Historias de acá

Luciana Tagliaprieta, la reina pop de los millennials tucumanos

Es la compositora que conmueve a una generación de tucumanos y que ahora ha sido seleccionada entre más de 4000 artistas para representar al país en un festival internacional. Una mirada íntima sobre la música, las adicciones, los hijos, los padres, la provincia y más.

15 Abr 2022 - 19:32

Luciana, una artista que trasciende las fronteras de la provincia.

Fue en la primavera del 2009. Los jardines del Munt (Museo de la Universidad de Tucumán) estaban florecidos, hacía calorcito, caía la tarde cuando Luciana Tagliaprieta y su banda salieron a tocar las canciones del disco Los Domingos. Sonaban hermosos, su voz dulce y rasposa, la batería y los sintetizadores, un pop medio rockanrolero, con notas setentosas y ochentosas, de altísimo vuelo hecho en Tucumán. La Lu baila despacito y cortito cuando canta y agarra el micrófono con fuerza, como domándolo y seduciéndolo a la vez. En ese entonces, unos pocos ya la conocían. Para otros, como yo, fue participar de uno de esos hitos gloriosos que marcan una generación. Mi generación. La Luchi es la cantautora más importante de Tucumán en la actualidad y uno de los dos proyectos seleccionados de Argentina (¡entre cuatro mil!) para representar al país en una super feria musical en Colombia el mes que viene. Para muchos de los que ahora tenemos entre 30 y 45 años es la artista que nos tocó, la compositora que con sus letras nos tiró la posta sobre el amor y nuestras vidas (“Deberías vivir conmigo/Duermo mucho pero puedo ser ama de casa”), un ejemplo de perseverancia y de trabajo (tiene cinco discos), la cantante que contribuyó a mostrarnos que aquí también se podía producir con excelencia. Hoy es una leyenda viviente a los 37 años, la número 10 de una generación tucumana.

¿Pero a qué costo?   


Los domingos 

“Te voy a regalar esos dibujos que hice especialmente /Casi todos son para vos pero hablan de mi…”

La veo acercarse hacia nuestra primera charla: el pelo lacio naranja zanahoria atado en una cola, el cuerpo menudito, unos ojos sonrientes enormes. La Luchi es amistosa pero cauta, amable y reservada. Ella dice que todo está puesto en sus letras, en su música. Pero nuestro encuentro me recuerda un recital en el Centro Cultural Virla en el 2018 donde le grité “Luchi, te amo” y pareció incómoda al escucharlo. Luciana dice que le encanta el amor del público y yo le creo, pero también tengo la sensación de que detrás de lo que me dice y cuenta, hay otra Luciana, complejísima, difícil de acceder, insondable. Porque ser artista –una artista completa como ella   que dibuja, pinta, escribe poesía, compone sus melodías y letras— no viene sin altos costos, especialmente emocionales. Y también económicos. Ser artista en Tucumán te destruye o te saca buena.      

Lo primero que hago es preguntarle por su signo: “Geminís”, me dice. “Y rata de madera en el horóscopo chino”. Le pregunto qué significa todo eso para ella: “Geminís es un signo de aire, es pensamiento y es palabra. Comunicación. Y también es bipolar”, se ríe. La bipolaridad de la que habla se resume en las características de la rata: “Es la que llega primero. Sabe lo que quiere. Pero también le gusta estar en la madriguera, escondida. Y después sale. A la rata le gustan los lujos y la mugre”, me dice.

“Suelo entregarme a la mugre. A ahogarme con el malestar y las frustraciones. El lujo, para mí, es un estado elevado de la vida”, me cuenta ahora a propósito de ese lujo que ella aprendió a alcanzar con una práctica budista que, desde que es madre, tiene abandonada por falta de tiempo. Paloma tiene cinco años y Silvestre nació durante la pandemia.  “Después del segundo (hijo), fue muy loco. Me di cuenta de que me queda muy poca vida. En el sentido de que una vive para los hijos”, cuenta.     

Todo esto está presente en su música que es super personal y a la vez universal: “Para cantar hay que estar en un estado muy zen para transmitir una emoción universal, no se trata de tu emoción particular”.

Federico Orio fue su baterista, su productor y es un gran amigo. Valora la manera que tiene Luciana de componer las canciones: “Se mete en un viaje personal que resulta en canciones que me emocionan, me hacen llorar con la forma, su paisaje musical, la lírica. Hay una melancolía fresca y original en su música, en su timbre de voz, en el ritmo de las melodías. Es una artista que me interpela; atractiva y completa”.

