Está sentado en su casa frente a todo el esplendor del Parque 9 de Julio sobre la avenida Gobernador del Campo, con vista a las palmeras, al macetón, a Lawn Tennis, y al frente donde juegan los mejores jugadores de los barrios populares del fútbol tucumano sobre la tierra. Entrevista exclusiva a un artista fundamental para entender quiénes somos. VIDEOS
Don Carlos.
Está sentado en su casa frente a todo el esplendor del Parque 9 de Julio sobre la avenida Gobernador del Campo, con vista a las palmeras, al macetón, a Lawn Tennis donde brilla el verde césped de rugby y el polvo de ladrillo del tenis, pero sobre todas las cosas donde al lado de Lawn Tennis, separados apenas por una tribuna de cemento, juegan los mejores jugadores de los barrios populares del fútbol tucumano sobre la tierra.
Los cracks de los equipos de fútbol, que juegan por supuesto con la misma camiseta del mismo color y diseño con el número grande en la espalda, se sabe que son increíbles: llevan las redes para ponerle al arco, contratan a un árbitro, cuelgan banderas de árbol a árbol, llenan las conservadoras y suben el volumen de la música en un parlante mientras la pelota a veces pica bien, y a veces pica mal.
Probablemente los padres y las madres de esos jugadores que ese sábado a la tarde (el día por excelencia del barro tucumano y de ver en la tele Elegidos) escucharon y bailaron por lo menos con uno de los 36 discos que este hombre sin edad y eterno compuso con su mente, su alma, su corazón, su teclado y también el acordeón: con ustedes, Don Carlos.
Don Carlos es quien anoche, como es habitual, antes de dormirse se puso a ver las grabaciones con cámara en vivo de los magníficos shows que brindaba en cada pedazo de tierra y también de cemento, el gran paso con el que sueña tantas veces la clase popular para su casa, sueños mientras se cocinaba un espectacular guiso de arroz y en las radios portatiles de las cocinas con la canilla abierta ya sonaba Cariño, el disco emblema que le abrió las puertas a Don Carlos de muchas casas más, de un montón de casas más, de casas como la Casa Histórica, y de casas como las que suenan a cumbia.
Antes que nada, para hablar con Don Carlos, es necesario decirle que uno como periodista tiene el orgullo de ser el nieto de Jorge Bilotti, uno de los grandes emblemas de la radio tucumana. Entonces sonreímos y comenzamos el diálogo con este pedazo de diario y tanto por hablar: “Jorge Bilotti me presentaba en el escenario de LV12 sobre calle Mendoza. Que lo nombres a él, a tu abuelo, me ha obligado a recordar todos los buenos momentos que he vivido en mi vida ahora con vos, con su nieto, que por esos años seguramente todavía no habías nacido”.
Don Carlos siempre anduvo a los saltos. Desde su niñez. Como si jugara una rayuela tropical: nació en el sanatorio Rivadavia de la ciudad que es la Capital Federal del país excepto cada 9 de Julio y recorrió el continente, pero en ningún lugar Don Carlos se sintió como en esta bella provincia llamada Tucumán, el Jardín de la República, cuando una mañana de octubre del 63 llegó para ya no irse más: “Efectivamente yo nací en Capital Federal, pero Tucumán es la provincia que a mí me ha dado todo en la vida”.
Esa vida, que presenta Don Carlos ya imaginariamente vestido con zapatos blancos sobre el escenario, comienza en Tucumán después haber recorrido las rutas abiertas de América Latina con el acordeón y Carliños hasta que los tiempos comenzaron a cambiar y la música que sonaba en las radios tucumanas era de un grupo sueco como Abba, es decir, un beso permitido en el dial hasta la irrupción estelar de Don Carlos, quien grabó con las disqueras mundiales más importantes de todos los tiempos como RCA Victor.
Esa fama hecha vinilo, siempre con su imagen en portada, siempre él, con su raya al costado y sonrisa de galán, siempre con camisa blanca lisa o cobriza con brillos, pero con camisa al fin, como si la formalidad y el glamour se tomaran efectivamente de la mano y fueran juntos al baile porque esa noche tocaba Don Carlos: “En Buenos Aires hemos tenido la suerte de tocar para 5 mil personas: solo cabecitas se veían en el público. Pero en Tucumán he tenido grandes shows en mi vida, como en el Salón para las Orquestas del Parque 9 de Julio o también en lugares donde no existía el asfalto. Por ejemplo: desde Los Bulacio hasta Leales era todo de tierra. O desde Tucumán hasta Burruyacú. Había un baile cada 20 metros, en cada pueblo. ¿Cómo me contrataban? Yo estaba el lunes en mi casa, y el martes al mediodía ya sonaba el teléfono de mi casa: estaban cobrando los trabajadores del ingenio y me llamaban para festejar que habían cobrado, o en las fiestas patronales que empezaban a la mañana. Eran grandes fiestas que hacíamos sobre la marcha”.
