Es lo que hay. Y alcanza. El Santo puntea y le sirve para ganar. No es poco para arrancar. Después vemos. | Por Gabriel Sanzano
Foto: CASM Oficial.
Cortito y al pie, como el triunfo, no hablaremos de ilusiones, ni de esperanzas tontas. “Partido a partido”, dijo Martos en latucumana (95.9). Batallando, con 40 °C en la densa, hirviente, quemante, espesa ciudad de Paraná. Piernas cansadas y mucho corazón, sostienen el resultado. Las manos de Sand y el palo, también, por supuesto, como tantas veces.
Pino galopa para adelante, encara y consigue un penal, así lo había descripto el DT fuera del aire el otro día en nuestro estudio: “Cuando puede te encara y te pasa por arriba” por arriba lo pasó al torpe arquero que se lo llevó puesto y le cometió la falta que es agua de las piedras, que es oxígeno en medio de la nada, que es refresco en una tarde tórrida. Cuevas la clava abajo, cruzada, fuerte, preciso y es casi lo único que hace, pero vale tres puntos, ni más ni menos.
Los centrales se matan en la cancha, y aunque lidian con un grandote complicado y peligroso, se la re banca, y otra vez la razón a Martos: “Estos chicos están totalmente preparados para jugar en San Martín, hay que darles confianza, nomás”, había dicho de Guillermo Rodríguez (22 años) y Tiago Peñalba (20 años). Entre los dos no suman ni 10 partidos de titular, pero se hacen pilares que sostienen el triunfo.
Otro acierto del entrenador es Cainelli de 4, hasta donde sabíamos es volante ofensivo, el técnico lo pone para reemplazar a Murillo y la pega, porque cierra su sector y le da una salida prolijísima al equipo, con Zuliani y los centrales completan una línea de cuatro de un funcionamiento impecable, a tal punto que no reciben goles por cuarta vez consecutiva. No es poco.
Se impone el cambio que de Ulises Vera por cuevas, amonestado, cansado y al borde la roja, además de impreciso. El petiso de las inferiores hace lo de siempre: entra y juega bien, primero por derecha (le costó más), después por izquierda. Le da aire al equipo porque marca y la cuida cada vez que puede.
Mediando el segundo tiempo, por el cansancio, ni Soraire, ni Esquivel, ni Pino le aportan nada al equipo ya. Los tres están muertos a esa altura. Martos lo ve y no duda, elige a Gonzalo que tiene el segundo y falla, a Hachen y a Prokop que le meten cloroformo al partido a base veces de toquecitos en el peor momento del equipo.
La cara de Martos, que es una mezcla de tipo duro y hombre que no puede creer lo que está viviendo, lo dice todo: cada partido será una batalla, contra el calor ahora, contra la lluvia otras veces, contra el frío más adelante, contra los viajes largos en bondi, contra los rivales, contra los hinchas de los otros equipos, hasta contra los hinchas propios, incluso.
“No sé si son las redes sociales, pero no estoy acuerdo con la exageración de la pasión”, dice el que de niño se trepaba al portón de la Pellegrini para ver entrenar a sus ídolos, quizás para aprender de los grandes, de Guillermo Pucho Reinoso en el Man Martín del 85 que se sabe de memoria, o el de Nelson Pedro Chabay, el mejor equipo que vio, que tenía ni más ni menos a Carlos Roldán de aprendiz. Las vueltas de la vida lo ponen ahora a Roldán como su consejero.
Mientras los jugadores se duchan, extenuados y se preparan para volver a Tucumán, Martos aliviado, seguro intercambia mensaje, recibe algunas felicitaciones, declara ante la prensa que está conforme con "lo que se va construyendo" y empieza a maquinar con Güemes, porque como él dijo esto es partido a partido, y el equipo todavía está en formación, en crecimiento constante, “hay mucho por mejorar”, pensará sí mismo y se lo hará saber a sus dirigidos durante la semana.
Esto es larguísimo, sin embargo, paradójicamente no hay tiempo para nada, no hay lugar para relajarse. Cada fecha será una nueva batalla y de eso se trata de irlas ganando, pero sobre todo de lucharlas, porque nunca está muerto quien pelea.