Voluntarios de la Fundación Argentina de Rescate Animal acudieron al auxilio de tucumanos en problemas con mascotas y animales silvestres. "No recuerdo que hayamos tenido tanta salidas en una sola jornada", dijo el referente del equipo.
Un equipo de FARA acudió al auxilio de una urraca en el barrio Smata.
“Todos los rescates fueron en el Día del Animal, es increíble”. Quien habla es Pedro Hernán Rodríguez Salazar, Jefe de los Bomberos Voluntarios de Yerba Buena y referente de la Fundación Argentina de Rescate Animal (FARA), organización única en la Argentina que se dedica desde hace cinco años a intervenir en situaciones de alto riesgo en las cuales hay animales domésticos o silvestres involucrados. El dato curioso es que el último 29 de abril el teléfono del cuartel no dejó de sonar: una urraca, dos gatos y una comadreja precisaban ayuda especializada.
“No recuerdo que hayamos recibido tantos llamados en un solo día”, dice Rodríguez Salazar en diálogo con eltucumano al día siguiente de una jornada agotadora. “Entre el miércoles y el jueves vamos teniendo 6 o 7 salidas, nunca hubo tantos llamados en apenas dos días”, señaló el Jefe de Bomberos, quien decidió crear la Fundación debido a la creciente demanda de rescates dentro y fuera de Yerba Buena.
El miércoles, por ejemplo, tres operativos tuvieron lugar en diferentes puntos de San Miguel de Tucumán, adonde llegaron los voluntarios literalmente a la velocidad de un bombero, valiéndose de que la actividad está exceptuada del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio que rige para detener el avance del Coronavirus.
“Estamos exceptuados de la cuarentena tanto en nuestra función de Bomberos al servicio de la comunidad de Yerba Buena como de voluntarios de FARA en toda la Provincia", dice el Jefe, que no distingue especies: "en cualquier caso nuestra función es de rescate: si hay una vida en riesgo, hay que salvarla”.
La urraca amenazada
La primera llamada del 29 de abril llegó temprano desde el Barrio Smata. “Buen día, hay una urraca en mi casa y la están por atacar otros animales, ¿podrían venir?”. No se diga más. Casi de inmediato salió un equipo de tres personas –el número mínimo de integrantes cada vez que se activa un operativo- rumbo a la vivienda en donde el ave autóctona de la yunga se encontraba en el suelo, sin poder levantar vuelo, frente a la amenaza de animales domésticos.
Ya en el lugar los propietarios de la casa informaron a los rescatistas que, según lo que habían observado, el ave presentaba un problema en una de sus patitas y eso le impedía escapar del peligro. “Se trataba de una urraca adulta, con una patita fracturada en dos partes, que fue a parar a la casa de esta familia y se encontró con un par de gatos al acecho”, detalló Rodríguez Salazar, quien destacó que ya en otra oportunidad también les tocó socorrer a un ejemplar de esta misma especie.
“Se la agarró con mucho cuidado porque la patita estaba colgando, fue colocada en una jaula y se la trasladó hasta un veterinario especialista en aves que la entablilló y ahora está supervisando su tratamiento y evolución. Hasta el momento el pronóstico es bueno”, celebró desde el cuartel, donde lo acompañan algunos de los rescatistas que fueron testigos de los picotazos del animal en su afán para defenderse de las amenazas.
“Se defendía bastante, cuando vino aquí se prendía de los guantes; es fundamental trabajar protegidos con estos bichitos porque tienen una fuerte picada”, relató como un hecho anecdótico para centrarse luego en las buenas nuevas: a 24 horas del rescate, la urraca evoluciona favorablemente. “El veterinario nos avisó que está bien de ánimo y que come bien. Ojalá se salve”.
