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“Simplemente soy un observador”: Gabriel Chaile, el artista tucumano que deslumbra en la Bienal de Venecia

El fundador del Malba compró el conjunto escultórico del artista local, quien fue convocado para la muestra central de la exhibición internacional.

22 Abr 2022 - 09:23

Foto La Nación.-

Este sábado comenzará la 59° edición de la Bienal de Venecia, la exhibición internacional más importante del arte global. En la muestra principal el artista tucumano Gabriel Chaile, participa con un conjunto de obras que realizó in situ, durante un mes.

Las cinco piezas monumentales -que representan a los integrantes de la familia del artista- integrarán la colección personal del empresario, coleccionista desde hace más de cuatro décadas, pero serán cedidas en préstamo al museo para su exhibición y luego se emplazarán en un lugar público de Buenos Aires, según consignó el diario La Nación.

Lo que presenta en Venecia es un conjunto escultórico formado por cinco piezas concebidas como retratos de su constelación familiar: están su abuela materna, Rosario Liendro, su abuela y su abuelo paterno, su mamá y su papá. Tomando el concepto de laguna arqueológica, asociado a la transmisión oral de historias, propone visibilizar espacios vacíos de información. Es su propia historia: se apoya en la morfología de las producciones culturales de pueblos originarios para indagar en su linaje.

En el marco de la presentación, Eduardo Costantini, empresario argentino y fundador del Malba adquirió por una cifra de seis dígitos en dólares el conjunto escultórico de Chaile, el artista tucumano de 36 años y origen humilde convocado por Cecilia Alemani para la muestra central de la Bienal de Venecia.

“Son retratos. Ya hice a Patricia y a Diego... pero esta vez decidí ponerles nombre y apellido, como tienen las pinturas históricas de la burguesía, como El matrimonio Arnolfini (de Jan van Eyck, conservado por la National Gallery de Londres) o Battista Sforza (el díptico de Piero della Francesca que está en la Galería de los Uffizi, Florencia). Me pareció que era un buen momento para nombrar. Cada pieza es una persona que existe y es mi familiar, y habla de esta constelación genealógica”, explica.

La diferencia es que sus obras no son prolijos cuadros pintados al óleo en solitario sino construcciones en barro que amasa con un grupo de seis artistas amigos. “Primero trabajamos un montón en Lisboa produciendo las estructuras con el equipo. Pusimos la primera capa de adobe y después viajamos a Venecia. Nos quedamos un mes. Vivimos en un departamento muy cerca de la bienal. Pusimos un parlante grande, siempre con música, e hicimos un enchastre. Yo ensucio cuando hago: mucho barro. Salió todo bien. Terminamos hace veinte días, porque nos pusieron a trabajar en primer lugar justamente por eso: somos los más sucios. Después van colgadas obras de otros artistas en las paredes”, explica.

 La leche de los sueños tiene tres áreas: “La representación de los cuerpos y sus metamorfosis; la relación entre los individuos y las tecnologías, y la conexión entre los cuerpos y la tierra”. Crea un diálogo entre el presente y el pasado, y pone en relación historias de exclusión. Escribe Alemani en el texto curatorial: “Basándose en el conocimiento indígena y subvirtiendo los estereotipos colonialistas, el artista argentino Gabriel Chaile presenta una nueva serie de esculturas monumentales, hechas de arcilla sin cocer, que se elevan como los ídolos de una fantasiosa cultura mesoamericana”. Chaile siempre vuelve al concepto de la genealogía de la forma: implica asumir que cada objeto, en su repetición histórica, trae consigo una historia que contar. Ha trabajado con el huevo y con el ladrillo, y esta serie se relaciona con los hornos de adobe en los que, como en su casa, se cocina el pan. 

“Creo que mi trabajo se alinea bastante bien con lo que viene pensando Cecilia, y también hay un pensamiento de época –dice Chaile–. Muchos artistas estamos enfocados en estos temas: la reconfiguración de lo humano, esta sacudida de piso de todo los estándares conocidos y los poderes hegemónicos que empiezan a ponerse en cuestión. Por eso, en esta bienal hay tantos artistas poco conocidos y creo que es la primera edición en la que hay mayoría de mujeres. Cecilia es una de las pocas curadoras mujeres en la historia de la bienal. Esto no tiene que ver sólo con el feminismo, sino que abarca a todas las mal llamadas minorías. Mi trabajo tiene un poco de todo esto: simplemente soy un observador y traduzco lo que veo en imágenes. Me gusta pensar como alguien que intenta comprender el presente, con lo difícil que es eso”.

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