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Cómo un corto cambió la vida de cinco hombres en una cárcel de Tucumán

EDUCACIÓN

Los internos de la Unidad Penitenciaria 3 de Concepción filmaron un corto que es finalista en un festival español de cine. Pese a las miserias cotidianas del encierro, encontraron la forma de crecer. En la charla de un viernes por la siesta compartieron mates, los detalles del proceso y cómo impactó en sus vidas. Además, regalaron a los lectores de eltucumano.com una anécdota desopilante sobre el rodaje de "Un día diferente".

El grupo en la biblioteca del penal, en donde actualmente funciona el taller. En la foto aparecen Ivana Ibarra, referente educativa de la Unidad Penitenciaria 3; Emilia Cueli, coordinadora de la MECE y Silvia Camuña, coordinadora del Área de Proyectos Socioeducativos. Las tres acompañaron a eltucumano.com durante la entrevista y ayudaron a gestionar los permisos necesarios para ingresar junto con el profesor José Manca.





Después de pasar los controles policiales y cruzar un pasillo, puertas y portones de la Cárcel de Concepción, se toma por una caminería de cemento hacia la derecha y después a la izquierda.  Así se llega hasta la capilla evangelista que hay en el penal en donde esperan Manuel, Julián, Miguel y Alexis. Falta Rubén y lo repiten una y otra vez. En septiembre, con los días secos, se ve polvoroso al aire libre pero el espacio se mantiene impecable y fresco.

Durante tres años, en esa misma capilla, el profesor José Manca, el hombre que asoma de camisa negra y pantalón gris, dictó el taller literario que depende de la Modalidad de Educación en Contextos de Encierro, del Ministerio de Educación de la provincia, que hoy muestra sus frutos:  el corto “Un día diferente" que actualmente compite en el Festival de Daroca, en España.  Manuel, Julián, Miguel, Alexis y Rubén son los autores del guion e incluso, actuaron. Por estas horas esperan el cierre de la votación del público que termina este lunes.

La fachada del penal de Concepción: detrás de ese portón y de varios controles, los autores del guión de "Un día diferente" se imaginan nuevas historias para filmar.


La charla en el Penal comienza entre mates y jugo fresco, del que viene embotellado. Lo primero que cuentan es el motivo de la ausencia de Rubén, que ese viernes 13 de septiembre, día de la entrevista con eltucumano.com, había salido con un permiso a visitar a su madre.

Después de las presentaciones, el primero de los cuatro en tomar la palabra es Manuel, el hombre canoso, de chomba roja y chaleco en la foto. Es el mayor de ellos y, además, el que ya escribía desde antes. Destaca que el proceso que los llevó filmar a partir de un cuento fue largo -de unos tres años- y que para lograrlo, estudiaron arte, cine, comunicación y filosofía. 

Julián que es quizás el más locuaz, con camisa de cuadros diminutos rojos y blancos, cuenta que han disfrutado todo desde el primer momento. "De todos los que participábamos en el taller ninguno se conocía, éramos de diferentes sectores, edades y causas", recuerda. "Empezamos a contar anécdotas de cada uno, de ahí sacamos cuentos, de las anécdotas. Manuel va y propone escribirlos y ahí nos entró el conflicto porque muchos compañeros no sabían leer ni escribir. Primero era risa, risa, risa, pero volvía a insistir el hombrecito este", agrega con cariño. Dice sobre su compañero que tiene "un alto así" de cosas escritas. También rememora que los que sabían leer y escribir ayudaban a quienes no. "Así hasta que hemos tenido escritos los cuentos", resume. 

Al principio, explicó, el cuento seleccionado tenía otro eje. "Nosotros habíamos elegido violencia de género, porque gran porcentaje del penal está por eso", recuerda. Sin embargo, tras muchas ediciones del material, poco quedó de aquella historia original. 

"En realidad en el camino de escritura del guion ha habido mucho, lágrimas, desacuerdo, no salía una cosa, uno quería dejar, el otro también, al profe se le venía todo abajo", describe Julián, que destaca que esas crisis también fortalecieron el vínculo entre ellos. "Cuando uno estaba bien lo apoyaba al que estaba mal, ha sido bastante duro escribirlo", confiesa.  

Todo ese proceso, coinciden los autores, los llevó a ser amigos y a mejorar los días en el Penal. "A partir del taller hemos empezado a conocernos y después, a ser amigos. Ha habido compañerismo, comprensión, contención, se ha visto amor en el grupo, mucho apoyo de todos, realmente le podría decir, se ha formado un equipo", afirma orgulloso.



La importancia de la educación

Miguel comenta acerca de la importancia del taller y de la escuela en la Unidad Penitenciaria 3. Cuando comenzó el taller, él vivía en otro sector del Penal, pero se integró al grupo. Destaca, sobre todo, la idea que tienen de que se sumen más internos para que vivan lo que este grupo vivió. De hecho, ya hay un nuevo guion en marcha del que también son parte. Recuerda que cuando comenzaron a conocerse comprobaron que cada uno cargaba con historias personales distintas y que podían apoyarse entre sí. "Nos hemos dado cuenta de que, a través del estudio, el compañerismo y el respeto hacia el otro hemos salido ganando y es lo que queremos manifestarle a la otra gente. Si bien esta institución alberga a 300 presos, como puede ver nosotros somos cinco", señala. 

