Entrevista

"Hay lugares en los que hago zoom y que no significan nada hasta que los escribo"

El poeta y editor Facundo Iniguez adelanta su última obra y revela cuál es el encanto de un cuerpo que no flota en la literatura tucumana. Para qué y para quién se escribe desde acá. Por Exequiel Svetliza.

24 May 2025 - 17:35

Facundo Iñiguez, referente de la escena literaria tucumana.

En un mundo que cruje como la cubierta del Titanic tras el impacto con el iceberg, la literatura puede ser un salvavidas, un ancla que se hunde en profundidades ignotas o una tabla como aquella en la que solo cabe Rose. Colisión y milagro de estos tiempos tormentosos, hay un cuerpo que no flota en las siempre inquietas aguas de la literatura tucumana. El artífice de este delicioso naufragio es el poeta y editor Facundo Iniguez que ahora incursiona en la narrativa con su último libro; una antología de cuentos que promete sacudir la escena local. 

Facundo nació en la localidad salteña de Metán y estudió la carrera de psicología en Tucumán donde trabaja como psicoanalista, investigador y editor. Es autor de los libros de poesía “Permanente impasse” (2016) y “Cristal entre las Yungas” (2021) y uno de los fundadores de la editorial local La Papa que ha publicado más de 30 títulos desde sus inicios en 2020. Actor gravitante del campo cultural tucumano y palabra autorizada a la hora de analizar la producción literaria de la provincia, en una charla con eltucumano.com el escritor adelanta de qué se trata su último libro “Un cuerpo que no flota” y habla de por qué y para qué seguir apostando al prodigio de la ficción en un mundo a la deriva. 

"La irrupción de Un cuerpo que no flota en la literatura argentina tiene la forma de una ciudad peculiar. Una provincia que no es espacio rural ni pueblo, sino ciudad. Música forastera, sonidos de calle, voces urbanas que resuenan a una escala distinta: en ese lugar aparece la zona literaria que estas historias reconstruyen. Y es allí también donde reside la particularidad de estos relatos, que vienen a poner en discusión la idea dominante de que la literatura de provincia es aquella que recupera sólo el espacio de pueblo y el escenario de lo ruralizado. Como si existiera una necesidad histórica de dejar al desnudo el interés político de ese mandato, Facundo Iñiguez se integra a las voces de nuestra literatura como las de Mariano Quirós y Eduardo Muslip, potentes en la prosa, disidentes frente a los lugares de orden del mundo", reseña la escritora tucumana María Lobo sobre el libro editado por Caburé Editorial y que ya puede conseguirse en precio promocional de preventa haciendo click acá: Un cuerpo que no flora. 

Antes de que el libro pueble los anaqueles de las librerías del país. Antes de que el Titanic termine su carrera irrefrenable al fondo del océano. Antes de que Jack expire su último y gélido aliento. Y antes que la realidad nos lleve puestos, Facundo conversa sobre la ficción, Tucumán y el gesto tan inútil como necesario de hacer literatura acá y ahora.  

 

-¿Cómo fue el proceso de escritura del libro? 

-El proceso fue bastante laborioso. Algunos de estos cuentos fueron escritos en el 2018 o 2019, y corregidos, incansablemente, hasta llegar a la versión final: enero de 2024. Durante esos años, de escritura de nuevos textos y constante reescritura de los que ya tenía, los laboratorios fueron distintos talleres con autores de la talla de Mariano Quirós, Julián López, Carla Maliandi, Félix Bruzzone, Agustina Caride, Santiago Craig, Alejandra Kamiya, entre otros y otras. En ese trayecto, el hallazgo más interesante fue el de poner los textos a disposición de lectores desconocidos que, de otro modo, no habría elegido. Esas lecturas y, por supuesto, las del coordinador del espacio, fueron y son (porque sigo participando en talleres) una instancia reveladora, impulsora y, también, dolorosa: recibir las percepciones sobre la propia escritura, que uno estima indiscriminadamente, fue un tramo costoso, pero fundamental. 

El seguimiento y las devoluciones de escritores con experiencia, que saben del trabajo necesario para que un texto abandone la forma de idea o abstracción, sólo comprensible para el autor, y llegue a convertirse en un cuento, es lo que me atrevo a denominar, siempre erráticamente: aprender a escribir. Eso y la lectura. Leer todo lo que se pueda. Leer como una cotidiana y silenciosa lección de escritura. 

Tenía el tono, los textos, la intención, pero faltaba algo. No podía ser tan “simple” decir tengo un libro y que haya un libro. Como editor, sé de la importancia de la lectura y curaduría de un tercero. Llamé a María Lobo, escritora que admiro. Ella se tomó el tiempo y el trabajo de hacer un análisis meticuloso y ordenador del conjunto. La clínica de obra con ella fue vital para este libro: llegué al encuentro con María con un manuscrito y, tres horas y media después, me fui con uno completamente distinto. El libro que reescribí a partir de eso, es el que Caburé Editorial seleccionó, en su convocatoria del 2024, para publicar este año.

