El Santo lo buscó hasta el final con un jugador menos, pero volvió a desperdiciar una chance de trepar en la tabla de posiciones. Ambiciosos, pero poco lúcidos, los de Frontini se quedaron a las puertas de una victoria por segunda vez consecutiva en Ciudadela.
(Foto: Prensa San Martín)
El sifón de soda sobre la mesa, las empanadas fritas y las familias enteras ataviadas de rojo y blanco conforman el paisaje inconfundible de un domingo de invierno en el corazón de Ciudadela, barrio popular.
El Bar Potente en la Bolívar al 2000, a metros del estadio más caliente del país, está atestado de gente, no cabe un alfiler y entre los que comen están los que esperan por comer.
El flujo incesante de gente embanderada hacia calle Matienzo denota que hoy se jugará a cancha llena y que el entusiasmo por un equipo que ahora sí contagia es tan evidente que nadie quiere perderse el juego.
En las mesas y sobremesas se habla de Agropecuario, de la ausencia de Dening y del debut de Mateo Acosta, el nuevo goleador en el que se depositan esperanzas e ilusiones del Pueblo Ciruja.
Con la panza llena y el corazón contento, los hinchas protagonizan un recibiendo impactante con globos tubulares, serpentinas y los votos que a Roberto Sánchez y la Bety Ávila le faltaron en las urnas, acá troceados y convertidos en papelitos que vuelan al viento cuando el equipo, inexplicablemente, salta a la cancha vestido de negro de punta a punta.
San Martín, que no es los All Blacks, sale a la cancha hecho una tromba dispuesta a llevarse por delante a Chicago. Pero ese empuje inicial no se traduce en situaciones y mucho menos en goles, y el visitante, equipo bicho y bien trabajado, no tarda en emparejar.
Con un 10 que tiene a mal traer a Bucca y Abregú, ganándole las espaldas, la tarde se oscurece y el 0 a 0 permanece inamovible hasta la mitad del complemento.
El tiro libre es tan peligroso que el gol visitante se ve venir a kilómetros de distancia. Sand se preocupa en nutrir la barrera y le pide a Andrada que se tire a los pies para hacer el Cocodrilo que taponea el rastrón.
Sand hace todo eso, pero se olvida de cuidar su palo y disparo es cantadísimo a dónde él debía estar parado, a media altura, le debió rebotar en la rodilla o la entrepierna, pero se le clava pesar de su estirón estéril.
Quedan 25 minutos y con la desesperación llega lo mejor de San Martín que ahora, perdiendo, ataca con más vehemencia. Mateo Acosta tiene las más claras un mano a mano y una tijera que le ataja Monllor. Y él mismo cabecea en el primer palo, para que Andrada complete en el segundo, marcando el empate a penas siete minutos después del tiro libre.
San Martín es una tromba y la Ciudadela se viene a abajo, el segundo está al caer, hay olor a remontada. Lo tiene Andrada, también Verón (recién ingresado) ¿Por qué no jugar con esta intensidad desde antes? La pregunta sin respuestas.
En el mejor momento, Meritello hace una de más y se complica con la pelota en los pies, levanta el brazo a la cara de un rival y ve la segunda amarilla. Así, el defensor transforma una pelota que tenía dominada en infracción y expulsión.
Con 10 todo es más difícil y Frontini demora mucho en oxigenar ese mediocampo que tiene a Bucca cansadísimo. Pero cuando lo hace y manda a Enzo Martínez e Iván Molinas, el equipo tiene su última primavera de la tarde: a Verón se la sacan de la línea y Monllór vuelve a lucirse ahogándole el grito a Molinas y 25.000 Cirujas.
Qué se le va a hacer, San Martín intentó por todos lados, a veces bien, a veces mal, tal vez regalando largos minutos, quizás sin tantas luces ni ideas, pero intentó y mereció más.
Será otra chance más de acercase desperdiciada y justo antes de quedar libre, pero que nadie se confunda, este equipo pelea y eso no es poco. Hasta la próxima.