastante. Jorge alzó los brazos. Supo que ya lo habíamos encontrado. Fue un alivio inmenso”, recuerda Eliseo con emoción.

Los bomberos de Colalao subieron con camillas por las dudas, los policías con equipo, pero Jorge estaba con su voluntad y su salud intacta. Inclusive su propio hermano se había sumado a rastrillar. Finalmente, La pesadilla había terminado. “Fue una gran preocupación para nosotros. Pero teníamos un lema: no vamos a la cumbre, vamos a volver todos”, resume Eliseo.

Pero la historia no es solo una crónica de supervivencia y templanza ante situaciones desesperantes. Es también una forma de vivir y de conectarse con la naturaleza. “Para nosotros ir a la montaña es caminar historia, descubrir lugares no tan conocidos, quebradas, puestos donde vive gente con relatos de generaciones. Es salir de la burbuja de la ciudad”, dice el entrevistado, destacando la importancia de rescatar lo nuestro.

Este grupo de amigos son casi antropólogos del paisaje de montaña, y suelen hacer una o dos travesías por año. Lo hacen con respeto, con preparación y, sobre todo, con un sentido profundo de comunidad, buscando caminos, historias y huellas de aquellos puesteros que habitan en los rincones más perdidos de los valles argentinos.

En esta oportunidad, sin embargo, la pasión les demostró nuevamente que por sobre todas las cosas, el sentido de grupo y la confianza mutua hacen que todo sea llevadero: “Subimos mil veces la montaña, pero confiábamos en que el Talibán iba a tomar buenas decisiones para que lo encontremos, y sabíamos que estaba preparado con comida y agua” dijo Janzton, en tanto Jorge remarcó: “Desde el primer momento supe que me iban a buscar y ayudar a volver”.

Los valles Calchaquíes en toda su extensión, cuentan con paisajes majestuosos y rincones que no son pisados por el hombre hace cientos de años. Sin embargo, es recomendable realizar este tipo de excursiones únicamente con personas altamente preparadas, con grupos numerosos y con todos los equipos de supervivencia posibles. 

VIDEO AQUÍ.

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