Entrevista

“Son testimonios con profundas resonancias en el hoy”: el retrato familiar de las heridas y cicatrices de un pueblo azucarero

Este martes a las 19 en el Centro Cultural Rougés se presenta el libro “Fronterita cuenta su historia”. La obra reúne 16 historias familiares que reconstruyen la vida de un pueblo azucarero y su debacle durante el Operativo Independencia: “Los sectores empresariales buscaban un disciplinamiento de la mano de obra”.

09 Mar 2025 - 21:35

Fotos: Diego Aráoz para "Fronterita cuenta su historia".

Una fábrica que pasó de albergar los sueños de progreso de miles de familias tucumanas a convertirse en un centro de detención y tortura en los setenta. En la historia del ingenio La Fronterita está cifrada parte esencial del devenir económico y social de esta provincia. Con una mirada cercana y profunda que permite acercarse a las heridas y cicatrices de un pueblo desde la perspectiva del presente, 16 familias reconstruyen sus vidas marcadas para siempre por la debacle de la industria azucarera y por la represión en el libro “Fronterita cuenta su historia”. La obra, compilada por Ana Jemio, Silvia Nassif y Daniela Wieder y que suma el registro del fotoreportero Diego Araoz, reúne los testimonios de los habitantes de las colonias desarrolladas en torno al ingenio y será presentada el martes 11 de marzo a las 19 en el Centro Cultural Rougés (Laprida 31). Una mirada necesaria a ese pasado trágico de un pueblo aterrorizado por el Operativo Independencia y sus secuelas en este presente. 

 

- ¿Cómo se gesta la idea de este libro? 

-Silvia Nassif: El libro se gesta a partir de la lectura de una necesidad de recuperar la historia de una comunidad fuertemente golpeada desde, por lo menos, la década del 70 con el inicio del Operativo Independencia en una coyuntura en la que se cruzaban dos situaciones: Por un lado, el inicio del juicio La Fronterita, que está previsto para este año, en donde se juzgará a empresarios de ese ingenio azucarero por su responsabilidad en delitos de lesa humanidad. Por otro lado, se cumplen 50 años del inicio del Operativo Independencia, un acontecimiento que, en una provincia como Tucumán, genera muchísima discusión y muchísimo debate. Fue así que decidimos aunar esfuerzos para dar continuidad a los procesos de memoria, verdad y justicia que se inician inclusive desde la propia dictadura y luego con el retorno de la democracia, con la creación de la Comisión Bicameral en Tucumán y la CONADEP en toda la Argentina. Y así continuar también con esa búsqueda de justicia.

Así comenzamos a armar este libro que se nutre de las distintas investigaciones que ya veníamos desarrollando sobre esta temática, distintas fuentes documentales y, fundamentalmente, fuentes orales. El proceso de armado de este libro fue un proceso colectivo, en el que trabajamos con 16 familias que habían vivido en esa zona. A través de talleres colectivos y entrevistas individuales fuimos construyendo una historia más general de ese lugar y sus transformaciones en la década del sesenta y setenta que funciona, de algún modo, como contexto de lectura e interpretación de las 16 historias familiares que son el corazón de este libro.

-¿Cómo fue la experiencia de esos encuentros en los cuales los protagonistas fueron relatando sus historias?

-Silvia Nassif: Los encuentros con la comunidad arrancaron en 2022 y fue una experiencia muy buena. Empezamos de a poco, inicialmente con talleres colectivos. Con algunos ya nos conocíamos, con otros no. Hicimos luego distintos encuentros ya con cada familia, normalmente en sus casas. Y lo que nos ha sorprendido muy gratamente fue no solo la disposición a contar que tuvieron quienes vivieron o fueron coetáneos a los acontecimientos, sino también la necesidad de escuchar que mostraron las nuevas generaciones. Desde una maestra de 30 años hasta un niño de 12, nos acompañaban a hacer los recorridos para ver cómo eran los lugares donde vivieron sus abuelos o padres y escuchaban ávidos. Me parece que eso está vinculado al proceso de conocer qué es lo que pasó con sus familias para poder entender procesos familiares y también sociales.

 

-El libro está acompañado, además, de una serie de fotografías ¿cómo fue ese trabajo con las imágenes?

-Diego Aráoz: Las fotografías en el proyecto editorial "Fronterita cuenta su historia" se fusionan de manera indivisible de los testimonios proporcionados por las víctimas del terrorismo de Estado. Hablan los espacios, los vacíos, los cuerpos y las ausencias. El dolor aún persistente, construye una imagen quizás con la esperanza o el deseo de que eso que sucedió allí no se repita. Nunca más.


-¿Cómo era la vida cotidiana en Fronterita antes y después del Operativo Independencia?

-Daniela Wieder: En Fronterita vivían calculamos que alrededor de 5000 personas, distribuidas en siete colonias en torno a los cañaverales. Las familias de cada colonia solían ser muy unidas, muy buenos vecinos. Los niños se criaban todos juntos. Su vida cotidiana estaba organizada por el trabajo rural. En general, los padres de las familias eran contratados por la empresa para hacer las tareas del surco, pero era un trabajo del que participaba toda la familia. Así que desde temprano se trasladaban al cañaveral y al volver a sus casas atendían sus huertas.  Los niños y niñas iban caminando hacia la escuela por las mañanas y se retiraban temprano para llegar al mediodía al surco. En el tiempo en el que no trabajaban, tenían espacios de recreación como los clubes en los que jugaban a la pelota o a la bocha, hacían bailes y festejos. Además, muchos de los trabajadores participaban del Sindicato de Obreros de fábrica y surco. Se encontraban en la sede sindical o en los caminos para discutir sobre las cuestiones que los afectaban, sobre las acciones que podrían realizar.