 

-¿Por qué elegiste el nombre de “Un cuerpo que no flota”?

-De un cúmulo de cuentos, por afinidad de estilo y temas, seleccioné los que consideraba que podían formar un volumen. Apareció, por primera vez, la idea de un libro. En ese momento, como si una mano invisible hubiera estado escribiendo detrás mío, el cuento “Un cuerpo que no flota” se manifestó como el texto que daba la tónica, la clave de lectura a ese grupo de cuentos. No sin especulaciones, dudas, análisis, pruebas, consultas y un sinfín de elucubraciones obsesivas, decidí que sería el título del libro. Los elementos de ese cuento, como el desarrollo de los personajes, el trabajo sobre el arco dramático, la locación, la economía del lenguaje a la vez que el tratamiento de las imágenes y metáforas, representan, a mi criterio, características que aparecen, en diferentes dosis y tensiones, en los otros cuentos. 

-¿Cómo caracterizarías a los relatos que integran la obra?

-Es una pregunta muy difícil esta. En una clase, hace varios años, Julián López domó las fieras especulativas, ansiosas y pretenciosas que conformábamos su taller, diciendo algo que marcó mi rumbo: “escribimos el libro que podemos, no el que queremos”. 

Parto de esa premisa. Luego de las devoluciones de María, y de amigos que leyeron estos relatos, me formé una idea -sesgada, claro- de lo que pueden generar en un lector. Lobo dice que son cuentos de tema y no de trama, es decir: no se narra una sucesión de hechos de manera ordenada y redonda, al modo clásico, cortazariano, sino que hay diferentes trayectos narrativos que conforman un relato, aunados por un tema: el terror en la infancia, la injusticia, la muerte, el padre; y más. Cuando María me transmitió esta percepción, recordé la magistral conferencia de Lucrecia Martel en el MUNT, durante el FILT del 2023. Generosamente, Martel explicó una modalidad muy propia de entender la narración, que aplica en la construcción de sus películas y también en la manera de entender la vida. La historia no es un proyectil que parte de A y llega hasta B. La imagen más clara para entenderlo, explicaba trazando líneas en un pizarrón a la intemperie, es la de la relación impredecible que se establece entre un copo de nieve y otro, dentro de un domo de cristal que sacudimos con fuerza. 

Me interesa mucho esa lógica interpretativa de los hechos: reales y ficticios. Al escribir es liberadora, aunque, por momentos, todo se convierte en una gran mancha de aceite, incontenible. Tuve que recortar y reescribir muchísimos pasajes de los cuentos para que respondan a una forma estructurada y legible. Cuando el agobio y el cansancio me sobrepasaban, dejaba la escritura por un tiempo y volvía a ver la película La Ciénaga, o releía Glosa, de Juan José Saer. Y me tranquilizaba. 

Retomando la pregunta inicial: lo que puedo decir de este libro, es que son cuentos que se construyeron a partir de la amalgama entre mi experiencia: no sólo la vivida, sino también la oída y la que circula en esferas difusas, imperceptibles, pero que impactan en nosotros. El misterio que me provocan los mitos, la historia y la memoria. Y el impulso de contar: personajes, vínculos, percepciones del mundo, nimiedades del acontecer cotidiano. Lugares en los que hago zoom y que no significan nada hasta que los escribo. Inscriptos en ese espacio que abre la ficción, pueden dialogar con otras estructuras perceptivas y ficcionales. Ahora, las del lector. 

 

-Cómo te gustaría que sean leídos estos cuentos o, en todo caso, cómo imaginás a esa instancia de recepción

-Para ser honesto, no tengo expectativas de cómo va a ser la recepción de estos relatos, pero sí me interesa que lleguen a alguien. Que provoquen una idea, una sensación, y que, sobre todo, aporten algo a la gran discusión sobre qué es la ficción. Sobre todo, necesito que los cuentos salgan de esta computadora, de mi ideario. Quiero ocuparme de otras cosas que están orbitando en mi  universo escritural. Siento que Un cuerpo que no flota es una infancia que quiero dejar atrás. Tengo la ilusión de que, cuando vuelva de su periplo, el libro me traerá nueva información, algo de madurez como escritor, quizás. Eso me interesa. 

 

-¿Qué hay de Tucumán en tu ficción? ¿Cuál es la influencia del entorno en la obra?

-Estos relatos se desarrollan en locaciones que son fácilmente identificables, aunque no estén ubicadas en ningún lugar en particular, ni las conozcamos, necesariamente. Son ciudades y pueblos que circulan en el imaginario de esta parte de la sociedad y del país. Tomo elementos que me parecen llamativos, cargados de nociones que trascienden a su forma o su lugar en el mapa. Entonces, puede ser cualquier ciudad del norte, del centro o del sur, porque lo que me interesa no es particularmente la forma, sino que sirvan como escenario, que contenga las cualidades para elaborar lo que le sucede a Marito, Eva o Añú (personajes de los cuentos). Está claro que el continente es también el contenido, y tomo ese registro de doble faz: hay un relato que se ubica en un pueblo azucarero, en la época del perro familiar y todos los elementos que ya conocemos. Aunque quería que la historia estuviera cargada del afecto y los conceptos asociados a ese tema, estos sólo invisten con su impronta una trama -y subtrama- que podría suceder en San Luis, Ushuaia o Dusseldorf: lo que me interesa representar en ese cuento, “Nieve negra”, excede a la problemática de los ingenios, aunque la incluye. En este y en todos los relatos, el foco está puesto en lo universal de los personajes, en texturas y características que, aunque determinados por el contexto, su lectura no se interpreta solamente en relación a este. 

