Top

Dos años mirando al mar

VIDEO

En el barrio 11 de Marzo una bandera flamea colgada de una parra. Sobre la tela, celeste y blanca, descansa el mensaje de dos padres que aún esperan. A más de 2.000 kilómetros de la costa, le ruegan al océano por los restos de su hijo, el tucumano Esteban García, cabo principal del ARA San Juan.




Dos años mirando al mar llevan María Victoria Morales y Luis García. Rogando por los restos de su hijo, el cabo principal del ARA San Juan, Esteban García. Añorando un pedazo de tierra para dedicarle una oración, depositar una lágrima, una flor.

En su hogar, en el barrio 11 de Marzo, en San Miguel de Tucumán, una bandera cuelga de una parra. Celeste y blanca, lleva impresa un mensaje de esperanza; un sueño, más bien: “Te estamos esperando”, reza la frase junto a una foto del joven de 31 años vestido con su uniforme de la Armada Argentina. El orgullo de la familia. El mimado de la mamá con el permiso de sus dos hermanos. Se lo extraña, pero no se lo olvida. El comedor está repleto de fotos y cuadros con su rostro; con sus marcos rodeados por rosarios. También está en la ropa de sus padres, en las remeras, en el chaleco que viste su madre, prenda que le dio justo antes de besarle la mejilla y envolverla fuerte entre sus brazos por última vez.

El 25 de octubre de 2017, despidieron a su hijo sin saber lo que deparaba el destino. Estaban de visita en su casa de Mar del Plata. Antes de partir rumbo a la Base Naval, les prometió volver para comer asado en familia en la parrilla que estaba levantando, ladrillo a ladrillo. Así lo recuerdan sus padres, como un hombre esforzado que la noche antes de zarpar a las profundidades del océano, trabajó hasta altas horas de la madrugada en mejoras de su casa.

María Victoria tenía un presentimiento. Su corazón lo percibía, su mente no la dejaba tranquila. “¿Y si pasa algo?”, había interrogado a su hijo. El 15 de noviembre, una llamada telefónica alertaba a la familia de la desaparición del submarino. Falsa alarma. Horas después, la televisión confirmaba lo que más temían. El submarino ARA San Juan había desaparecido con 44 tripulantes a bordo, dos tucumanos y, uno de ellos, Esteban. Desde ese momento, pasó un año y dos meses hasta que María y Luis decidieran dejar Mar del Plata y volver a Tucumán. Sentían que al volver a la provincia abandonaban a su hijo.

Esteban había mantenido contacto telefónico con su madre a través de WhatsApp. Le contaba de lo complicada que había estado la navegación por fallas en el navío, que habían tenido que llevar de “paseo” a unos políticos, y que estaban sin agua para bañarse. Su último mensaje, “saliendo”, lo envió justo antes de emprender su regreso a Mar del Plata. Antes de sumergirse, la doble tilde alcanzó a registrar un “los amo”. A partir de ahí, los mensajes fueron sólo de su madre: “te amo”, “te quiero” y “sos mi orgullo” que nunca llegaron.

La búsqueda del ARA San Juan duró un año y un día. Y si bien el Gobierno nacional exhibió las fotos del hallazgo a los familiares, María Victoria aún se niega a hablar en pasado; no cree que su hijo esté dentro del cilindro de acero y hierro que apenas se ve borroso entre la marea y la oscuridad del océano. No sabe qué pasó y tampoco hace conjeturas. Prefiere esperar la verdad, y es que su hijo se la prometió en un sueño. Cuando vuelvan a encontrarse, la sabrá.