Fue el programa ícono de la televisión argentina durante 25 años, donde un grupo maravilloso de alumnas y alumnos de la Escuela Normal deslumbró al país en un día marcado a fuego para la democracia. En la final, Mariano Aquino eligió una de las 13 llaves: el desenlace hoy emociona tanto como aquel día. VIDEOS
Mariano Aquino ya giró la llave ganadora. Silvio Soldán pega su salto clásico.
La primera vez que supe de esta historia fue a comienzos de siglo, hace ya casi 20 años. Por entonces yo cursaba el secundario en la Escuela Normal cuando una profesora nos mostró el video de unos egresados que habían ganado en 1987 el viaje a Bariloche en el famosísimo Feliz Domingo. El vhs incluía una escena donde esos chicos de la Normal realizaban una interpretación fenomenal sobre la Guerra de Malvinas.
Como todo grupo de adolescentes, no éramos fáciles de domar en un aula. Sin embargo, esa vez el silencio invadió el salón como nunca: solo el sonido del recitado de la pantalla cortaba el aire. A decir verdad, no recuerdo detalles de la actuación, pero sí que nos conmovió a todos y que, desde entonces, siempre recordé a aquellos jóvenes de otros tiempos que nos habían erizado la piel.
Hace unas semanas, también escribiendo sobre mi escuela, resurgió aquella escena dominguera. Pude ahondar más en algunos detalles, conocer a sus protagonistas y, parafraseando a uno de ellos llamado Cristian Schurig, puedo asegurar que “aquella historia no naufragó en el mar de los recuerdos, sino que fue un mensaje en botella que cayó en mis manos en la orilla de otras décadas”. Un mensaje que hoy será destapado.
Empecemos: para cualquiera que haya transitado su secundario entre los ochenta y los noventa no había mayor sueño colectivo que ganarse el viaje de egresados a Bariloche en Feliz Domingo. Algún lector joven podrá no tener idea de qué estoy hablando. Para ellos esta breve explicación: Feliz Domingo para la Juventud fue un programa de televisión que se emitía todos los domingos desde el mediodía hasta entrada la noche. Estuvo al aire durante 25 temporadas ininterrumpidas entre 1970 y 1995. Fue un verdadero hito de la TV argentina, que alcanzaba picos de rating muy pocas veces logrados por otros programas.
Se trataba de una especie de torneo intercolegial con diferentes pruebas en el que escuelas de todo el país competían por un lugar en la final, en la cual un afortunado debía encontrar la llave que abría el "Cofre de la Felicidad". O sea: el viaje a Bariloche para todo el curso. En 1987, un grupo de alumnos de la Escuela Normal estaba a punto de concretar aquel sueño adolescente, pero para eso había un camino que recorrer.
Todo comenzó cuando María Alejandra Altamiranda y su mejor amigo, Mariano Aquino, decidieron probar suerte y enviar una carta a la Municipalidad de San Miguel de Tucumán para pedirle que les finanziara la participación en el programa. La madre de Alejandra fue la encargada de redactarla. La misiva siguió su curso, llegó a “Mesa de entrada” y, de una u otra manera, terminó en las manos de Marta Escurra, funcionaria municipal que se encargó de gestionar el viaje.
Con la respuesta positiva, Mariano y Alejandra plantearon el tema en la escuela y las mismas autoridades se encargaron de preparar al plantel que viajaría a Buenos Aires. Para eso, se tomó la decisión de seleccionar a dos estudiantes de cada una de las siete divisiones de la promo ‘87: “La selección fue interna en cada curso, fue democrática y nuestros propios compañeros fueron los que nos eligieron”, cuenta Cristian Schurig, uno de los chicos que viajó.
Finalmente, los seleccionados fueron 13 alumnos: “El grupo estaba conformado por muchos chicos que nunca habíamos sido compañero de división; sin embargo, jamás hubo diferencias. Funcionamos como un equipo perfecto. Cada uno aportó lo suyo, incluso sacrificando protagonismo, priorizando al grupo”, agrega Cristian.
