RELIGIÓN

"María es la madre que nos cuida": entre el fervor religioso y el amor a la Virgen, desde una tucumana

En una gruta, en un campo, en una montaña, en un arroyito, en una botella, en una pared, en la mancha de humedad de la casa de la abuela, en lo sueños, en el cielo, en todos, todos lados, aparece la Virgen María. Comprender el amor, la peregrinación y la devoción desde adentro de la vida de una tucumana.

16 Dic 2023 - 21:11

Desde hace dos milenios, la Virgen se aparece en todos lados. En una gruta, en un campo, en una montaña, en un arroyito, en una botella, en una pared, en la mancha de humedad de la casa de la abuela, en lo sueños, en el cielo, en todos, todos lados.

La historia relatada a través del catolicismo, nos habla sobre una muchacha de origen humilde, hija de Ana y Joaquín, de la tribu de Judá. En Jerusalén, a 12500 kilómetros de este Tucumán humedo, se edifica la antigua Basílica Mariana. En este lugar, se cree que estuvo ubicada la casa de Joaquín y Ana, en donde se habría concebido (sin pecado original), habría nacido y se habría criado María de Nazaret.

La cronología de los hechos, es mundialmente conocida. Una joven humilde, bondadosa y muy servil, que un día recibió el mensaje del Arcángel Gabriel, aquel tan invocado en la actualidad por las causas más urgentes y desesperadas, para informarle que había sido elegida para concebir al hijo de Dios, a quien pondría de nombre Jesús: “Bendita tu eres, entre todas las mujeres”.

Han pasado más de 2000 años desde ese momento, en donde una desesperada y seguramente confundida mujer, contó con la ayuda, el amor y el corazón de un carpintero llamado José para poder llevar adelante un embarazo sin mayor escándalo, y para la crianza de un niño extraordinario. Lo que pasó después, con la vida de ese niño, es lo que ha marcado el rumbo de la historia de la humanidad en gran mayoría de sus aspectos, como una ola altamente “salpicadora”, que parece no dejar de crecer, de mutar y de expandirse jamás.

En estos últimos días, en diciembre, la de ella es una imagen que se presenta en todos lados. Desde que comienza el último mes del año, peregrinan de todas partes de Tucumán hasta Catamarca, directo a la catedral de la Virgen del Valle. Algunos, para pedir, otros, para agradecer. Lo cierto, es que quienes estamos por fuera de la vida religiosa, observamos estas peregrinaciones con especial sorpresa y con poco nivel de entendimiento, debido al altísimo nivel de sacrificio de algunas de ellas: se llega sin pies, sin pantorrillas, sin rodillas, pero con el pecho lleno.

Y es que detrás de estas peregrinaciones, pasan algunas de las historias de vida más fuertes que atraviesan el corazón del ser humano más racional, más adinerado, más humilde, o más creyente. Hay un punto en el cual la fe atraviesa y traspasa todo punto de entendimiento dentro de la lógica, para transformarse en un tipo de fuerza interna que solamente quienes la viven, lo pueden explicar o entender.

Adela Barrozo tiene 37 años, y a pesar de haber profesado desde pequeña la fe católica, después de la pandemia se abocó totalmente a la veneración de la Virgen María. Durante las peregrinaciones, estuvo brindando asistencia a quienes pasaban por Monteros sobre la Ruta Nacional 38, con destino a Catamarca, a través de una carpa dispuesta por el municipio: agüita, una comida, una palabra de aliento para todos los peregrinos.

Las historias allí recabadas, son emotivas y esperanzadoras. Guardan el más profundo sentir de miles de tucumanos y tucumanas, que dejan todo tipo de diferencia política, social y cultural para peregrinar: “Un hombre venía caminando el 1 de diciembre desde Yerba Buena. Llegó a la carpa de peregrinos solo, venía con la imagen de la virgen y una mochila especial para ponerla delante de su pecho. Su hijita había nacido muy prematura y estaba muy delicada. El pidió a la Virgen del Valle que interceda, prometió que iba a ir a peregrinar siempre hasta el último día de su vida. Ya su hija tiene 16 años y camina todos los años de su vida a Catamarca”.

Los peregrinos llegando a descansar un poco en la carpa de Monteros.

“Vimos un matrimonio joven, ellos fueron porque la hermana del chico quería quedar embarazada y no podía. Médica y científicamente no podía, entonces él pidió a la Virgen del Valle que interceda. Cuando estaban volviendo vieron la foto en una ecografía de un embarazo, era la hermana. Un milagro, de inmediato. Ya tiene 3 años el sobrino y van cada año a agradecer”.

