EXPOCOM

“Construí vida enlazando silencio con palabras”: Jorge, el psicoanalista que regresó a su tierra

Se recibió como uno de los mejores promedio de la facultad de psicología, pero se fue de Tucumán a Tierra del Fuego por la falta de oportunidades. El año pasado regresó a su tierra con una lección y un aprendizaje bajo la manga.

03 Sep 2022 - 13:05

El viernes 26 de agosto en la cuarta edición de la Exposición de Conocimiento Monterizo, se escucharon las anécdotas de 5 profesionales nacidos en esa ciudad que formaron parte de esta serie de charlas que pretenden inspirar a generaciones más jóvenes a no abandonar los estudios superiores y a sortear los obstáculos para construir su realidad.

En ese sentido, el segundo expositor de la tarde fue el psicólogo y psicoanalista Jorge Luis Rivadeneira, quien expuso su conferencia “Entrelazando silencios con palabras”, para mostrar de qué manera su propia realidad pudo cambiar gracias a este trabajo de saber hacer uso no solamente del silencio al que estamos acostumbrados, sino que también a las palabras.

“Nuestra vida se va construyendo con silencios y palabras. Pero… ¿sabemos realmente para qué son las palabras y para qué sirven los silencios? Yo nací en 1981, mis abuelos maternos y su familia tenían un parque de diversiones, era un mundo mágico de metegoles, calesitas. Mi abuelo, era el jefe, aunque todos sabemos que en realidad era mi abuela”, comenzó la charla del psicoanalista.

“Un día mi abuelo tuvo una hemiplejia, cayó enfermo y el parque tuvo que cerrarse. Esto invadió a la familia de una gran tristeza y de un gran silencio. Descubrí que en los encuentros familiares se hablaba mucho del parque, se contaban anécdotas… empecé a ver que de alguna manera las conversaciones hacen que los silencios se conviertan en otra cosa”, dijo, sobre la manera de abordar las pérdidas con conversaciones, reemplazando los silencios de la tristeza.

“Yo pasé mi infancia y adolescencia entre dos barrios, el barrio Belgrano con la escuela Perón, entrenaba en las 3 canchas, mi papá era el entrenador junto a Villa, y en el barrio San Miguel en el Pacará y en el club Ñuñorco. Mi madre siempre cuenta una anécdota de que en esos años de niño, cuando se levantaba a tomar mate con la vecina yo me levantaba atrás de ella, a molestarla e interrumpir su linda jornada seguramente. Con el tiempo pensé que tal vez las ausencias nos llenan de silencio, pero estando en el primer año de la secundaria, mi hermana había incursionado en locución de radio y mi hermano ponía música, junto a mis compañeros hacíamos un programa de radio que se llamaba Las 15 Manzanistas, era malísimo, pero empezábamos a hacer uso de las palabras. En el secundario tuve unos hermosos compañeros, en cuarto año me pasé a la orientación en Comunicación Social, pensando en cumplir mi sueño de ser periodista deportivo. Me gustaba el fútbol y ese era mi deseo. En quinto año cuando empezamos a ver el viaje a Bariloche me acuerdo que se armó una fiesta hermosa para recaudar fondos, invitamos a los Peces Gordos, se llenó. Al finalizar la fiesta nos enteramos de que la idea de esta colecta era la de juntar dinero para pagar el pasaje a algunos compañeros que no podían ir a Bariloche, y uno de esos era yo. Nuevamente llegó el silencio a mi vida, pero era un silencio de agradecimiento y de deuda” reveló.

“Terminé el secundario, tenía clarísimo que quería estudiar comunicación social y cuando fui a averiguar era en un privado, tenía que pagar. No tenía recursos y supe que no podía ir. Empecé a buscar carreras que me relacionaran al fútbol de alguna manera, todo junto a mi prima Silvina, no abandonaba mi sueño”, confesó para el público presente en el cine teatro Marconi.

