Aniversario

De changuito cañero a zar de la televisión: Alejandro Romay, el tucumano que fundó un emporio

Arrancó limpiando vidrios y se convirtió en empresario multimillonario. La biografía del llamado zar de la televisión es increíble: le quemaron dos teatros, le secuestraron un hijo, lo obligaron a exiliarse y le compró el pase al Beto Márcico.

20 Ene 2024 - 20:33

Un 20 de enero como hoy, pero de 1927, nacía en San Miguel de Tucumán Alejandro Argentino Saúl, mejor conocido por el nombre artístico de Alejandro Romay o bien, con el título nobiliario que se supo ganar en el mundo del espectáculo argentino: El zar de la televisión. Hijo de un agricultor, de muy changuito trabajó en la cosecha de la caña de azúcar, como cadete y limpiando vidrios con apenas nueve años. A partir de ese origen humilde, se convirtió en multimillonario y llegó a fundar un verdadero emporio. Una vida intensa.

Los antepasados de Romay habían llegado a la provincia desde Esmirna, Turquía. Samuel Saúl Ben Mahor y Rebeca Sadrinas Ben Esdra alimentaban como podían a sus ocho hijos. Rebeca solía contar historias a la hora de la cena. "Alejandrito" era el niño que quedaba fascinado por la ficción sin imaginar que en el futuro sería una máquina de generarla, según retrata la periodista Marina Zucchi en una nota del diario Clarín.

A los 12 años, terminado el colegio primario con 9,66 de promedio, fue becado por la Universidad Nacional de Tucumán. Un "imprevisto" lo llevó por primera vez a una radio, donde empezaría a edificar el imperio. "Un día los chicos dijeron vamos a hacer una gran fiesta y llegué a la emisora de Tucumán para promocionar esa fiesta en Tafí Viejo. Me puse frente al micrófono y con mi voz dije al aire, 'los esperamos, vamos a divertirnos como loco'. Esa fue la llave para mí como locutor", recordaba.

Perito agrónomo, a los 19 se recibió de Perito Sacarotécnico. A los 20 se especializó en Química Industrial orientada a la producción de alcoholes y papel. Algo de la química usaría más adelante como secreto para designar las duplas románticas de sus telenovelas. Mientras, continuaba su camino como locutor de LV7 Radio Tucumán.

Con menos de 20 años, ya había sido designado director de LV12 Radio Aconquija. En 1947 armó la valija con más sueños que ropa. "Me voy a hacer un nombre a Buenos Aires. Chau", le dijo a sus amigos, seguro del horizonte que necesitaba. En la Reina del Plata se ganó la vida gracias a sus cuerdas vocales hasta que escaló a la dirección de Radio Libertad. Años después serían suyos el teatro El Nacional y el Teatro Argentino.

"Por decreto de María Estela Martínez de Perón, el Estado Nacional intervino los Canales 9, 11 y 13. En 1974 me obligaron a irme a Puerto Rico, donde fundé dos radios", contaba con pena. "La revancha fue recuperar el canal en 1984 y llevarlo a lo más alto. Algo de olfato tenía. Yo alguna vez predije que iban a existir 100 canales a la vez en una conferencia y cientos de personas se me reían", comentaba.

Un año antes de la expropiación, se había animado a montar Jesucristo Superstar. Una noche de mayo recibió un llamado extraño. Una voz gritaba "bomba, bomba, bomba". Cuando se despertó al día siguiente, habían incendiado el teatro Argentino. Se trataba de un grupo comando que había secuestrado a parte del staff para poner bombas incendiarias en el escenario.

El emperador del 9, pasó de la radio al canal con lo que definía como "un postre que venía adentro con un explosivo". Así lo relataba: "Enzo Ardigó me llamó para decirme que había un paquete de acciones de Canal 9 en disponibilidad. Si se actuaba con rapidez, podía tomar la mayoría antes que se la entregaran a la NBC. En 1963 yo no compré acciones: compré deudas. Me sirvieron un postre con una bomba adentro. Nadie se atrevía a programar más de un cincuenta por ciento de material nacional. Llegué a tener 90% de programación argentina".

El 2 de diciembre de 1975, sufrió el golpe más duro, el secuestro de su hijo Omar. Encadenado, con los ojos vendados, el muchacho soportó 19 días de cautiverio. Pago mediante, lo liberaron en Ituzaingó.

“Yo quise construir un palacio de la televisión. Mi sueño de la toda la vida. Gasté 40 millones de dólares para poder trascender. Dejé un armado de 15 estudios que le permitirá a los actores ser dignos. Me costó mucho darme cuenta de que era etapa superada y de que la vida es finita", comentaba.

Don Alejandro llegó a incursionar hasta en el rubro de los pases del fútbol argentino. Miles de fanáticos de Boca Juniors recuerdan que el desembarco de Alberto Márcico proveniente de Francia se dio gracias a la mano de Romay. "Toulouse no me quería dejar ir, me ofrecieron una suerte de cheque en blanco, mi sueño era usar la azul y oro y finalmente la plata la puso él, porque Boca le permitió cuatro partidos televisados", repasa "El Beto".

Impulsor de los premios "9 de Oro", propietario de Guía de la industria, casado con Lita por más de cuatro décadas, padre de Diego, Viviana, Mirta y Omar, su línea artística tenía una división entre el arte escénico y la televisión: "El teatro era mi lugar para transmitir un mensaje transgresor. Más que la televisión. El mensaje tenía que ser violento. Por eso no hice en teatro tonterías. Yo sabía desde el primer momento que iban a poner bombas en mis teatros, que iba a reaccionar la Iglesia, el Ejército, el público".

También muchos lo recuerdan por su generosidad. Cuentan ex trabajadores de la emisora que un camarógrafo desesperado necesitaba un tratamiento para su hijo de cuatro años y se lo contó al patrón. En una semana, Romay resolvió el asunto burocrático y pagó los pasajes para iniciar la cura en los Estados Unidos.

Detallan sus allegados que cuando el equipo de Nuevediario salía para el interior a entregar donaciones a escuelas humildes, Don Alejandro dejaba el sillón y avisaba: "Voy con ustedes, muchachos". El juego de verse proyectado en esos niños que eran como su yo del pasado.

El zar falleció el 25 de junio de 2015 a los 88 años y dejó un legado imperturbable en la televisión argentina.

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