Antonela caminaba sola a las cinco de la tarde como suele hacerlo casi todos los días de la semana hasta que el terror la invadió: "Me susurraba: ‘Callate, callate, callate, dame la cartera, dame la cartera, dame la cartera’". El relato completo en primera persona.
Crisóstomo y Jujuy.
Antonela caminaba sola a las cinco de la tarde por la calle Crisóstomo Álvarez al 900 como suele hacerlo casi todos los días de la semana. Precavida, bajo la campera se había cruzado la cartera para llegar a destino hasta que el terror la invadió: “Vino un chico y me puso su brazo alrededor de mi cuello. Sentí que me apuñalaba: no sabía si tenía un cuchillo, o la llave de una moto. Me daba como puntazos, después me vi los moretones en el espejo”.
El relato de la joven es descarnado en primera persona: “Me quería tirar el piso. Me ahorcaba cada vez más fuerte porque yo había dado un gritito: ‘Callate, callate, callate, dame la cartera, dame la cartera, dame la cartera’. Así todo el tiempo me decía. Pero no me podía sacar la cartera por cómo la tenía cruzada. Con una mano me agarraba y a la otra la quería meter en la cartera. Forcejeamos, me tiré al piso, me movía como un gusano para que no me robara”.
“Cuando se dio cuenta que no podía hacer nada, empezó a querer sacarme el celular. Me liberó del brazo, me agarró del pelo, y en ese forcejeo se me cayeron los anteojos. Empecé a gritar que me ayudaran. Pasó el 4 y siguió de largo, pasó una señora con el caniche y siguió de largo. Yo estaba toda despeinada, con la cartera dada vuelta, forcejeaba con el chico, hasta que apareció un auto y me ayudó. Sin robarme nada, se fue corriendo con dirección a la Roca. Uno se bajó a perseguirlo, el otro se quedó tranquilizándome, pero no hubo forma”
“Quedé conmocionada en medio de la calle, desesperada. Cuando se fue el ladrón, me entró todo el miedo junto. No entiendo cómo se atrevió a robarme, me di un susto tremendo, me resistí, pero me quedaron sus palabras: ‘Dame el celular, te voy a matar, quedate quieta. Era joven como yo, entre 22 y 26 años, pelo morocho, estaba sobrio. Nunca lo atraparon. Y yo quedé totalmente asustada. Me empezó a doler el pecho, me dieron un vaso con agua, hablé con mi novio que me venga a buscar, pero ya nada me calmó”.
“Todo esto fue el sábado y anoche quedé con pesadillas. Siempre ando con cuidado por la calle. Si escucho el ruido de una moto, pienso hacia dónde voy a tirar la mochila, o si me voy a meter a alguna casa. Hoy a la mañana quería ir al parque 9 de Julio para aprender a manejar, pero no pude. Hice la denuncia en la 1era, pero cuando te atacan así, quedás con miedo. Quedás con mucho miedo para volver a salir”.