Una vez conformado el equipo, había que prepararse para el concurso. Para eso se trabajó en varias estrategias: algunos se aprendieron la mayor cantidad de ríos, capitales y países para nombrar en 10 segundos. Los más cultos se prepararon para el clásico certamen de preguntas y respuestas. Sin embargo, todas la fichas estaban puestas en la sección “Yo sé”, que era un espacio libre donde los participantes mostraban alguna destreza o talento y que un jurado se encargaba de aprobar o reprobar.
Otra vez fue Mariano Aquino quien tomó la iniciativa y propuso el texto “Quizás un héroe” de su prima Virna Köhle, como guión de una performance que sería una de la mejores de la historia del programa. “Cuando Mariano venía de visita a Buenos Aires siempre compartíamos nuestras pasiones. Yo le mostraba algunos escritos y él los actuaba”, cuenta Virna.
La autora escribió aquel texto a los 15 años y fue inspirado por un combatiente al que conoció de casualidad en un consultorio de kinesiología: “En este relato quise transmitir los pensamientos de un soldado de Malvinas, lo que pude imaginar desde mi mirada de adolescente. Fue con este cuento que establecí la intención de una postura más seria ante la escritura y marcó mi real comienzo como escritora”, dice Köhle.
Mariano propuso esta pieza maestra de su prima para interpretar en el estudio televisivo. Fue aceptada por los compañeros inmediatamente. Con la ayuda de la profesora Beatriz de Parolo prepararon el número. Cristian Schurig sería el encargado de recitar el texto, Estela García y Analía Lescano musicalizarían la escena con chelo y flauta traversa, respectivamente; mientras que el propio Mariano estaría al frente interpretando al soldado.
Luego de unos pocos días de ensayo, llegó el viaje. Salieron un viernes desde la vieja terminal, arribaron un sábado que trataron de aprovechar al máximo: primero algunas vueltas por La Boca y San Telmo, después una tarde de diversiones en el Italpark y, finalmente, una noche de teatro con Enrique Pinti y “Salsa Criolla”.
Así llegó el ansiado y feliz domingo. Desde antes del mediodía se instalaron en el canal en busca de un sueño. Sin embargo, no todo es color de rosa, al contrario. Contextualizamos: es 19 de abril de 1987, Domingo de Pascuas, cuando nuestra por entonces novel democracia sufre el primer “levantamiento cara pintada”, un intento de golpe militar, encabezado por Aldo Rico.
En ese marco, nuestros jóvenes tienen preparado una escena con un militar como protagonista. La producción del programa se niega a que realizaran el número. Entonces, Fedra Lagos, una de las alumnas tucumanas, saca a relucir el espíritu de la abogada en la que se convertiría años después y defiende al equipo. Inclaudicable, Fedra logra convencer a los productores y, finalmente, pueden realizar el número.
Llega el momento, ahí están, en el estudio de uno de los canales más importante del país, en el programa más visto del momento. Están ellos, son cuatro en escena, más una escritora que sigue desde su casa. Nueve más en las tribunas. Más de una centenar que no los conocen en el estudio, miles que miran y apoyan desde Tucumán. Millones que miran en toda la Argentina.
La composición de Vangelis es interpretada perfectamente por dos músicas de primer nivel: una de ellas, Estela García, chelista actual de la Orquesta de la Provincia. También está el recitado de memoria, impecable, de Cristian Schurig, que maneja los tonos en tiempo y forma, y hasta deja escapar orgulloso el acento tucumano. Y al frente, Mariano Aquino, que se gana todos los primeros planos, con una actuación soberbia. Son cerca de 4 minutos inolvidables para ellos, impactantes para quienes los ven. Termina y se ganan la ovación de todos los presentes. Silvio Soldán no oculta su asombro. Aplaude y suelta una pregunta a Mariano: “¿Muchacho, usted es actor?”. “Quiero ser”, le responde. “Es. Usted es, muchacho”, sentencia Soldán.
Hasta ahí era más que suficiente, ya habían ganado. Habían logrado combinar literatura, música y actuación en un solo número. Lo habían hecho con un mensaje político, jugado para la época, hoy vigente. Y lo habían hecho en un día convulsionado, un día histórico. De hecho la tarde avanza, se corta la trasmisión y el presidente Raúl Alfonsín sale en vivo desde el balcón de Casa Rosada. Su discurso trae buenas noticias, trae paz: “La casa está en orden. Felices Pascuas”, dice y así construye su mayor legado como político: defender la democracia ante todo.