Claro que Don Carlos, como estrella que es, siempre ha estado cerca del planeta que encontró aquí donde conoció constelaciones como su señora y sus hijos y donde el Don Carlos amigo, tan amigo de sus compañeros, se convirtió en el padrino de los hijos del Facha Hugo Dante, grande entre los grandes: “Entre las grandes voces del grupo lo hemos tenido a Hugo Dante, luego entró Johny Matías, Pío Montes con Descarada, y luego entró un chico jovencito Elio Adolfo, la voz de Cariño. Es tremendo: mientras pienso en ellos me entran las ganas de volver al escenario. Es tremendo cómo se extraña el escenario. Nos pasa con la orquesta: cómo extrañamos el deseo de estar en el escenario, de sentir el cariño de la gente, de presentarles nuestro nuevo disco”.
“Nuevo disco”, dijo Don Carlos. Y es que cuando uno dice que es eterno es porque lo es. Nunca nadie excepto él sabrá su edad real. Ni necesitamos saberla. Mientras un gordo con la panza naranja grite un gol al frente de la casa de Don Carlos y en un rato se quede sin aliento y pida el cambio, Don Carlos seguirá pidiéndola, jugando, siempre titular: “Esta vitalidad que siento me ha permitido tener un disco de platino, ser socio vitalicio de Sadaic, saber que mis composiciones trascienden las fronteras y llegan a países como Chile (claro que Don Carlos tocó en Puerto Montt), como Italia o como Estados Unidos, ¡a continentes como el África! Cuando recibo las liquidaciones de Sadaic por los derechos de autor y veo esos lugares adonde ha llegado mi música no lo puedo creer. Por eso nunca digo mi edad: a la edad que yo tengo la gente va a tirarle maíz a las palomas. El problema de la edad es que es solo un tiempo transcurrido. La vitalidad y el cerebro pasan por otro lado, tienen otra postura. Mentalmente ni loco puedo creer cómo me siento a mi edad”.
Con tanto vivido, y antes de volver a ver uno de los recitales donde brillaba el cuero blanco de sus zapatos combinados con el saco blanco y el pantalón celeste, con los colores patrios, izando la bandera de la música tropical, con tanto por ver, Don Carlos se toma una pausa, y cuenta sentado en esa casa frente al parque 9 de Julio cómo vive lo que le pasa a un artista en pandemia: “Trato de pasarla lo mejor posible sin salir de casa y doy gracias precisamente a la gratitud de haber recibido ya las dos vacunas. Durante el camino, hemos perdido a un músico como José María Singh, quien trabajaba como enfermero, un trágico fin con esta porquería y yo sin entender cómo puede haber gente que no se quiera vacunar, cosas que no entiendo del ser humano”.
Con 36 discos en sus solapas disponibles en YouTube gracias al inigualable DJ Goro Figueroa, Don Carlos tiene el recuerdo más cercano de haber tocado junto al gran Dyango en febrero del año pasado en el complejo Gustavo López de Banda del Río Salí. Don Carlos y Dyango, juntos festejando el Carnaval de la Tercera Edad. Mientras espera volver al escenario, esta noche Don Carlos tendrá opciones en la televisión para volver a ver: “Tengo la suerte de tener grabado los bailes y, antes de acostarme, veo los shows que dí en la capital, en Metán, en Rosario de la Frontera, en el Festival de la Verdura de El Mollar, donde sea. A cada actuación nuestra se la grababa y salía un disco: ‘Don Carlos en vivo’”.
A horas del 9 de Julio, Don Carlos, prócer si los hay, declara: “El 9 de Julio es la rotura de lazos con un país que nos tenía dominados, es el hecho de ser independientes, libres, la cualidad de todo ser humano. Por eso siento que yo le debo todo al público de Tucumán. Acá la gente tuvo, tiene y seguirá teniendo afecto por lo nuestro porque es música que no tiene letras obscenas, que puede ser escuchado en familia, y eso es justamente lo que nos permite llegar a todas las familias de los tucumanos. Es más: estoy seguro de que un disco nuestro, en alguna casa, está acompañando a alguna familia tucumana en este momento, mientras termina esta nota, mientras les mando un abrazo a todos y al público en general le dejo solo un deseo más: verlos nuevamente desde el escenario”.