“Un señor policía, jubilado, también nos contaba sobre sus problemas personales y que en su vida estaba todo mal. Vino el tema del covid y cayó internado, estuvo inconsciente y se despertó a los 40 días. Hizo una promesa a la virgen, y se empezó a recuperar. Empezó a ir a misa y cambió toda su vida, con su esposa, con sus hijos, y así con varios testimonios. También un chico en silla de ruedas que hace once años que va con sus padres. Con él venía un primo que peregrinaba agradeciendo por el milagro que adjudica a la virgen de cuando se salvó su hijita de terapia, se estaba muriendo, estaban esperando que muriese y se salvó, nadie tiene explicación”.

Bendita entre todas, todas

La vida religiosa católica para un niño o una niña, guarda un sabor especial según cómo la abordan desde pequeños. Para muchos, la historia de la vida de Jesús y todo el ritual de las distintas celebraciones, guardan un sabor especial y una suerte de ilusión mágica que los pueden mantener en vilo sobre algunas figuras durante gran parte de su infancia. Así como le pasó a Adela, que desde muy niña encontró en la capilla del pueblo un espacio para explorar, aprender y admirar: “Yo crecí en el campo, en Yonopongo. Fui criada por mis abuelos porque mis padres trabajan todo el día y vivían en la ciudad de Monteros, los veía más los fines de semana, iba a la escuelita rural. Al lado de mi casa estaba la capilla María Auxiliadora y yo iba a cada cosa que invitaban, desde misas por difuntos hasta bautismos y casamientos. Mi tía Ani era la que tenía a cargo la Legión de María de la zona, yo la acompañaba cada sábado, la veía rezar el Rosario, llevábamos a la virgencita casa por casa, le cambiábamos la ropita. Yo tenía seis años, me acuerdo de eso siempre, era tan lindo como me sentía parte de eso, la miraba a mi tía y a la virgencita con mucho amor. Siempre lo recuerdo”, contó Adela para eltucumano.

Cuando tenía once años, los abuelos de Adela fallecen y tocó el turno de dejar la vida rural y comenzar a vivir en Monteros por primera vez. “Todo era distinto, por lo menos pude hacer mi último año en la escuelita del campo para que no cambie todo. Después mi tía Ani se fue al convento de vida contemplativa que hay en Concepción, se ordenó como monja y se convirtió en Sor Ángela. Yo la admiro, ella es tan feliz ahí, se mantiene tan bien…”.

Pasaron los años y la tucumana continuó con su vida normal, pero participando del coro de la iglesia y misionando en las distintas comunas a través del canto coral y la música. Sin embargo, uno de esos puntos de inflexión fue a partir de sus 30 años, donde atravesó una serie de problemas personales que se agravaron fundamentalmente en su interior, y que debió comenzar a tratar con urgencia: “Yo le pedí ayuda a Dios, le decía ‘encargate Jesús Misericordioso’. Fue a raíz de esas pruebas y dificultades, que empecé a ver las cosas distinto a como las veía antes. Fue como una madurez cuando comencé a transitar el camino de hablar con ella. Si tengo que pensar en cuando empecé a estar mejor, es cuando comencé a hacer el Santo Rosario todos los días, fue un cambio para bien. A ver, quiero aclarar que no es que yo no tenga problemas en la vida. La religión no es magia. Pero si me sentí como que cambiaba mi perspectiva de todo y me sentía mejor”, confesó.

El Santo Rosario es un rezo tradicional católico que conmemora veinte misterios de la vida de Jesucristo y de la Virgen María, recitando después de anunciar cada uno de ellos un Padre Nuestro, diez Avemarías y un Gloria al Padre.

En Monteros, precisamente frente a su plaza principal, se erige el templo mayor de todo el departamento: la parroquia Nuestra Señora del Rosario. Este templo tiene en su altar mayor, con un manto que –para muchos- cuida a todos los monterizos, a la virgencita del Rosario, la misma que cuenta con un milagro documentado hasta en el Vaticano, cuando se registró que se empapó en el sudor de sus propias lágrimas durante tres días, en medio de un proceso bélico casi 100 años antes de la independencia argentina.

Un grupo de mujeres que iba a rezarle a este pequeña figura para pedir por la vida de sus hijos, en un precario ranchito ubicado en los márgenes de su famoso arroyo El Tejar, fue el encargado de presenciar el llanto de la “Charito”. Colas y colas de creyentes llegaron a presenciar el suceso. Algunos, se instalaron tanto tiempo en Monteros que terminaron siendo ciudadanos. El gobernador, quien vio el sudor de la virgen en persona, y comprobó que no había magia ni trucos, fue el encargado de enviar la carta al cabildo de Buenos Aires. El milagro, fue comprobado. Desde ese momento, cada año, la veneración y las fiestas patronales a esta virgencita han ido creciendo año a año, llegando a tener una cantidad inmensa de fieles que acompañan el desfile de la virgen cuando sale de su casa cada octubre, a recorrer su ciudad, y bendecir nuevamente a su pueblo.