El paisaje musical de la Luchi tiene manos (aparecen en sus mejores canciones), muchos sentimientos, desencuentros y amor, dudas, enojos, fallas y fracasos, dulzura, pérdidas, castigos. Suena a los domingos: luminosos hasta el mediodía, dulces a la siesta hasta volverse agrios o melancólicos por la tarde.

        

Diagrama de Ben

El segundo show de Luciana al que fui, en el 2011, fue en un bar de la 25 de mayo frente a la plaza Urquiza. Era en un primer piso y el público estaba sentando en sus mesas tomando tragos y conversando. Luciana empezó su show pero no tocó los hits de Los Domingos. En cambio, empezó a tocar temas de su segundo disco, Diagrama de Ben. El público, un poco hijo de puta, dejó de prestarle atención y el murmullo de las conversaciones pronto se puso a competir con la música del recital. Luciana se enojó y salió disparada del escenario. En ese momento todo el bar salió corriendo detrás de ella a buscarla, a pedirle perdón y a abrazarla. La trajimos de nuevo y completó el show.  Yo nunca había visto nada parecido y me impactó el amor que nos llevó a todos los presentes detrás de ella. Ah, el amor del público, complicado como todos los amores. La Luchi no se acuerda de esta anécdota: tal vez porque eran tiempos de excesos y de adicción al alcohol y drogas duras.     

Los diagramas de venn, para decirlo en criollo, son los círculos que nos enseñaron en la primaria para delimitar los conjuntos. Adentro del círculo, lo que pertenece y forma parte. Afuera del círculo, un limbo. Las familias son diagramas de venn.

Luciana viene de una gran y amplia familia de músicos. Su madre es Adriana Tula, la célebre cantante tucumana relacionada al folklore. Su papá, Miky Tagliapietra, tuvo varias bandas de jazz y rock y fue músico de Jacinto Piedra y de Peteco Carabajal. Cuando Luciana era chica –es la mayor de tres hijos— sus padres tenían dos bares. En Boulevard Concert, su madre cantaba y desde los tres años Luciana subía al escenario con ella. La imitaba frente al espejo. La acompañaba, la miraba desde abajo, su pisar fuerte, la presencia escénica. Sus primeros dibujos fueron de una banda ensayando. “Yo voy a tener una banda”, decía entonces.

Adriana, su mamá, me cuenta que al principio Luciana empezó por la poesía. A los 15 años escribió un libro de poemas que se publicó a los 17. La madurez y la sensibilidad de esos poemas sorprendieron a todos. Después ingresó a la Facultad de Artes. Pero fue la presentación de aquel poemario en el teatro Caviglia, con un saxofonista y la Luciana con su vestido de la fiesta de 15, medias blancas y zapatillas, esa puesta en escena la que le confirmó a su madre que la Luchi estaba hecha para los escenarios. Y grandes cosas.  

Pregunto por la relación entre dos cantantes tan poderosas. Anticipo grandes choques de egos pero Adriana es muy amorosa y Luciana más bien tranquila. Las dos me dicen que no hubo grandes guerras entre ambas, las normales. “Mi mamá me ha ensañado mucho. Más desde la diferencia. Y con la maternidad nos volvimos más cómplices”, cuenta Luciana. Hay una admiración profunda por lo que cada una de ellas hace. “Nos coucheamos”, dice Adriana. Y si Luchi eligió el pop, tal vez eso ayudó a que no compitieran al estilo Succession. “En mi familia, mi mamá es la cantante y yo soy la compositora”, comenta Luchi. Estoy convencido de que la división de roles ayuda a la armonía dentro de ese diagrama de venn. Adriana se sorprende con la respuesta y retruca: “Así lo ve ella. A mí me encanta su voz y manera de cantar. Soy su fan”, dice la Tula.

Un diagrama de venn más grande circunda a la Luchi con toda una generación tucumana: “Estando lejos, escuchar a Luchi me da un poco de justa nostalgia y un sentimiento de pertenencia… su voz y sus letras siempre me transportan a un lugar común y conocido. Siempre que la escucho me siento acompañado. Me reconozco en ella y en su música de alguna manera. Atesoro haber tenido el honor de vestirla a ella y a su banda para un concierto en el teatro San Martín. Ver a alguien que admirás usando algo hecho por vos para mostrar su arte es hermoso”, escribe el diseñador tucumano Gonzalo Villa radicado en Valencia.

Diseñadores, escritores, músicos, poetas, el abanico de artistas de una generación que han creado y producido escuchándola y cantando sus canciones; también siguiendo su ejemplo. La cantante Pupy Nagle me cuenta “lo que más admiro de ella es su guapez, es muy guapa se ve. Cómo ella sigue apostando a su profesión y a su carrera que ya es super extensa. Está constantemente en movimiento y adaptándose a las circunstancias. Yendo a Buenos Aires, ahora en Tucumán, maternando, con dos hijos, una situación que te hace aflojar o dejar actividades que te gustan. Admiro su empuje. Y sus canciones son muy hermosas”.

