MITOS Y LEYENDAS

El Pulga Ciruja, el Ratón Decano: el trueque que no fue

Conquistaron a todo Tucumán con su fútbol, pero la historia pudo ser distinta. La trama secreta de las carreras de los últimos grandes ídolos de Atlético y San Martín.

12 Jun 2020 - 21:05

Quédense tranquilos: es solamente un foto montaje.

En los últimos años, dos locos bajitos, pícaros, encaradores y provenientes del interior de la provincia conquistaron los corazones de Decanos y Cirujas. 

Los dos usaron la camiseta número 7 casi toda su carrera, los dos se formaron en sus localidades y los dos, en algún momento, coquetearon con el otro club, con el del frente. Hablamos, por supuesto, de El Pulga y El Ratón. Rodríguez e Ibáñez. Los dos últimos ídolos del fútbol tucumano. 

El Pulguita, como le decían al comienzo por ser el hermano de menor del Pulga, se crió en Simoca, después pasó por Racing de Córdoba, y realizó alguna prueba en Europa. Sin embargo, los tucumanos lo reconocen como uno de esos talentosos jugadores surgidos de UTA, club que supo codearse con los mejores de la provincia.

La leyenda cuenta que una mañana llegó a Ciudadela para probarse y que fue rechazado por Carlos Roldán que era el técnico de San Martín. 

Otra teoría sostiene que Roberto Jiménez, un dirigente encumbrado de UTA y relacionado con Atlético, supo de las intenciones del simoqueño y decidió presentárselo a el Club de 25 de Mayo antes de que los Santos se quedarán con la joyita. 

Lo cierto es que José Luis recaló en el Monumental para convertirse en el máximo ídolo de la historia Decana, marcando goles memorables en todos los torneos y categorías que disputó. 

Sin embargo, más allá de su idilio con el Pueblo de 25, El Pulga tuvo más de una ida y vuelta con la dirigencia, y sus renovaciones de contratos siempre fueron una verdadera novela. 

Incluso, una vez, y aquí es cuando las historias empiezan a mezclarse, con el libro de pases abierto, Rodríguez y Atlético no terminaban de llegar a un acuerdo. En San Martín brillaba, por entonces, el Ratón Ibáñez que tampoco había renovado su vínculo con Ciudadela. 

Fue ahí cuando un rumor dejó perplejo al Pueblo Ciruja: Atlético quería llevarse al Ratón. La prensa, ni lerda ni perezosa, se hizo eco los trascendidos y en un diario se publicó el titular que hasta hoy parece una puñalada en el corazón Ciruja: “Claro que jugaría en Atlético. La 7 es del Pulga”, palabras más, palabras menos, eso decía la tinta impresa sobre el papel de diario. 

En ese momento, los hinchas de San Martín tomaron las declaraciones como una traición y si bien el indulto de la gran mayoría es evidente. Una buena parte no terminó de perdonar aquellas palabras que nunca pasaron a los hechos. 

Mientras tanto, la preocupación también se había apoderado de El Pulga, el mensaje era muy claro: “Si vos te querés ir, andate, nosotros lo traemos al Ratón”.
En San Martín, también entendieron que era tiempo de llegar a un acuerdo, los dirigentes no podían darse el lujo de dejarse birlar el mejor jugador por el rival de toda la vida. 

Otro mito sostiene que cuando Ibáñez llegó de San Pablo intentó probarse en Atlético, pero los Ale, que sabían de su calidad, frenaron el ómnibus en el que viajaba junto al plantel para disputar un amistoso y lo hicieron bajar para ofrecerle un contrato en San Martín. El Ratón aceptó la propuesta y así comenzó su carrera en Ciudadela. 

Más allá de las leyendas, aquellas declaraciones de Ibáñez han puesto en cuestionamiento su carácter ídolo de San Martín. Tal vez esto responda a la efervescencia desmedida de las nuevas generaciones para vivir la rivalidad. 

Porque no hay dudas que el clásico tucumano es uno de los más lindos de Argentina, pero históricamente estuvo despojado de odio al rival por sobre el amor del club propio. 

Cualquiera que peine unas pocas canas puede contar como la Pellegrini o la Laprida eran compartidas por fanáticos de ambos clubes en cada clásico. Primaban las apuestas y las gastadas, pero nunca la violencia. 

Nadie en Atlético se animó a decirle traidor a Palomba o Lito Espeche, por ejemplo. Villa jugó primero en San Martín, Jorge López terminó su carrera en el Decano y en un clásico la Ciudadela entera coreo “el viejo es de los Santos”, mientras el eterno lucía la celeste y blanca, unos meses después volvió como DT.  

Que decir de Santillán, que fue el mejor técnico de las historia de ambos clubes y, aunque surgió de Ciudadela, fue más reconocido por Atlético al punto tal que sus hijos son decanos, pero el dejó este mundo siendo un fanático Ciruja hasta el último día.

A veces me pregunto ¿Qué hubiera pasado si cada uno jugaba en el otro equipo? Tal vez el Pulga podría haber sido como el Cachi Zelaya: convirtiéndose en ídolo de San Martín y dejando la sensación de traición en 25 de Mayo. Tal vez el Ratón podría haber marcado un gol en un clásico en plena Ciudadela y gritarlo con el alma de cara a la Bolivar, cómo el Mono Campos.
 
¿Alguno hubiese sido el nuevo Villa? ¿Empezando en uno como un buen jugador y siendo un Dios en el otro? O tal vez como Palomba o el Negro Monteros, ídolos absoluto en un club, intrascendente en el contrario. En una de esas, iban y volvían de uno a otro equipo, a lo Nestor Sosa o Petete Hernández, respetados por todos, idolatrados por ninguno. 

Quién sabe lo que hubiese pasado, pero lo importante es lo  que sí pasó, porque, al fin y al cabo, la única verdad es la realidad.



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