La urraca común habita el NOA y NEA de la Argentina. Se trata de un ave autóctona de la yunga y la selva paranaense que se alimenta de frutos, insectos, pequeños vertebrados y, en ocasiones, de restos de comida. Mide 32 centímentros y posee llamativos colores. Tiene la capacidad de silbar e imitar. Gregaria, suele formar bandadas de 3 a 10 individuos. En Tucumán es frecuente avistarla en localidades pedemontanas (*).
Una urraca libre en el pedemonte tucumano. La fotografía es de Gabriel Zucchi.
Del palazo al rescate de la comadreja
La segunda llamada del día provino también desde un barrio de la Capital. Esta vez se trataba de una comadreja que apareció en una casa de familia luego de un desmalezamiento en la zona. El equipo se puso nuevamente en marcha y salió otra vez a las calles con la urgencia a la que están acostumbrados.
“La comadreja estaba en el domicilio porque habían estado podando plantas en la zona; cuando la encontramos estaba asustada y a la defensiva porque se sentía amenazada ante nuestra presencia”, describió Rodríguez Salazar.
Las imágenes del rescate son elocuentes en este punto: la comadreja está erizada y muestra sus dientes para defenderse de los humanos que la rodean, aunque esta vez -a diferencia de muchas otras veces- no la matarán con lo que tengan a mano. “De a poco se va creando otra conciencia entre la gente. Antes era común el palazo en la cabeza para matar a las comadrejas y a las víboras, pero ahora nos llaman para que acudamos a ayudarlas”, destaca el jefe de Bomberos, quien pone énfasis en la necesidad de más y mejor educación ambiental “para vencer el desconocimiento y el miedo”.
“Cuando la gente ve que hacemos este trabajo nos llama, nosotros vamos, los rescatamos y recuperamos. Solamente cuando están bien, entonces procedemos a la liberación en su hábitat, siempre con el asesoramiento de un profesional, nunca por nuestra cuenta”, subrayó y destacó en este aspecto la colaboración de la Dirección de Flora y Fauna de la Provincia y de los profesionales de la Reserva de Horco Molle que depende de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). “Vamos coordinando entre todos hasta que llegamos al objetivo final que es lograr lo mejor para el animal”, precisó.
La comadreja común u overa es omnívora y parte de su éxito en la supervivencia se debe a la flexibilidad y oportunismo en su dieta. Se alimenta de carne de aves, pequeños mamíferos, sapos, lagartijas, insectos, cucarachas y gusanos, por lo que su presencia es importante para controlar plagas. También consume frutas y huevos, una de las razones por las que el hombre persigue a la especie ante el temor de que entre a los corrales. La comadreja overa a menudo incursiona en zonas urbanas, de donde obtiene variadas fuentes de alimento provistas por el hábitat humano como los desechos de comida (tachos de basura) y el alimento para mascotas (**).
Un gato en las alturas
Suena por tercera vez el teléfono el cuartel. No es ni una urraca, ni una comadreja. Esta vez se trata de una familia desesperada porque su gato trepó a la copa de un árbol y nada indica que vaya a bajar pronto de allí, donde no tiene agua ni comida.
“Estos rescates son muy riesgosos. Tenemos muchas lesiones de rescatistas porque los gatitos están a una altura importante, uno sube hasta lo más alto con todas las medidas de seguridad pero una vez allí no hay dónde correr y, en algunos casos, te muerden o rasguñan porque se ponen agresivos”, explicó el Bombero apelando a su experiencia en estas situaciones en donde “lo que entra a jugar es el factor tiempo”.
“Hay algunos gatos que son dóciles y se dejan agarrar, como ocurrió en este caso, que pudimos meterlo en la canasta, bajarlo tranquilamente y devolverlo a su familia; pero hay otros que pelean como si fueran salvajes y te logran lastimar porque traspasan los guantes y la vestimenta de protección. Tenemos casos de rescatistas que han sido lastimados por gatitos”, contó Rodríguez Salazar, quien indicó que los felinos trepan a la copa de los árboles si algo los asusta abajo.