 

La Luna 

“Fui traidor y fui fiel, no sé quién soy/en tus manos./ Soy yo, y estoy caminando./ A tu lado.”

En marzo del 2015, el tercer disco de la Luchi, La Luna, un disco pop con tintes folklóricos me acompañó mientras me peleaba y me reconciliaba con mi pareja y escribía mi segunda novela. Al CD me lo regaló mi hermano. A mi círculo íntimo lo evangelicé con mi Luchimanía. Vidrio roto fue mi himno ese año, como luego lo sería Escala y antes había sido Empresa. Los tres temas tienen a las manos con un elemento importante.   (“Son la imagen de la creación. Y me enamoran las manos. Son las manos de las personas que me enamoraron”, me cuenta.). En La Luna canta con su mamá. Al disco lo produjo Litto Nebbia y se grabó durante seis semanas en Buenos Aires con toda la banda. La inversión económica de la discográfica fue una gran responsabilidad para ella y representó un salto profesional que no le resultó fácil. “Me la pasé con angina. Los nervios. Me sentía abrumada. Muy exigida”, cuenta de esa primavera en el 2012. Las giras le costaban un montón. En la primera entrevista con una radio de Buenos Aires se negó a hablar. Se ponía tan colorada que pidió que la banda hable por ella. Los locutores terminaron haciéndole bullying.

La luna representó una gran oportunidad y desde entonces vivió en Buenos Aires hasta la pandemia. Pero el cierre total de las actividades en 2020 hizo que llamara por teléfono a su madre y le pidiera que la fuera a buscar a ella, a Paloma y a Pablo, su pareja. La situación económica era complicada. “Mi mayor preocupación es la parte económica. A los artistas les cuesta mucho, pero igual quiero que siga por este camino”, dice Adriana. Mientras la Luchi siga en Tucumán, está contenta de tenerla en su casa, a sus nietos y a su yerno, pero sabe que quizá Luciana tenga que volver a Buenos Aires en algún momento porque es difícil vivir en Tucumán de la música. Canción Uno del disco Kawai tiene más de un millón de reproducciones en Spotify, y aunque la plataforma está en decadencia, los ingresos que recibe por regalías cada cuatro meses es un plus que ella usa para financiar un viaje, un video, el master o la producción de su música: “Yo no vivo de la música, son muy pocos los cantautores que pueden hacerlo. Tenemos otras actividades que nos permiten subsistir. La plata que ingresa por la música yo la vuelvo a invertir para poder seguir produciendo”. La Luchi junto con su pareja tienen un vivero en el centro como fuente de ingreso familiar.     

La banda ahora se encuentra juntando plata para el viaje a Colombia en mayo. El BIMECity Bogotá es una gran oportunidad para convertirse en la próxima Julieta Benegas o Javiera Mena. “La feria tiene una gran proyección internacional. Van músicos, discográficas, productores. Es importantísimo para mí, además del orgullo de haber sido una de las dos bandas argentinas seleccionadas entre cuatro mil”. El Instituto Nacional de la Música cubre algunos costos porque la ayuda del Estado es fundamental. Para los artistas, la cuestión económica es una fuente de gran estrés.

 

Kawai y los singles Perro y Escala

“Tendremos casas, hijos, perros /Lo intentaremos pero no funcionará…”

Kawai es otro disco hermoso. Escala me acompañó toda la segunda mitad del 2018 como un mantra. A Perro lo produjo Kurt Uenala de Depeche Mode. Su proyección nacional es hoy única para una tucumana. Tanta belleza, tanto reconocimiento es producto de su enorme talento y de su capacidad de trabajo. Y de un gran aprendizaje. Atrás quedaron los días en que por ejemplo llegó completamente borracha a una entrevista en la radio. “Forma parte de la vida como jóvenes, de mi vida, entre los 20 y los 30 uno atraviesa ciertos límites. A veces metí la pata y a veces la piloteaba”, recuerda de esos tiempos.   

Todo el proceso creativo es muy exigente. Hay una honestidad y una profundidad en sus letras que es única. “Reaccionando ante ciertas tensiones. Como catarsis. Necesito decirlo cantando. Entro en un ánimo muy particular, físico. Me pongo muy inquieta. Escribo y compongo caminando. Es como un pequeño demonio dentro mío. Empiezo y no puedo parar hasta que está completo”, explica en sus propias palabras. Es algo muy verdadero y muy intuitivo. Por eso, Luciana corrige poco.

