TEATRO

"Hay que ir ver la obra Barrio Viajantes para volver a ser el niño que fuimos": Pedro Noli vuelve este domingo al Rosita Ávila

Cumplió 20 funciones llenando el teatro que late en el corazón del Abasto. Cómo se construyó este viaje de ida y vuelta a los 90 y qué nos pasa con una década más presente que nunca. | Por Alfredo Aráoz

02 Oct 2024 - 22:31

Pedro. Fotos: Barrio Viajantes.

Había una vez un muchacho llamado Pedro que despertó una mañana, fue a la verdulería, compró unas zanahorias, las rayó, las cocinó, llamó a Juan, a Martín, los miró y les dijo: “Tranquilos, también hay milanesas”.

Ese Pedro de fábula no es ningún cuento. Se apellida Noli y, cuando no está almorzando milanesas con zanahorias con los hijos de su compañera Victoria, el muchacho triunfa llenando salas de teatro: once veces en La Colorida, tres veces en La Boca, dos veces en el Virla, una en Santa Ana, otra en Monteros y la última multitudinaria en el teatro municipal Rosita Ávila.

Escritor, periodista, actor y viajante de ida y vuelta entre su Tucumán y Buenos Aires, el autor atiende a eltucumano a cuatro días de su segunda función de la obra de teatro Barrio Viajantes en el teatro más lindo de la capital tucumana y, mientras deja de rayar la tercera zanahoria, dice: “Es impresionante lo que está pasando. Mañana vuelvo a Tucumán para la segunda: llenamos la primera función y ojalá que se repita este domingo. Todavía no caigo”.

Entre mucha gente querida, mucha gente nueva, Pedro y su equipo de trabajo con María José Medina, Torpedo Soria y Luchi Mora coparon El Abasto, leyeron textos, y hasta viajaron en un cohete de placita de barrio creado por Daniel, la empresa familiar de hamacas, toboganes y juegos infantiles que más feliz hizo a los niños tucumanos. ¿Y la obra de Pedro? ¿A cuántas personas les arrancó una sonrisa? ¿A cuántas llevó al lugar más preciado de sus vidas? 

“Calculo que a la obra ya la habrán visto unas dos mil personas. Ahora estoy contento porque este domingo habrá entre el público jubilados del centro Todos y Todas, mujeres en situación de vulnerabilidad del Hogar Santa Josefina y una gama de espectadores que le da otro volumen, otra dimensión a una obra como Barrio Viajantes que cuenta lo que mucha gente ha vivido: mucha infancia, mucha vereda, mucho fútbol en la calle, mucha amistad, mucho changuito yéndose a buscar para jugar a la pelota, mucho todo”, cuenta Pedro.

-¿Cómo empezó este proyecto? ¿Cuándo supiste que tenías una obra de teatro en las manos?

-Puedo identificar dos momentos: la construcción del texto en sí que viene de los talleres de Mandarinas bajo el sol donde le voy dando cuerpo a escribir sobre el barrio y al momento en el que con todo eso armado, construido y estructurado, me junté con la Jo en El Bajón de Yagi y le dije: ‘Mirá: tengo esto’.

-Además de lo leído, ¿qué cosas has visto que han influenciado en la obra?

-Vi relatos como los de la Jo (en los que estábamos trabajando), vi una obra que se llama Imprenteros, de Lorena Vega, vi la escuela de la Vivi Tellas con autoficción, vi las películas de Carlos Sorín como Historias mínimas, Camino a San Diego, o El perro, vi el trabajo de actores no profesionales y así se empezó a armar todo. Siempre me ha gustado romper la estructura entre el que actúa y el que no, siempre me ha gustado la presentación en escena de tal o cual  rol filmado. En este caso, yo soy la persona que cuenta lo que ha vivido. Todo esto me aventuró a poder decir: ‘Yo también tengo una historia que viví. Esto también soy yo’.

-¿Cómo interpretás la democratización del arte en todas sus formas? 