La presencia de las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas ya desde 1974, pero sobre todo con el Operativo Independencia desde 1975, alteraron la vida cotidiana profundamente. El territorio que circulaban cotidianamente comenzó a ser transitado por militares y todas sus actividades cotidianas a ser objeto de control. A cada vecino le dieron un carnet con foto que debían mostrar cuando circulaban para identificarse como trabajadores de la empresa. Requisas, allanamientos, interrogatorios, fueron solo algunos de los procedimientos que con brutalidad realizaban los militares. Además, se instaló un Centro Clandestino de Detención adonde tuvieron secuestrados y torturaron a muchos de los vecinos de las colonias, que fueron arrancados de sus propias casas. De modo que fueron sembrando el miedo, la desconfianza, el dolor entre esos vecinos.

- ¿Cómo interlocutoras cuáles fueron las historias que más las sorprendieron y conmovieron? ¿Qué pudieron descubrir en esos relatos que no está presente en los trabajos disciplinares y académicos sobre el tema?

-Ana Jemio: Creo que antes que una historia en particular, ha sido tremendamente conmovedor abordar a través de historias de vida, de historias familiares, procesos que, por nuestros propios oficios como historiadoras o sociólogas, solemos verlos en términos más generales. Sabemos y hemos estudiado, por ejemplo, cómo el terror produce, entre muchas otras cosas, la desarticulación de los lazos comunitarios y fuertes dificultades para transmitir entre generaciones esas historias. Pero ese saber toma otra potencia, somos capaces de percibir otros matices, cuando trabajamos directamente con nietas que no conocían o no conocen las caras de sus abuelos o parientes desaparecidos porque no había o no hay una foto. Hemos trabajado con distintas fuentes documentales los procesos de migración y expulsión del territorio que produjo el cierre de ingenios primero y el genocidio después, pero ese saber se resignifica cuando trabajamos directamente con familias desperdigadas por todo el país. Y también se abren nuevas preguntas cuando vemos los procesos de migración temporal que siguen existiendo hoy ante la falta de trabajo en esas zonas.

Por eso, antes que descubrir cosas que no están, quizás lo que aporta este libro es una mirada complementaria, desde lo micro, desde las historias familiares que ayudan a entender la profundidad, actualidad y vigencia de los procesos históricos que estamos estudiando.

 

¿Cuál fue el rol del ingenio azucarero en la represión y persecución que supuso el Operativo Independencia y la dictadura militar?

-Silvia Nassif: Para poder entender el rol de los empresarios en todo esto siempre explicamos que no fueron todos los empresarios los que participaron en los procesos represivos, sino algunos sectores muy particulares. De hecho, cuando termina la dictadura se cerraron 20 mil establecimientos fabriles, una cifra que ilustra el hecho de que no todos los sectores empresarios participaron del proyecto represivo.

En el caso de Tucumán en general, y del Ingenio La Fronterita en particular, es importante entender los procesos previos de organización comunitaria y organización sindical, ver cómo los trabajadores venían luchando ya contra el cierre de los ingenios azucareros ocurrido en los sesenta y sus nefastas consecuencias, y cómo luego, en los setenta, continuaron luchando para evitar que se pierdan más empleos.

Con el retorno del gobierno peronista en 1973 no se termina ese auge de lucha que se había iniciado con el Cordobazo a nivel nacional, y que en Tucumán había comenzado antes con el cierre de los ingenios. Al contrario: se agudiza. En ese contexto es que los sectores empresariales buscaban un disciplinamiento de la mano de obra, que cada vez peleaba por mayores reivindicaciones, mayores conquistas sociales, económicas y políticas. Nosotros tratamos en esta historia de mostrar los vínculos entre esos procesos de conflictividad social y los procesos represivos que vinieron a posteriori.

En el caso del Ingenio La Fronterita, ya desde el Operativo Independencia y luego durante la dictadura militar se instaló un Centro Clandestino de Detención en el mismo establecimiento fabril, es decir, en la propiedad privada de la empresa y sus directivos nunca hicieron una denuncia sobre lo que allí pasaba. No lo hicieron mientras ocurrían los secuestros, ni tampoco después, con el retorno democrático.

Más aún, hemos registrado que la empresa realizó prácticas de despidos selectivos que estaban muy vinculados a los roles dirigenciales de los sectores obreros, prestó apoyo logístico para que los secuestros se puedan hacer, ya sea con medios de transporte o también con el señalamiento preciso de quiénes eran los dirigentes sindicales.

También hemos visto que el ataque no fue solamente contra las dirigencias sindicales, sino también contra las bases obreras y contra todos aquellos sectores que de alguna manera generaban resistencia y oposición en estos procesos previos que hemos estado planteando.


-¿Qué importancia tienen estos testimonios en este momento político y social?

-Ana Jemio: Se podrían señalar varias cuestiones, pero creo que lo más importante es que estas historias aportan muchísimas herramientas para pensar nuestro presente. No solo para hacer frente a los discursos negacionistas o incluso aquellos que reivindican lisa y llanamente el genocidio. Sino también para pensar nuestra historia e identidad como tucumanos: los problemas que existían en aquel entonces y que no son ajenos a la realidad actual de gran parte de nuestro pueblo, las formas de sociabilidad que han sufrido fuertes transformaciones pero que aún perduran, los temas tabúes que a 50 años siguen siendo difíciles de abordar y muchas veces promueven los silencios, pero también los mensajes que consciente e inconscientemente se han transmitido sobre aquella historia. Quizás la importancia central pasa porque son testimonios e historias con profundas resonancias en el hoy.

seguí leyendo

las más leídas