“La seguridad para un animal de estas características está en las alturas, suben y pueden estar unos cinco días allí o hasta que cesa el peligro, sin embargo, aquí entra otro factor, que es la familia, la gente que lo quiere al animal y le preocupa no poder cuidarlo, por eso nos llaman”, reveló. “Es una situación de tristeza que vive la familia del gatito que llama al cuartel desesperada o con miedo de que al animal le pase algo; entonces nosotros acudimos para poder rescatarlo y llevarles tranquilidad. Generalmente el gatito no está en peligro porque está en un lugar seguro, justamente si subió es porque se está reguardando”, remarcó y destacó que lo más gratificante del trabajo es “devolver la alegría” a las personas que se reencuentran con su mascota después de una situación muchas veces límite.
Al calor del motor
Esta vez no suena la campana del teléfono. Directamente llega un vecino de Yerba Buena al cuartel para pedir ayuda. Ya es de noche y la jornada del Día del Animal parece no tener fin para los rescatistas que ¡vaya si no les rindieron homenaje!. El problema ahora parece ser tarea para un ¿mecánico?.
El vecino describe que escucha el maullido de un gato dentro de su auto, pero que el minino no aparece por ningún lado. Es un enigma tan grande como el que esconden los mismos gatos en su mirada. De lo que sí está seguro este señor es que no encenderá el motor hasta tanto el animal aparezca sano y salvo. Que el gato muera allí no es una opción para él, por eso los rescatistas están ahí para encontrar una solución.
Y la solución aparece cuando detectan que el gatito –todavía bebé- se refugió del frío o de algún peligro adentro del guardabarro. El único remedio es desmontarlo para liberarlo, ya que las manos no llegan hasta ese recoveco que le da calor y seguridad. El dueño del auto no duda y autoriza la operatoria que lo hará libre.
Ahora sí, todo indica que el Día del Animal llegó a su fin en el cuartel de Bomberos que salvan vidas, todas las vidas, sin distinguir especies.
Cómo colaborar con FARA
La Fundación de Ayuda y Rescate Animal (FARA) está conformada por Bomberos Voluntarios de Yerba Buena con entrenamiento especial para intervenir en operativos de alto riesgo en donde están involucrados animales.
“La Fundación nos permite hacer rescates en toda la Provincia y ojalá pronto lo podamos hacer también fuera de Tucumán”, señaló Rodríguez Salazar al tiempo que indicó que los voluntarios realizan un entrenamiento especial para rescatar perros que cayeron en pozos de gran profundidad o gatos que treparon a las copas de los árboles, las situaciones más frecuentes por las cuales son convocados. “Hay que estar entrenado y vencer el miedo que produce meterse en un espacio confinado o trepar a grandes alturas”, ejemplificó sobre las dificultades de la tarea que desempeñan.
“La idea de la Fundación surgió porque había mucha negativa al rescate de animales, nosotros lo hacíamos sólo en Yerba Buena, pero advertimos que había una demanda creciente que pudimos comenzar a satisfacer a partir de la conformación de FARA. Así, pudimos intervenir en operativos en San Miguel, Lules, Monteros, Simoca, de donde fuimos a traer un osito melero; y Tafí Viejo en donde participamos del rescate de un puma”, enumeró.
Debido al incremento de la demanda y de los costos operativos, desde FARA solicitaron colaboración para poder seguir brindando este servicio a la comunidad. “Cinco o seis salidas diarias implican un gasto importante de combustible y de desgaste de los materiales con los que trabajamos, por eso, apelamos a la colaboración y la solidaridad de la gente”, sostuvo y facilitó el teléfono
3813693559 para quienes precisen el servicio. Asimismo, en
Facebook e
Instagram los interesados en colaborar pueden encontrar diferentes modos de asociarse a la organización.
(*) (**) Información aportada por la doctora Ada Echevarría, referente del Instituto de Vertebrados de la Fundación Miguel Lillo.