Y si bien Adriana, su mamá, nota que Luciana está mucho más equilibrada desde que fue madre y la música representa el túnel que conecta la rata mugrienta y la rata lujosamente espiritual, llegar tan lejos fue un camino tortuoso. Las investigaciones en psicología han logrado establecer una fuerte correlación entre la creatividad y una salud mental complicada. Las personas creativas tienen más tendencias a la ansiedad, a la depresión, a la bipolaridad, mayor volatilidad emocional. 

“A partir de Kawai y de ser madre cerré mi círculo, tuve que dejar muchas cosas atrás, poner límites y creé un entorno que estuviera en mi nueva sintonía. Fue una necesidad por respeto al público, pero sobre todo para respetar mi arte, darle valor. No estaba bueno dar un recital y que no se entienda lo que cantaba”, dice la Luchi. “Fue muy doloroso cortar todo eso, con la adicción y la maternidad me ayudó un montón”, agrega.    

A la Luchi siempre la vi como una rockstar. Una fuerza avasallante, rebelde, explosiva. Pero ella no se reconoce en esa descripción salvo por lo de rebelde porque tiene muy claro lo que quiere hacer y para eso hay que romper reglas. El proceso creativo es uno de reconciliación de las contradicciones, las harmoniza. El verdadero artista contiene multitudes. La Luchi rockstar, la emocional y la sensible, la trabajadora incansable, la que ama el escenario y la rata reclusa, la madraza. Son mentes complejas, enquilombizadas, enmarañadas, de lío y de desorden que buscan y tienden hacia el orden y la harmonía. Esta me parece la Luchi más verdadera: una de variabilidad e independencia mental. El poco autocontrol que la edad, el aprendizaje, el amor y las responsabilidades han ido domando.   La vida creativa es una vida con sentido e implica estrés y ansiedad, pruebas y errores, valentía, tomar riesgos; abrazar, asumir, hacer propios los misterios de la vida. Y por sobre todo, resiliencia. Sobreponerse al dolor, al fracaso, a los sinsabores del camino, a los costos emocionales, mentales y materiales de ser artista.

    

Nueva forma y La mujer de madera

Cinco discos en 12 años. Pop de distintos matices: ochentoso, rockanrolero, folklórico, electrónico, experimental. Un amplio recorrido. Próximamente Bogotá. El presente de Luciana es la maternidad y su último álbum: “Es un estado extraño desde que nació Silvestre. Yo estaba lista para volver al mundo y quedé embarazada. Hace tiempo que no escribo nada nuevo. Hay poco espacio mío y me descargo puteando. Mucha mente y poco papel”, cuenta sin amargura.

Sin embargo, la presentación de Nueva Forma en el teatro San Martín la hizo muy feliz. Por primera vez un show suyo tuvo dirección teatral, había bailarinas, un micrófono inalámbrico, todo estaba pautado y salió hermoso. El camino de la profesionalización es una gran contención. Aprender de la experiencia hace todo más fácil. Federico Orio que no participó en este disco cree que es el mejor de Luciana: “Es muy yo, me lo tomo personal. Hojas (el tema), ufff, me gusta mucho”, dice y me canta: “No quiero dejarte así/Son las hojas sin colores”.

Para Adriana, el disco contiene una de las mejores canciones de Luchi, Triste Flor: “Desanimada, mal acomodada/pienso en vos, le canta a su hija después de ver en la tele como durante la época de Macri le pegaban a un chiquito que buscaba comida. Me pone la piel de gallina”, cuenta. Y agrega: “La Luchi escribe tan silenciosa. No te enterás. De golpe viene y te dice, ya tengo el disco”. Cuando Luciana escucha a su mamá se ríe porque la interpretación es muy de Adriana.         

Con la Luchi nos encontramos un par de lunes después de sus clases de música ISMUNT. Está pensando en ingresar al Profesorado de Dirección Coral. Mientras tanto, sueña con un proyecto que viene madurando hace tiempo: La mujer de madera. Esta vez, serán ritmos latinoamericanos. Su amigo Fede, espera ansioso, grabarlo con ella. Los fans, escucharlo y celebrarlo. Como el poeta y editor Nacho Jurao que me escribe: “Es una ídola. Esta provincia no se la merece. Nueva forma, el último es un discazooooo. Me destruye y me hace otra persona. Una genia realmente”.

La Luchi limpia trabaja mucho mejor: “A diferencia de lo que creía, sin sustancias estoy mucho más despierta y lúcida. Creativamente tengo mucha más actividad. No estoy anestesiada. Estoy mejor”. Mientras tanto, Paloma crece mirando a su mamá componer y cantar y se sube a los escenarios como lo hizo alguna vez la Luchi. Todo indica que la tradición familiar va a seguir vigente. El futuro de la Luchi está lleno de cosas maravillosas.

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