Basado en el mismo principio, escribí mi segundo libro, “Cristal entre las Yungas” (La Papa Editorial, 2021). Pictóricamente, es una oda al paisaje subtropical que envuelve nuestra región. Pero las yungas, en esa poética, representan la voracidad de lo natural, lo inefable para el impotente lenguaje humano; y que, en el mejor de los casos, podemos llamar selva. 

 

-Venías escribiendo poesía ¿cómo fue ese pasaje a la narrativa y por qué decidiste dar ese salto (si es que es un salto, claro)?

-Cuando publiqué “Cristal entre las Yungas” sentía que no iba a volver a escribir una poesía. Esta idea se me presentó durante la corrección de ese libro y persistió hasta mucho después, cuando ya estaba escribiendo narrativa. Había una nostalgia que me llegaba con interferencias, que yo traducía como una evanescencia del yo poético, de la sensibilidad ante la bruma lírica que rodea las cosas del mundo. Durante la escritura de los cuentos de “Un cuerpo que no flota”, hubo momentos en que me pasaba horas reescribiendo un párrafo, cincelando una imagen lingüística como a una escultura de mármol, obstinado en ver el destello del sol en una curvatura, o sentir la textura de la tierra en una calle de los años 20. Estaba escribiendo poesía, otra vez, nunca lo había dejado de hacer, aunque en otro formato y atravesada por otras coordenadas. Diferencias puramente categóricas y arbitrarias. 

Comenzaron a aparecer textos en un registro en el que no había incursionado: prosa poética; además de que volví a escribir en verso. Textos que no cabían, en absoluto, dentro de la forma de Un cuerpo…. Eran señales de lo que estaba llegando, lo puedo entender ahora, que estoy trabajando en otro libro en el que el tono (literario y musical) es lo que marca el pulso de la escritura. 

 

-Sos autor, pero también editor de una editorial independiente tucumana ¿Cómo ves el campo literario local en la actualidad? ¿Cuáles crees que son sus virtudes y cuáles sus defectos? 

-Pienso que el campo literario tucumano está en una etapa de metamorfosis. Vivió una suerte de resurgimiento hace unos años, en la que había motivación para escribir y publicar, etapa en que la situación económica general acompañaba (tanto con subsidios estatales como en el costo de la vida cotidiana). Aparecieron editoriales independientes, revistas, espacios de gestión cultural que incluían a la literatura; lo que generó, naturalmente, que surgieran lectores, bibliotecas, bookfluencers, incluso. Pasado ese boom -hasta 2022, quizás 2023- entró en una meseta, disminuyó la aceleración de ese fenómeno. Por supuesto que lo económico tuvo que ver (sabemos la dificultad que significa imprimir cuando el precio del papel y del dólar exceden la ciencia ficción), pero no creo que debamos ser tan reduccionistas y ubicar solamente ahí las razones. Desde mi lectura como editor, creo que la literatura en Tucumán, específicamente los y las escritores de Tucumán (y me animo a decir del NOA), están en la engorrosa situación en la que se encuentra cualquier sujeto parado en medio de una multitud que grita: lograr decir algo distinto a lo que ya se dijo, construir una escritura original, particular, en el sentido de propia y no en comparación a la historia de la literatura, puede ser apabullante y desolador. Creo que en ese desafío nos encontramos. Mucho de lo que se escribe ya no impacta, tan fácilmente, como una novedad. El motor ya está en marcha, ya hay escritores y escritoras consagradas, ya armamos un campo editorial (con sus dificultades y fortalezas, claro), ahora hay que profundizar en la escritura. Crear un nuevo narrador y, con ello, un lector más amplio y exigente. 

 

-¿Por qué habría que leer literatura tucumana?

-Creo que hay que leer lo que a uno le interesa. Eso que, de entre la masa amorfa de ofertas, llega a captar la atención de cada potencial lector. Si algo hay de estimulante en la lectura es que nos permite el encuentro con universos distantes, ajenos, a los que no hay otro modo de llegar más que zambulléndose en esa prosa o verso. Porque, quien despliega ese universo es quien escribe y nunca sabemos desde qué punto del plano se ubica, hasta que lo leemos. Quiero decir: que el autor o autora resida o publique en Tucumán es una linda casualidad, valiosa para el campo literario tucumano como zona de producción, pero indiferente para el lector. El placer del texto no radica en las coordenadas geográficas. 

 

-¿Para qué sirve la literatura? 

Para nada. 

Para conversar. 

Para todo, entonces. 

 

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