El 2019 quedará en la historia de la Cebra como uno de los mejores, por sus títulos, por sus refacciones y porque cortó con una racha que se tornó negativa y negra. Ahora, a festejar luego de tanto sufrimiento.
Foto: Facebook On Faier.
Lo vivido el domingo por la noche en el estadio Coco Ascarate fue por demás emotivo. Con un hombre de unos 55 años, de barba, con canas, que se tomaba tapaba la cara entre lágrimas, se sacaba la gorra que decía C.A.E., la agitaba, cantaba, volvía a llorar. Se abrazaba con el primero que pasaba. Quedaba un minuto para que termine el partido entre Estudiantes y Belgrano y todo Barrio Norte ya veía a la Cebra campeona, cortando la maldita racha de 51 años sin títulos locales de Primera División, con ascensos y descensos en el medio, con un pedido de quiebra, un juicio por una negligencia y con muchas, pero muchas piedras en el camino.
Recuerdo mi época de niño, cuando tenía apenas 7 años y me acababa de mudar al barrio. Diego y Paco, mis primeros amigos, me llevaron a jugar al básquet a Estudiantes, y si bien dejé de practicar el deporte, siempre hay tiempo para darse una vuelta por el club, para volver a ver a los amigos, los vecinos. Esos que siempre estuvieron, en las buenas y en las malas, pero en esa época no había buenas. Eran casi todas pálidas.
En la lista pueden aparecer don Chalín y Lucho, su hijo. Ambos llegando a ser presidentes y vice en la institución cuando las papas quemaban. Cuando el club estaba en quiebra y no había ni agua en los baños. Y anoche los dos estaban ahí, atrás del aro del sector norte, como siempre. Abrazados con todos los que pasaban, llorando y disfrutando. “Qué alegría verte. Felicidades, usted también es campeón”, me decían, sabiendo que el corazón blanco y negro siempre va a estar, porque uno se formó ahí, tiene muchos recuerdos y muchas amistades.
En el centro de la tribuna, como siempre, revoleando los globos o lo que tenga a mano para alentar, la periodista Sandra Clemente también estuvo anoche en el Coco Ascarate. Una de las socias que siempre se la puede ver en la cancha, apoyando al Estudiante de sus amores junto a toda su familia: hija, hermana, sobrinos, sobrinas, amigas… siempre con gente puramente con corazón de Cebra.
Cómo olvidarme de Gareca, el eterno Gareca que hasta una bandera le hicieron en reconocimiento a estar siempre, pero siempre en en el club cuando más se lo necesitaba. Ayer, también estaba, a un costado del banco de suplente, en su lugar de toda la voda. Los Marcolongo, Tripolone, Manolo, Luis y mucha, pero mucha gente que no recuerdo el nombre pero que siempre estaba cuando yo empecé a frecuentar el club, y que hoy, 30 años después, volvieron, o nunca dejaron de ir en algunos casos, para ver al club, a su club, a nuestro club, salir campeón luego de 51 años.
Párrafo aparte se merece Gustavo Gaete, entrenador del plantel superior y que está dirigiendo en diferentes divisiones de la Cebra desde hace más de una década. Infantiles, juveniles, cadetes, primera, lo que sea, pero Tavo siempre está, y siempre estuvo. Con ayuda de compañeros y dirigentes de turno, supo enderezar la nave en los momentos más negativos, acomodó el rumbo y se dio el gusto de festejar dos títulos en dos semanas, contando el Torneo Regional logrado el pasado 9 de septiembre.
Estudiantes le devolvió la alegría a un barrio que nunca lo abandonó y que siempre lo apoyó. “Pasamos muy malos momentos, los buenos ya van a venir”, suelen cantar en las tribunas futboleras. Una frase que viene acorde para un club que se reconstruyó desde las malas y que hoy, luego de mucho esfuerzo, disfruta de las buenas. ¡Salud campeones!