ANÁLISIS

San Martín, la sobremesa del cumpleaños y el punto para la punta

El Santo sopló primero, pero echaron a Gonzalo de la fiesta, se complicó solo en el fondo, el empate le tiñó la alegría completa, y el penal errado por Costa impidió los tres puntos. Pese a todo, el punto vale, sigue solo en lo más alto y el gran deseo de los hinchas crece día a día.

02 Nov 2019 - 18:50

Luciano Pons, intratable. Foto CASM Oficial.

Los que no están acostumbrados a ir a la cancha si no hay partido creían que San Martín jugaba anoche en Ciudadela. Les parecía extraño el malón de hinchas con la camiseta puesta apurando el paso hasta la cancha a las diez y media de la noche. “Qué raro que juegue tan tarde”, decía un taxista que llegó hasta el triángulo y no se animó a entrar un par de cuadras más: hizo bien, la marea de Cirujas atiborraba las calles del barrio a la espera de las doce para iluminar el cielo y pedir tres deseos.

Así como los tres deseos una noche fueron Pons, Acevedo y Tino Costa, anoche el pedido fue uno solo: el ascenso, volver a Primera. Claro que también abundaron los deseos que marcan a fuego la identidad del hincha de San Martín: verlo, alentarlo, ir a la cancha, estar ahí, como desde que tu viejo te llevaba a la cancha. Pero el deseo que comparten grandes y chicos es ese que apunta ahí arriba, un deseo que empezó a tomar forma desde la noche ante Tigre, un deseo que costó pedir después de la noche más triste de este año, un deseo que creció de la mano de la dupla, de la defensa, de Mercier, del mejor Gonzalo y de los goles de Pons.

El deseo está latente, es el que crece cuando de nuevo ves ahí a San Martín ganando otra vez como visitante, mostrando los mejores pasajes del partido durante ese lapso que precede al penal que cometió y lloró el rival de esta tarde. Es un gol el de Pons que a veces hasta da la sensación de dado, de hecho, de lógico, de esperado, de lo que tiene que pasar y efectivamente pasa: San Martín se pone arriba en el marcador con un hombre más, es decir, en el mejor de los escenarios posibles, quizás hasta ya se piensa en cómo sigue el cumpleaños después del triunfo, pero es entonces cuando a la fiesta le cortan la música, como cuando no queda más escabio y nadie quiere ir al kiosco.

Gonzalo Rodríguez ¿deja? el botín para otro lamento local y mira la roja: se ríe, ensaya el sarcasmo Turbo, pero la única verdad es la realidad y la ventaja de un jugador más se pierde por el túnel con la salida del delantero. Después de esa roja, el cumpleaños sigue siendo un cumpleaños, más vale, pero ya empieza a aguarse viendo lo que se ha visto en el segundo tiempo con cierta displicencia en el toque, desinteligencias atípicas en el fondo, otra vez Arce y un par de salidas en falso, sin recambio y la siesta defensiva para el inevitable empate.

Pasa en las mejores familias reunidas para celebrar algo tan importante: cuando San Martín había vuelto a ser San Martín desde el pie de Mosca, con las proyecciones de Diarte por izquierda, de Pier por derecha, y ya con Ramiro Costa en cancha, boom, bomba, gol de ellos, tome, tenga. Pero como San Martín se mueve como candidato juegue donde juegue, tiene que acelerar un poco el ritmo, estar despierto una vez como Ramiro, y penal sin llanto cobrado por uno de los peores árbitros de la historia del fútbol argentino: la displicencia aparece nuevamente en la tibia ejecución, mal pateado, con el pie abierto a esta altura del partido cuando estaba hermoso para reventarle el arco y volverse con toda la torta en el avión.

Son momentos, situaciones, licencias que San Martín se permite sin proponérselo y que aún así le alcanza para no dejar de sumar desde hace nueve partidos, para seguir en el fin de semana del cumpleaños como único puntero pase lo que pase mañana en Junín, y aún cuando no ha sido el mejor partido ni mucho menos, bueno, seguir en lo más alto es un regalo merecido para el plantel que también tiene un deseo que lo sabe, que ya lo escucha, que lo escucha cada vez más fuerte, el gran deseo de todos, el que también sueña con cumplir.

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