En el estudio, nuestros muchachos y muchachas, junto a todos los otros muchachos y muchachas, a los productores, camarógrafos, todos, absolutamente todos, festejan, se emocionan, algunos sueltan lágrimas. Cantan el himno. La tarde es épica, ya es inolvidable. Pero todavía hay más.
Con la democracia fuera de peligro, llega el momento del Cofre de la Felicidad: “la mayor emoción de la televisión argentina”. Son trece llaves, doce no sirven, una sola abrirá el cofre y quien la encuentre ganará el viaje a Bariloche. Va otra vez Mariano Aquino, el capitán de aquel equipo. Soldán le pregunta: “¿Es afortunado, usted, muchacho?”. “Hoy sí”, responde y mete la llave que da dos vueltas sin dudar. Menos de cinco segundos después 13 tucumanos son un solo abrazo. “Es la primera vez que Tucumán gana en este programa”, suelta Soldán.
“Cuando terminó el programa, no lo podíamos creer; salimos festejando en nuestro ómnibus y pasamos por Plaza de Mayo que todavía estaba llena de gente que había defendido la democracia. Fue impresionante”, cuenta María Julia Pourrieux. “Es una experiencia que me marcó a fuego, siempre que puedo comparto lo vivido contándoselo a alguien. Creo que cuando sea viejita, les voy a contar a mis nietos todos los días la misma historia de cuando fuimos a Feliz Domingo para la Juventud”, agrega María Julia.
Cuando llegaron a Tucumán, fueron recibidos como héroes en la escuela. Fueron entrevistados por Canal 10 y por los diarios de la época. Después llegó el viaje a Bariloche junto a una división que fue sorteada entre toda la promoción. El tiempo, implacable, siguió transcurriendo, en vez de quedarse clavado en aquellos momentos perfectos. Egresaron y cada uno tomó su camino. Ellos suelen decir que aquellas vivencias les sirvieron para sentirse capaces de todo en la vida. “Ese día aprendí que los sueños se cumplen”, reflexiona Cristian. Los demás, coinciden.
Mariano Aquino persiguió su vocación de ser actor y se fue a vivir a Buenos Aires. Estudió actuación, canto y baile. Se perfeccionó en las tres facetas. Participó de numerosas obras y fue Susano en el programa de Susana Giménez, del que formó parte durante varias temporadas. Murió joven. Se extraña su talento y su carisma. No hay quien lo nombre y no suelte un suspiro.
Pienso en él y en estos chicos, hoy ya adultos, que nunca dejaron de ser aquellos jóvenes soñadores. Cuando se juntan y charlan, pareciera que el tiempo no transcurrió, o, al menos, son capaces de volver a ese punto exacto, inolvidable, con una facilidad asombrosa. Pienso en esa botella con un mensaje que hoy destapo más de 30 años después, la misma que me había llegado hace tiempo y que no había sabido interpretar del todo. Pienso en algo que dice Fedra al pasar: “Todo vuelve, todo es cíclico”.
Pienso en todo esto y entiendo que escribo sobre ellos, sobre los sueños de la juventud. A veces frustrados, a veces cumplidos, pero sueños al fin. Esos que solemos olvidarnos de perseguir, porque no podemos, porque no queremos, porque no tenemos tiempo, pero a los que, aunque sea de vez en cuando, hay que tratar de hacer honor, aunque sea un ratito, aunque sea solo con la memoria, soñándolos de nuevo.
Los trinfadores de Feliz domingo fueron los siguientes alumnos: Cristian Schurig, Estela Garcia, Analía Lescano, Fedra Lago, Virgilo Raiden, Alejandra Altamiranda, María Laura Corbalán, Claudia Acosta Nadal, María Julia Pourrieux, Marta Manfredos, Sara Lía Trigo. Los alumnos agradecieron la colaboración de los profesores: Beatriz de Parolo, María Elena Rosales y Raúl Orso. Estos dos últimos los acompañaron a Buenos Aires