“Solo cambia el vestidito”

Adela, nos explica que las distintas formas de apreciar y ver a la Virgen María, son las distintas formas en que la virgen se apareció en el mundo para hacer un anuncio. Y siempre con una apariencia similar a la de la gente de la zona. Por eso, la del Valle o la de Guadalupe son más morenas, o la de Lourdes es mucho más blanca de piel. “Ella se aparece a sus hijos más humildes y siempre busca parecerse físicamente a ellos, por eso tiene tantas formas y colores y ropajes. Es la misma virgen, distintos vestiditos. Uno elige a cuál va a venerar pero es la misma”, aseguró.

Virgen de la Merced, generala de la Batalla de Tucumán

La muerte de un hijo: esa espada que atraviesa el corazón de una madre

La vida de la llamada Madre de Dios, encierra entre sus momentos más importantes y fuertes, uno muy doloroso y en el que pocos reflexionan: María de Nazaret vio como torturaban y asesinaban a Jesús en una cruz.

Cuenta la Biblia que en la ocasión de presentación judía de Jesús en un templo, Simeón, un anciano, profetizó sobre el futuro de María al verla: “También a ti una espada atravesará tu alma".

Los distintos registros de la historia bíblica, cuentan que María estuvo acompañando el Vía Crucis de su hijo junto a su hermana, María de Cleofás, y María Magdalena. En medio de su inmenso dolor, pudo soportar, aguantar y acompañar. En la cruz, Jesús habría dicho a María que uno de los discípulos que la acompañaba era su hijo, que no llorara, y a este discípulo también le dijo que María era su madre. Esto, es comprendido como el hecho que coloca a esta figura como una madre universal.

Adela, desde su lugar y desde su gran integración a la comunidad católica, cree que la Virgen soportó el dolor que veían sus ojos sin colapsar porque tenía una inmensa fe y obediencia en Dios, comprendiendo “el bien mayor” detrás del dolor. Sin embargo, es común en la muerte de un hijo que las madres tomen el camino del enojo: “Hay dos maneras de afrontar esto tan horrible que viven muchas mamás desde mi punto de vista, o te enojás con la religión, con Dios y con el mundo, o te aferrás por completo, y te reflejás en la imagen de esa Virgen, de esa mamá”.

Cuando comenzamos a investigar sobre la historia de la Virgen, pareciera que hay una María para cada estadio de la vida de la mujer. La que representa a una mamá doliente, es la Virgen de los Dolores, vestida de negro luto y con una mirada de resignación y desconsuelo.

“Yo venía arrastrando cosas de la infancia, de la adolescencia, yo traía una angustia grande adentro. Todo se lo dejo al Sagrado Corazón de Jesús, esto es parte de un proceso que sigo atravesando.  Pero ahora comprendo que amanecer es un milagro, estar acá hablando, respirando, estar con vida y valorar lo poquito, amar a los seres queridos, Aprendí a valorar cosas tan pequeñas a través de ella, a desdramatizar las cosas. Ella es una mamá, yo pienso en ella y siento el deseo de decirle mamita, mamita querida, mi mamá, madre, madrecita. Es algo tan grande, que hasta me atrevo a decir que amar a María te hace suplir la mala o la nula relación que hayas tenido con tu mamá, porque solo verla o pensarla te hace sentir que estás viendo una madre amorosa que te ama”, aseguró.

María es sin duda una fuerte impronta de la tucumanidad. En las casas de gente rica o familias patricias, existen pequeñas capillas familiares. En las clases medias, quienes pueden hacen pequeñas grutitas o tienen delicadas figuras en algunos altares de su casa. En las casas más humildes, algún cuadro amarillento de esos que no toleran nuestra humedad, tienen un lugar de jerarquía en el comedor familiar, o en el cuarto principal. Es la mamá tucumana por exelencia.

Intentar separar la fe católica de la historia de Tucumán se vuelve casi imposible, teniendo en cuenta por ejemplo, que la Virgen de la Merced fue la generala de aquella Batalla de Tucumán que fue fundamental para no perder el Norte del País, y que custodia el bastón de Belgrano hasta la actualidad, en pleno microcentro tucumano.

“Este es un camino tan hermoso, tan seguro y tan corto. Pero cuesta. Uno no ama lo que no conoce, entonces primero hay que conocerlo. Pero la única explicación, es el amor”.

seguí leyendo

las más leídas