SUEÑOS DE INFANCIA

La casita del árbol o cómo volver a la aventura de jugar al aire libre

Agustina y Benjamín le cumplieron a su hijo el sueño de la casa propia, arriba de un árbol.

15 Ene 2018 - 10:27

FOTO: Patricia Cabrera

Levantar sábanas y acolchados con palos para formar carpas, meterse en cajas de cartón gigantes de algún electrodoméstico o pedir a los papás esas casitas de lona que se arman con tubitos de PVC; los chicos siempre inventan la forma de crearse un refugio propio.

Son una especie de fortaleza donde rigen sus propias leyes, sus códigos imaginarios y universos que pueden parecerse a Narnia, a los paisajes pixelados del Minecraft, a la casa de Bart Simpson o a los miles de dibujos animados que muestran a los personajes jugando en su casita del árbol.

¿Y si en vez de imaginar pudieran tener una casita de verdad? Esas de madera, escondidas bajo la copa del árbol, con escalera para subir, con columpio y con el espacio necesario para que entren varios chicos –quizá algún adulto– sentados.

Agustina Posse es psicóloga y su novio Benjamín Guardia Barbieri, arquitecto. Fuera de sus ocupaciones y profesiones convencionales decidieron darle el gusto a su hijo Valentín, de tres años, y poner manos a la obra para construir una casita del árbol en un San Antonio gigante del patio de la casa de los papás de Agustina.

“Desde que estoy embarazada mi papá viene diciéndonos que hagamos una casa en el árbol. Le dije que esperemos un tiempo para poder hacerla y usarla”, cuenta Agustina. Hoy con su primera casita concretada decidieron largarse al mercado del diseño y la arquitectura experimental para hacer refugios a medida bajo la firma “Tu casita en el árbol”.

En Tucumán no existen emprendimientos de este tipo, aunque se pueden conseguir refugios de madera prefabricada, que no son diseños exclusivos ni ecológicos adaptados para estar montados sobre un árbol.

Para cada pedido “hay que ver si el árbol se la banca o no; no hay que forzarlos”, explica Benjamín. Cuidar las plantas es otra de las patas del proyecto: no hay que cortar ramas y es necesario buscar la mejor ubicación para situar la casa. “La idea es que los arboles no sean dañados y que las estructuras sean seguras y firmes”, agrega Agustina.

¿Pero qué pasa si el cliente quiere una casita y no tiene árbol? “También diseñamos refugios, palestras para escalar, mangrullos, mini quinchos, parques de aventura con redes y todo tipo de juegos al aire libre; no nos encasillarnos en hacer una sola cosa, sino que trabajamos en estructuras que sean utilizables por niños y no tan niños”, especifican.

Los costos varían según el diseño y los materiales, que pueden ser en parte nuevos (madera con certificado de reforestación) y en parte reciclados. Agustina y Benjamín recuperan desechos de construcción, maderas utilizadas en embalajes, palets de industrias, escaleras desechadas de piletas y todo tipo de materiales a los que se les pueda dar una segunda oportunidad.


Un lugar para detenerse

– ¿Mamá, y la tele? – le preguntó Valentín a Agustina después de subir por primera vez a su casita. –Le explicamos que este espacio no es para traer un televisor – cuenta Agustina –¿Cómo lo resolvió? Dibujó uno y lo puso sobre la mesita.

El objetivo de las casitas es brindar otra experiencia de juego a los más chiquitos, lejos de la vorágine de información que reciben de la televisión, las tablets y los celulares, con la idea de promover el juego al aire libre y en comunidad.

“Las casitas generan otro vínculo en los niños, porque salen un poco de las tecnologías; convocan a que invite a sus amiguitos, convocan al juego grupal y a la creatividad. Ellos van creando y armando su propio espacio” – afirma Agustina –. Es un juego al aire libre que se puede disfrutar en invierno o verano, que sí requiere cuidados del adulto, pero rescata otro tipo de juego en esta niñez que se está viviendo”.

El emprendimiento también propone un contrato a los papás: las casitas son diseñadas con medidas de seguridad para evitar accidentes. “Nosotros hacemos la casa con todos los cuidados que requieren, pero también está la otra parte: si son niños muy chicos tienen que estar al cuidado de un adulto sí o sí”, concluye Agustina.


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