“Al final un día llegué a la facultad de psicología, había una sola chica inscribiendo y le dije a mi prima ‘me meto acá’, y así lo hice. Al poco tiempo, ya cursando en primer año, recuerdo a una profesora que nos empezó a hablar de algo que se llama psiquismo, pasé de jugar en el cañaveral a estudiar autores alemanes, franceses, ingleses, norteamericanos. Tuve que empezar a entender qué era el psiquismo, mente, alma. Se me empezó a abrir la cabeza. Fui buen estudiante, siempre lo fui, no sé bien el porque. La cursada se hizo amena pero seguían las dificultades en lo económico. Mi viejo hacía junto a mi vieja un gran esfuerzo para que yo y hermana pudiéramos estudiar. Llegando al fin de semana nos quedaba $1,60, el cospel costaba 80 centavos, íbamos con ella en un urbano hasta la ruta, y ahí hacíamos dedo para llegar a Monteros. Una vez llegamos en tractor”, se acordó, divertido.

La beca, la excelencia y la expulsión de Tucumán

La economía suele ser el factor determinante más grande por el cual las personas abandonan sus estudios. Por eso, Jorge confesó lo que decidió hacer en ese momento para sortear ese problema: “Empecé a averiguar sobre una beca nacional, la gané, pero tenía que mantener el promedio de 8,50 para arriba, tenía que meterle al estudio con toda y me dediqué a estudiar. Me recibí estando dentro de los 10 mejores promedios de la UNT, el único de Monteros”.

“Cuando terminé la carrera ya trabajaba en un centro de adicciones, era ayudante de cátedra, preparaba alumnos y estaba en un proyecto de investigación. Pero ganaba más laburando los fines de semana en un videoclub. Y me dije bueno, algo pasa, me sentí expulsado de Tucumán. Mi hermano estaba en Tierra del Fuego, me dijo que ahí había laburo. Y bueno, partí. Lloré solamente hasta La Pampa”, confesó.

Hacer de la nostalgia un lenguaje

“Tuve suerte en TDF, conseguí trabajo, me pude desarrollar profesionalmente, pero estaba siempre ese dolor del desarraigo, no poder estar con los amigos y la familia. Por la nostalgia empecé a escribir, escribí unas líneas que se transformaron en poemas, luego un libro de poesía, luego escribí en cuentos. Me empecé a formar en psicoanálisis, me psicoanalizaba, en Tucumán, en Ushuaia, en Córdoba, en Buenos Aires. Mucho de mi dinero lo invertí en mi formación y análisis, hasta que llegó un momento en donde tenía que hacer otras cosas. También en TDF algo que me ligó mucho fue el nacimiento de mi hijo. Fui construyéndome un nombre, armándome una profesión, un saber. Llegó la pandemia. Cada vez que venía a Monteros me decía ‘¿Cuándo voy a volver acá?’, y decidí venirme. Le pregunté a mi hijo si me quería acompañar y por suerte me dijo que sí. Cargamos el auto y nos vinimos”, se acuerda, sobre la decisión tomada en el 2021.

“Cuando llegué yo ya sabía usar las palabras. Llegué a mi lugar, a Monteros, lugar que también me daba dolor después de haberme ido. Contrario a lo que pasó cuando me fui, golpee una puerta y se me abrieron 30, en la Municipalidad, en el sanatorio Racedo, colegas que me compartían sus espacios, conocí a mi actual pareja, rendí en el poder judicial y entré. Comprendí que la vida tiene muchas vueltas y que si nosotros podemos ir armando este enlace y esta relación entre las palabras y los silencios, algo podemos extraer", remarcó.

“Freud, creador del psicoanálisis se preguntaba ¿qué pasa cuando hay un peligro exterior? Si hay lluvia inventamos un paraguas, un piloto, si hay viento nos refugiamos, si hay un incendio corremos o tiramos agua. Pero él se preguntaba… ¿qué pasa cuando ese peligro es interior? Cuando algo nos angustia, cuando hay silencio y soledad. El creo ese método que es el psicoanálisis, pero más allá de eso, nosotros tenemos todo el tiempo las palabras, que hay que aprender a usar, hay que aprender para qué sirven, porque es como el aire que respiramos. Entonces, enlazando las palabras con los silencios, es posible construir una vida”, cerró el profesional de la salud mental, abrazando la vida que supo crear en Tucumán después del silencio,de la angustia interior de estar lejos de su tierra, y de poder construir una vida desde cero en su Monteros, gracias al uso de las palabras, y por supuesto, de su profesión.

La idea de este evento de conferencias anuales, es la de incentivar a los adolescentes a continuar sus estudios pese a cualquier dificultad, y demostrar que es posible modificar nuestra realidad gracias a una profesión.

seguí leyendo

las más leídas