En un cumpleaños vio la imagen de una Les Paul y supo que la música era un mundo que debía retratar. Atravesado por la ciudad en la que vive, cómo piensa el hombre que tocará este sábado junto a la banda que le devolvió lo perdido. VIDEOS
Martín Taddei por Álvaro Simón Padrós.
Se desploman las persianas de la ciudad, cae la noche, huyen las luces de neón, y ahora suena Martín Taddei que aquí viene, oculto bajo el sombrero, abrigado con un sobretodo, dejando a su paso una imagen que sostiene con música, la música que tocará el sábado, la banda sonora de un mundo que también empezó con una imagen.
“Yo era chico y estaba en el cumpleaños de Josefina y Carlota, las mellizas Albornoz. Mientras todos mis compañeros de la primaria gritaban, yo reparé en Luis Albornoz, el padre de mis amigas, el guitarrista de Redd, la banda tucumana que me marcó. El tipo estaba ahí con su Les Paul, tocando la guitarra, con los anteojitos leyendo un papel. Lo vi y supe que eso quería ser”.
Desde que terminó ese cumpleaños, la música de Martín Taddei pasó por texturas y colores, por luces y sombras, por David Lebón y por Nick Cave, por los libros y por las fotografías, por Serú Girán y por los Growlers, por San Martín y por el barrio Perón, por Charly García y por Frank Sinatra, por las tardes de otoño y por las noches en el cementerio del Oeste, por Luis Alberto Spinetta y por Tony Bennett.
“Así como aquella imagen quedó marcada en mí, quizás yo sea capaz de generar que un niño hoy se pregunte por quién es este hombre de sombrero que camina por las calles de Tucumán. Pero no solo a través de una imagen uno queda retratado. A esa imagen hay que acompañarla con lo que uno dice y hasta con el silencio. Hay distintas formas de decir lo que uno quiere decir y no es la fama. El mismo anonimato dice mucho”.
Cumplidos los 40 años el mes pasado, Martín Taddei sostiene que es una estrella de rock atrapada en la estrella de rock que no es. Jura que ha recuperado con su actual formación llamada Antiage las ganas de volver a hacer música, de ponerse en el cuerpo la crema de la juventud y de convertirse en el cantante que siempre quiso ser.
“Esa estrella de rock que nombré se establece a partir de una base y esa base es que, además de saber quién sos, tenés que hacer cosas para ver quién sos. O sea: establecer lo mínimo para ser lo que querés ser. Una vez establecida esa base podemos construir, podemos irnos alto, más alto, cada vez más alto. Hasta construir tu propia Babilonia, tu Babilonia personal. Allá es que te encontrás con todos los vos que sos, con los que tus amigos piensan de vos, con lo que tu mamá piensa de vos. Un libro habla sobre eso: no existe un solo yo, también existe el yo que vos ves de mí. Cuando yo salgo de mí mismo, puedo ver lo que soy a través de los demás, ¿okey?”.
Con entradas casi agotadas para el show del sábado a las once de la noche en Utopía, un bar que queda arriba de otro bar, pero que no es ese bar sino algo más parecido a un sótano neoyorquino con barra, espejos, luces y un ventanal que da a las vías del tren sobre Bernabé Aráoz, Martín Taddei toma un trago de té durante la charla con eltucumano y avisa: “Ya se llenará algún teatro, mientras tanto vivo con actitud teatro lleno. Ese es el rocker que soy, el que hablaba con Matías Kotler a quien le mando un saludo: ‘Somos los rockeros de 40 años, tenemos que dar el ejemplo, y ese ejemplo es ser muy responsable con lo que soy. Ser rockero es una actitud con la vida: si te caés, te levantás y seguís”.
A Martín Taddei le encanta romper con los lugares comunes y mientras responde una pregunta se pierde, se dispersa, se fuga, pero siempre vuelve: “Si me tomo un té es porque soy una persona que trato de mantener un balance. Muchas cosas de las que digo son cosas que he escuchado. Y hay que convivir con todo lo que sos: trabajo en una librería, hago fotos, soy hincha de San Martín, quiero tirarle hielo al árbitro (pero no lo hago), quiero ser mi abuelo, mi papá. Quiero ser todo eso y buscar un filtro para encontrarme. Ya no soy Martincito. Soy Martín”.
Este Martín Taddei que habla y vive y retrata y toca y grita y canta y fuma y bebe y ama y llora y usa auriculares mientras la ciudad explota, no podría ser otro sin Tucumán metiéndosele por todos lados como el frío que se filtra, como el silbido que eriza, como la bufanda que se acomoda antes de irse de la redacción de este diario a terminar la lista de canciones que lo acompañarán, la única compañía que tendrá al lado hasta que llegue la mañana.
¿Cuál es la influencia real de una ciudad tan bellamente caótica como Tucumán en la música de Martín Taddei? “Tucumán es un montón: no es una canción, es un disco, un disco triple que tiene que incluir un vivo. Tucumán está compuesta musicalmente por todos los géneros. Le falta cumbia gótica, folclore gótico. Sí. Tucumán es un disco, es un cd. Es tu cd. Llenalo vos”.
“Esta ciudad tiene una banda sonora que suena depende según la hora y el barrio. Acá tenés todo Ese todo es un barrio como mi barrio que es verde, que tiene una cancha de fútbol, un barrio que hasta tiene un arroyo. Y ese todo también es lo que encuentro cuando voy a un cementerio. Escucho el ruido de mi vida en medio del silencio de la muerte. Esta pertenencia hace que Tucuman sea un disco, sí, totalmente, por lo menos triple. Tucumán tiene que tener su disco en vivo. Tenemos que salir del cementerio que es uno mismo y empezar a conectarnos con el otro para dejar de explotar, para disfrutar de todo, para ser feliz con lo que uno es, con lo que uno hace, con no tomarse todo personal, con ser feliz, sí, con ser feliz. Soy feliz en este momento. Y el sábado que viene también. Todos vamos a ser felices. Solo tienen que venir”.