150 años de La N

Desde la Casa Histórica a una obra monumental: cuerpo y alma de la Normal a través de un siglo y medio

Estuvo a punto de funcionar en dónde se declaró la Independencia, pasó por una casa en ruinas y se erigió como un edificio histórico que ya es patrimonio de todos los tucumanos. La evolución edilicia de la Escuela Normal durante sus 150 años de vida.

25 May 2025 - 07:46

Altanera e inmortal, austera y monumental, el cuerpo de la Escuela Normal se impone en el cruce de las peatonales de San Miguel de Tucumán, en el corazón de nuestro microcentro, pero más allá de sus paredes, su alma ocupa esa esquina desde hace siglo y medio, aunque no en su forma actual. Antes, supo habitar un edificio derruido, una casa que debió ser un mercado, y hasta casi se instaló ni más ni menos que en la Casa Histórica, algo que muchos desconocen, mejor dicho, que pocos conocen.

La Normal se gestó en el Congreso de la Nación, seis años antes de nacer del todo, a través de una ley sancionada el primero de octubre del 1869, y promulgada cinco días después con la firma del presidente Domingo Sarmiento y el Ministro de Educación, el tucumano Nicolás Avellaneda. 

La ley establecía la creación de “dos Escuelas Normales para formar preceptores de instrucción primaria”, y el Gobierno Nacional dispuso que se emplazaran en las ciudades de Paraná y Tucumán. La entrerriana se puso en funcionamiento en 1871, demorada por disturbios generados tras el asesinato en Justo José de Urquiza (1870), mientras que la nuestra debió esperar cuatro años más por no contar con un local propio en condiciones adecuadas. 

Esta situación podría haberse destrabado mucho antes, si las instrucciones de Avellaneda se llevaban a cabo, ya que el ministro había sugerido al gobernador de Tucumán, Uladislao Frías, que arreglara los términos de la compra de la Casa Histórica y agregaba que el “presidente (Sarmiento) piensa que una vez comprado el edificio puede ser empleado para la instalación de la Escuela Normal, dejando a salvo y refaccionando el salón donde se verificó el hecho que ocupa puesto tan prominente en los anales argentinos (Salón de la jura)”. 

Sin embargo, la Casa Histórica fue adquirida recién cuatro años después y en ella se instalaron el Correo y los Juzgados Federales. En tanto, para la Escuela se eligió un local cedido por el Municipio de San Miguel de Tucumán en la esquina de Calle Rivadavia (actual peatonal Mendoza) y Muñecas. Esa casa había pertenecido a la familia Piedrabuena que la había donado en 1860 con el objetivo de instalar un Mercado, lo que jamás sucedió. 

La ordenanza municipal se dictó en mayo de 1870 y dejaba en claro que se entregaba la casa a Nación con el único fin de establecer la Escuela Normal y advirtiendo que si asì no fuera, la medida quedaría sin efecto. 

El estado ruinoso del establecimiento demoró la fundación de la institución hasta el 25 de Mayo de 1875, con Tedeum en la Catedral, presidido por el Gobernador Belisario López y en presencia del primer rector, el norteamericano Jonh William Stearn. Las crónicas de la época hablan de “2500 asistentes al acto inaugural en los vastos patios de la nueva escuela que se vieron desbordados”. 

A pesar de la grandilocuente inauguración, el viejo edifico no tardó en recibir cuestionamientos de todo tipo, se hablaba de “mal plan”, se le reprochaban la estrechez de los espacios, su mala ventilación e iluminación, además de su disposición demasiado expuesta las ruidosas calles céntricas, a tan solo una cuadra el Mercado. Para entonces se empezó a hablar de remodelación y uno de los primeros rectores, quizás el más emblemático, Paul Groussac, gestionó la construcción una planta alta para resolver los inconvenientes edilicios. 

Con los años, y a pesar algunos parches en forma de remodelación, el edificio quedó obsoleto y en estado ruinoso, incluso, la Escuela llegó a funcionar en tres locales en simultáneo: el de Muñecas y Mendoza, Colegio Nacional y un inmueble en Crisóstomo y Heras. La situación ya era insostenible.

Ya para 1925, en plenos festejos por los primeros 50 años, la Directora María Isabel Burgos, que llevaba años pidiendo por mejoras edilicias, le pasaba factura al Gobierno Nacional y provincial, cuyos principales funcionarios presenciaban el acto, haciendo hincapiè en el contraste entre la reluciente placa bronce colada y pésimo estado edilicio: “Colocan una vistosa placa de bronce en los muros casi en ruinas, dentro del cual todavía juguetea el bullicioso entusiasmo de las primeras parvadas estudiantiles, que la llenaban de vida y esperanzas, y en cuyas grietas parece que se ocultara, solícito aún, el espíritu selecto de los primeros directores que fueron impulsores del progreso educacional del país”, expresaba en el discurso y finalizaba con un pedido contundente: “Que el bronce de la gratitud sea la piedra fundamental del edificio que esta Escuela Normal reclama a los poderes públicos, como merecido homenaje a su prestigiosa y fecunda acción de medio siglo”.

Así, al año siguiente se decidió demoler la vieja casona de Muñecas y Mendoza para empezar la construcción de un nuevo edificio que pudiera responder a las demandas de la institución. Previo a eso se había barajado la posibilidad de mudar el establecimiento a la zona del viejo Mercado del Sur, donde hoy se encuentra Tribunales, pero finalmente se optó por edificar en la misma esquina de siempre. 

“Contará con una planta baja y dos pisos altos”, decía el plan original, que también proyectaba despachos para dirección, vice dirección, sala de profesores, vestuarios, 27 aulas, dos salones de bibliotecas, nueve sanitarios, entre otras cosas. Además, se estipulaba que el piso más alto, con entrada independiente que da a mitad de cuadra de calle muñecas, fuera la casa del director, con tres dormitorios, cocina, baños, escritorio, office, comedor y pieza de servicio. A todo esto se le agregaría una segunda sección, en unos terrenos adyacentes hacia el noreste. 

Así, el domingo 21 de diciembre de 1930, se produjo la ansiada inauguración del edificio que permanece hasta hoy. El acto estuvo encabezado por el interventor de Tucumán, que a la postre sería presidente  de la Nación, Ramón Castillo. 

El arquitecto Carlos Viola, especialista en Historia de la Arquitectura de Tucumán detalló en 1950 sobre el edificio nuevo: "Se acomoda al paisaje al que está incorporado, sin las estridencias propias de la arquitectura comercial que lo rodea viene a conferir un respiro de calidad”, y añade que todo el “conjunto es de notable coherencia, quiere ser monumental y lo fue sin dudas, es un verdadero hito de la zona céntrica de la ciudad. La idea de monumentalidad está asociada la importancia que los hombres de la época le daban a la educación, la Escuela fue el templo del saber. La Normal de Tucumán es de una sobria austeridad y nobleza constructiva, como da cuenta su estado de conservación actual. Este edificio es de alta estima en la memoria colectiva de los tucumanos”, afirmaba el especialista hace 75 años y el tiempo le sigue dando la razón. 


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