-Creo mucho en eso y viene del taller de Mandarinas. En el caso de la literatura, cualquiera que esté alfabetizado puede escribir. Y no es muy distinto en lo que pasa con la dramaturgia. Desde que nos despertamos hasta que nos vamos a dormir empezamos una narrativa dramatúrgica de la vida: nos despertamos con un comienzo, decimos ‘Hola’, en el medio nos pasan un montón de cosas y nos vamos a dormir. Decimos ‘Buenas noches’ y se nos acabó el día. Y al día siguiente empieza otra cosa. Esto que te digo no es nada nuevo: es muy común a todas las personas y me parece muy hermoso que se abra a los costados. Claro que hay grandes actores y actrices capaces de representar distintos tonos, èpocas y personas. O literatos capaces de resumir la historia universal a través de una obra como Cien años de soledad. Pero también hay cuestiones más cotidianas de la presentación escénica, conferencias performáticas, escribir un sentimiento en Facebook o Instagram, o un changuito escribiendo ‘Mamá, te amo’ y pegándolo en la heladera. Si ahí no hay literatura, no sé dónde. No sé qué hay más fuerte que eso.

El mismo Pedro escritor que le gritaba de alegría a la pantalla de la computadora cuando una idea quedaba redondita es el mismo que, segundos antes de salir ante 300 personas en el Ávila, tararea, vocaliza y baila para que el cuerpo saque la adrenalina que le corre como el negrito Pelé en Campo Norte hace 30 años. 

-¿Cuál es el salto de la literatura al teatro si es que considerás que lo hay?

-Lo hay. Es un salto adrenalínico. El día de la función el cuerpo te empieza a pedir. Sí, la escritura tiene la magia de la intimidad, de gritar frente a la computadora, de celebrar ante el papel, y hacer teatro ahora es una continuidad de eso. No es tan difícil: son juegos de palabras para contar una época tan hermosa como la infancia de los 90.

“Vamos a ver los dibujitos a mi casa”, dice Pedro, dice Peri, apenas comienza la función de Barrio Viajantes, mientras Los Supercampeones sorprenden a los espectadores de la sala. Sí, están los hermanos Korioto, están los partidos en la calle, las montañitas de pasto recién cortado, está el verdulero, está Gali, está Zaplita, están los partidos por la radio, están los carnavales de San Martín, está el primer lento. Todo eso está. Pero también está la madre soltera que vendía empanadas para alimentar a sus hijos, una docente y un médico precarizados, las paredes grises tomando color con la capa de Superman, la dictadura y más. Eso también está en los 90 que vivimos y que están más presentes que nunca.

-¿Qué nos pasa con los 90?

-Volvieron de muchas formas. Hay algo de coincidencia en la obra con todo lo que decís y hay un síntoma de época. La obra tiene la inocencia de los 90. No sabíamos muy bien qué estaba pasando en el país, no sabíamos quién era Norma Plá, por ejemplo. No sabía por qué mi mamá cocinaba pan en vez de comprarlo. No sabíamos muy bien qué era la hiperinflación. Después lo supimos. Si no lo sabíamos era porque vivíamos en esa cápsula de infancia, de salvo, de pilladita mientras afuera el país vivía en una vorágine constante, ¿no? Es una vorágine que está pasando ahora. La marcha de hoy lo demuestra: se está destruyendo la educación pública, los derechos culturales, el bolsillo de la gente y por ende el esparcimiento. Corremos riesgo de colonia, de mano de obra barata, de fuga de cerebros, de disolver las raíces. Entonces nosotros queremos con esta obra reforzar una idea capital: la niñez tiene que ser algo alegre, divertido, nostálgica y celebratoria.

-¿Por qué hay que ir a ver Barrio Viajantes, la obra, el domingo que viene a las 21 en el Teatro Rosita Ávila?

-Para recordar lo vivido de los 90. Para recordar cuando grabábamos canciones de la radio, cuando inflábamos bombuchas para llenar un balde, cuando buscábamos a los amigos. Hay que ir ver la obra para a volver a ser el niño que fuimos. ¡Lxs esperamos!

Link para sacar las entradas: ¡aquí!




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