Un grupo de egresados del 74 se dio el gran gusto antes de fin de año: visitó la barra del inolvidable Tito Pezza atendida desde hace varios años por la familia Teruel. Sanguchitos, gaseosas, el timbre para salir a jugar y un regreso a los años más felices.
La promoción 74 volvió a la cantina de la Comercio.
¡¡¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!!! ¡¡¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!!! El timbre que nos indicaba que se iniciaba o finalizaba la hora del recreo se escuchó exactamente igual que en aquellos años. Hace 45 años que terminó aquella maravillosa etapa que vivimos en la Escuela de Comercio Gral. Manuel Belgrano, Nro. 1 (La Comercio), turno mañana. Desde hace cinco años y gracias a la magia de la tecnología que nos regaló el Facebook y el Whatsapp, muchos de los compañeros logramos reencontrarnos y agruparnos para recordar aquellos tiempos y fabricar nuevos.
Así, durante todos estos años fuimos concretando asados, fiestas de cumpleaños, despedidas de años y aniversarios de egresados que se programaban en los infaltables cafecitos que semanalmente armamos y que nos sirven de motivo para vernos y acortar los tiempos hasta que llega el día de cada evento.
Será la cercanía del fin de año o la proximidad del nuevo aniversario de egresados lo que disparó la nostalgia de revivir un recreo en la cantina de la escuela que nos llevó a poner en marcha la organización de la juntada.
Averiguamos el horario en la que funcionaba, si era factible que los ex alumnos egresados en el '74 pudieran visitarla y echamos a rodar la convocatoria que anunciaba: "El miércoles 27 de noviembre a partir de las 13 horas podemos reunirnos en la cantina de la escuela para saborear los sanguchitos de jamón y queso o salame y queso en pan sanguchero con manteca o mayonesa, y con gaseosas de la línea Coca".
La cantina está ubicada en el mismo lugar de siempre y era la primera imagen que mirábamos y nos producía alegría cuando entrábamos a la escuela por la calle Laprida. "La diferencia con aquella está en el cerramiento de hierro que le hicieron que deja limitado el acceso a personas ajenas al lugar y les permite una mejor atención", nos cuenta Ariel.
La familia Teruel, encargada desde hace años de atenderla y sucesores de nuestro inolvidable Tito Pezza, nos recibió con mucha cordialidad. Nos ubicaron en dos mesas preparadas para, aproximadamente, doce personas y Florencia, con una sonrisa que le ponía más luz al lugar, empezó a tomar los pedidos.
"¡Yo quiero uno de salame y queso cortado en tres partes!", "¡Yo también pero al mío sacale la miga por favor!", "¡El mío sin mayonesa! No debiera pero bueno... si estamos en la escuela tengo que comer", "Para mí mejor de jamón y queso, por el colesterol", "Yo quiero un café con leche con edulcorante, estoy a dieta, ¿no tenés de ternera?", "Yo vine a comer el de salame y queso". Así fueron los antojos pormenorizados de cada uno que nos provocaron las primeras de tantas risas evidenciando los cuidados a los que hoy nos sometemos a diferencia con los inexistentes de la adolescencia.
En aquellos años felices sólo teníamos que correr lo más rápido posible cuando tocaban el timbre para ganar lugar antes que se llenara de chicos y poder comprar los inolvidables sanguchitos o las facturas del gordo Tito, cuando la plata no alcanzaba, o le encargábamos al que había logrado hacer la punta que nos pidiera uno antes que se terminaran.
¡¡¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!!! ¡¡¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!!! El recreo preferido para disfrutar ese placer era el tercer recreo, el más largo, el de diez minutos, el de la mitad de la jornada, el que te arrañaba la panza porque ya se sentía el hambre después del desayuno de las 7 de la mañana, el de la vuelta entera al patio, sin apuro, el de las charlas que parecían interminables el del disfrute inacabable de saciar el hambre apoyados en alguna ventana del patio o sentados en la escalinata.
Hoy podemos ver en la cantina a los chicos ubicados en mesas redondas con sillas rojas repasando lecciones o estudiando, a los profesores dándoles clases de apoyo, o simplemente descansando de una hora libre o del tiempo que dura el recreo. Nos cuenta Ariel Teruel que la cantina sigue siendo el lugar de encuentros y el que les calma el apetito "aunque sea con un paquete de papitas fritas" siendo la hora del desayuno la más intensa porque muchos alumnos desayunan ahí.
También reúne a profesores y preceptores y la gente de la administración, que a diferencia de aquellos años pueden disfrutar del café "de máquina como en cualquier bar". En una heladera vertical que deja a la vista la comida, se pueden ver los vasitos de ensaladas de frutas, yogures y jugos de naranja embotellados, nuevas opciones que surgen en estos tiempos de una alimentación más saludable y a la que tenés que responder "porque es lo que muchos te piden".
Disfrutamos de cada bocado de los sanguchitos servidos con el mismo papel de almacén en los que los envolvían en los 70, pero esta vez sobre un platito de plástico blanco, acompañado con Coca y Seven heladas y sin azúcar.
Disfrutamos de cada momento que vivimos, de las anécdotas relatadas por cada uno, de las risas, del recorrido por el patio y las galerías, la sala de preceptores, la mesa de entrada, la biblioteca, los cursos, los bancos, la charla con la nueva generación de alumnos que sonríen cuando les decimos orgullosos que somos de la Promo '74 y nos hacen sonreír y sentir halagados cuando nos dicen que no parecemos, de las fotos que nos tomaron, de la diferencia de los uniformes (ahora llevan polleras y pantalones grises y remeras blancas o azul marino) a diferencia de nuestro delantal blanco abotonado adelante con monograma y corbatita verde, medias tres cuarto azules y mocasines negros y el pantalón gris con camisa blanca y corbata verde de los chicos, de la charla con los profesores que nos contaron algunas novedades sobre el sistema y de la invitación a visitar el Museo de la Escuela.
Disfrutamos de todo y de todos como en un recreo, que si bien es cierto finalizó con el mismo sonido de siempre, se quedó en la memoria y el corazón de cada uno de nosotros como un nuevo momento para recordar a través del tiempo. ¡¡¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!!! ¡¡¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!!!