La fábrica comenzó a trabajar y a responder a los crecientes pedidos que partían desde Catamarca al 900 (actualmente al lado de Carrefour) en las chatas cerveceras o jardineras para repartir por la ciudad a las botellas junto con barras de hielo para mantenerlas refrigeradas. | Por Gabriela Neme
Una pieza fotográfica histórica.
Los tórridos veranos tucumanos encontraron su alivio en la bebida elegida por excelencia, protagonista de encuentros y grandes charlas. Sin dudas la Cervecería del Norte tuvo y tiene un papel clave en estas dinámicas sociales, ya que resulta casual que para su inauguración se eligiera un día de pleno verano: el 12 de febrero de 1914 a las 4 de la tarde, un gran golpe de efecto entre sus invitados, en plena siesta tucumana. Durante este evento se desplegaron bombos y platillos y asistieron las principales autoridades de la provincia como el Gobernador Doctor Ernesto Padilla, el Ministro de Gobierno Doctor Gustavo Silvetti, el Intendente Eduardo Paz, miembros del Concejo Deliberante, gerentes de los bancos locales, el Presidente del Consejo de Educación y otras destacadas personalidades, recibidos por el Gerente de la fábrica Francisco Franzoni. Las frescas se acompañaron por un servicio de lunch a cargo de la reconocida confitería Paris.
La fábrica comenzó a trabajar y a responder a los crecientes pedidos que partían desde Catamarca al 900 en las chatas cerveceras o jardineras para repartir por la ciudad a las botellas junto con barras de hielo para mantenerlas refrigeradas, ya en esa época no existían las heladeras eléctricas. Esos vehículos, que se estacionaban sobre calle España, eran unos carromatos de metal cubiertos y cerrados casi herméticamente y ensamblados a dos juegos de ruedas con rayos de madera y llantas de hierro. Los pedidos hacia el resto del país eran traslados en el tren que venía desde el empalme de la Estación Mitre y que mediante un ramal se desviaba hacia la cervecería. Esta ubicación estratégica de la fábrica no fue casual ya que allí contaban con su propio pozo de agua natural de napa para obtener las bebidas.
El proceso de elaboración de este elixir dorado se hacía manualmente; desde el lavado de los envases, en un principio ejecutado a cepillado por mujeres hasta su modernización que consistió en sumergirlas en una solución ablandadora de soda cáustica para luego lavarlas hasta la inspección de los resultados. Asimismo, el llenado y etiquetado de botellas se llevaba a cabo a mano mediante una palanca de la máquina rotuladora. Finalmente, los envases se colocaban en un cajón para doce que se apilaban o cargaban en los transportes.
La fábrica contaba además con un área de carpintería para elaborar los esqueletos de madera de Pino Brasil o Roble, así como también los barriles con capacidad para 6000 litros para envasar el chop y para reparar todo aquello que se descomponía. Aquí se recibían las materias primas, tras el proceso de cocimiento a 100º y luego eran enfriadas a través de serpentinas metálicas. Una vez colmadas las cubas la mezcla permanecía allí entre 15 o 20 días hasta su traslado a otras cubas donde se produce la descartación y, tras ese tiempo de reposo, la cerveza comienza a madurar. La actualización tecnológica llegó con el reemplazo de las cubas o tinas por cilindros enlozados llamados “cilindros cónicos”, lo que trajo como consecuencia la reducción del personal de 40 a 8 operarios, ya que los recipientes se manipulaban por medio de un tablero con botonera.
La Gran Cervecería del Norte pronto se transformó en una potencia comercial provincial y fue comprada por la Quilmes, perteneciente a la Familia Bemberg. Formó parte del proyecto que la empresa francesa Brasserie Argentine Quilmes S.A, fundada en París en 1888 por un argentino de padres alemanes, Don Otto Sebastián Bemberg, quien aspiraba a convertirse en dominador del mercado cervecero de Argentina y fue comprando varias cervecerías nacionales. En sus inicios se asociaron a la firma Bilz S.A., empresa que ayudó a los Bemberg a crecer principalmente con su gaseosa estrella: la Naranja Bilz, además de la Indian Tonic, Guaraní y la fabricación de soda.
En la década del ochenta llegó un virus que afectaba a muchas fábricas y contaminaba la calidad de los productos. Fue así como comenzó a decaer la excelencia de los productos para poder cumplir con la creciente demanda y ampliar la cartera de clientes.
Como consecuencia se modificó el proceso de elaboración pues no daban abasto y se estaba agotando el stock disponible. Finalmente, la fábrica se cerró y fue trasladada hacia una moderna planta ubicada en Acheral.
El imponente conjunto de gran escala cayó en el abandono, y sus paredes de ladrillos fueron derrumbándose, perdiendo así un irremplazable patrimonio de nuestra provincia. El predio fue comprado por la empresa de supermercados Carrefour para instalar allí una de sus sucursales. Actualmente solo se conserva el chalet construido originalmente para el administrador de la Cervecería, ubicado sobre calle Catamarca. Cuenta con una declaratoria como patrimonio y fue restaurado por la empresa Quilmes tras su donación a la Municipalidad en el año 2002, para funcionar como Casa de la Ciudad.
El espíritu del esfuerzo de los trabajadores de la Gran Cervecería del Norte para elaborar la bebida por excelencia para los tucumanos continua presente, a pesar de que el edificio de la magnífica fabrica haya desaparecido, ya que como dijo Benjamín Franklin, “la cerveza es la prueba de que Dios nos ama y de que quiere que seamos felices”.