Por eso remarca: "Queremos que todos tengan la oportunidad que hemos tenido nosotros a través de la educación y con la articulación". También valora el apoyo recibido a lo largo de ese proceso. "Si bien venimos de esa sociedad que cuando dice 'institución penal' está hablando de otro mundo, no es así y nosotros lo hemos manifestado a través del corto, que esto le puede pasar a cualquiera", agrega sobre la historia volcada en "Un día diferente". 


El Profe Manca y el objetivo de mejorar la convivencia

El docente, que comenzó a trabajar en contexto de encierro hace cuatro años, reconoce que existen situaciones problemáticas fuertes. La convivencia, de hecho, muchas veces ha sido un tema para conversar y para buscar soluciones. "No se puede desde la generalidad, sino desde pequeños grupos", opina Manca. 

Nos cuenta que para el corto buscaron generar un relato diferente al que estigmatiza a la población carcelaria, como por ejemplo muestra la serie El Marginal.  "Hay cosas que hay que trabajar muy desde adentro de la vida penitenciaria, hay cosas muy fuertes, el tema de la violencia, creo que no hay cosa más fuerte que quitarse la vida uno mismo y ese es un tema que acá está naturalizado", reflexiona. "Desde ahí ha partido todo esto, buscando cómo podemos mejorar nuestra convivencia y mejorar la visión de la sociedad", explica.



"Qué más preso voy a estar": Julián y una anécdota para la carcajada

Manuel y Julián, que sostiene una remera -que es del bibliotecario- firmada por todo el grupo que trabajó en el corto. En ese espacio actualmente se dicta el taller.

A lo largo de la charla el grupo recordó algunas anécdotas sobre el rodaje de "Un día diferente". Entre las historias hay una de película. "Andábamos filmando afuera del Penal, veníamos en el auto, yo venía manejando", arranca Julián, que explica que a cada escena se le hace varias tomas, según lo que disponga el director, que en este caso fue Sixto Robra, que trabajó ad honorem con el grupo, y que ellos lo nombran reiteradas veces a lo largo de la conversación. 

"Yo daba vueltas a una escuela que hay acá cerquita y volvíamos filmando. Así hemos hecho varias veces y a la cuarta o tercera vez, nos han caído siete móviles de la policía nos han rodeado, Brigada, policías, todo", recuerda mientras los demás sueltan carcajadas. "Hubiera sido bueno que todos sigan filmando y que me lleven preso", considera.  "Yo me reía, si ya estaba preso, qué más preso iba a estar", remata.  Después, explica que "las mamás han denunciado que veían un auto rojo con vidrios polarizados y que andábamos con cámaras sacándole fotos a los chicos y que querían secuestrar a uno". 

Por su parte, el Profe Manca completa con otros detalles. "Lo gracioso es que el penitenciario que iba en el auto, Julio, estaba de civil y en una riñonera tenía su credencial, la buscó ahí nomás, todo apurado, para mostrarla rápido", aclara. "Era el primer día de filmación, la gente de la penitenciaria también estaba armada afuera", describe sobre el episodio.  



La simpleza de la fruta fresca que se extraña

Al terminar de filmar el corto, luego de tres días intensos, que era todo el tiempo del que disponían, la despedida de esa semi libertad llegó con algunos gustos. "Hemos tenido una heladera con fruta para nosotros (eso no podemos comer adentro), con helado de chocolate, hemos hecho un asado que tenía morcilla, chorizo, chinchulines, todo eso que no se puede comer adentro, estábamos disfrutando, eso ha estado muy bueno", enumera Miguel mientras recuerda todos esos sabores que a veces se extrañan. Después, una de las docentes explica que las restricciones para que circule libremente la fruta fresca adentro del Penal responde a que se puede fermentar para elaborar bebidas alcohólicas.


Alexis, el más chico y callado, bajo el ala de los demás

Alexis, el de camisa azul y pelo muy corto, es el más chico. De hecho, parece apenas salido de la adolescencia. Es el más callado del grupo, y al que los otros, los más grandes, buscaron "de las mechas" una y otra vez para que siguiera participando. Finalmente, ya no lo buscaron más, porque aparecía solo en la salita del taller. Además de sus compañeros, el profesor también es un sostén para él. "El aprendizaje nos sirve mucho, nos ha ayudado a cambiar nuestro carácter, nuestra conducta y la vinculación entre nosotros, el reflejo que tiene el corto nos hace ver que nadie está exento de llegar a esta instancia", reflexiona. "Hemos compartido mucho para poder lograrlo, hubo momentos en los que discutíamos, pero al final llegábamos a un acuerdo", destaca. "Al ser chico, yo no entendía nada; después, ya hemos entrado a entender más", comparte.

Por estos días, además de ser parte del taller literario, Alexis señala que está terminando la secundaria y que aprende Electricidad.



Cambiaron miradas adentro y afuera

Al ser consultados sobre qué cambió el corto, todos coinciden en que, uno de los aportes a sus vidas fue el cambio de miradas, tanto adentro del Penal entre sus compañeros y personal penitenciario como afuera, en sus familias. Miguel recuerda que en el momento de la presentación del corto en la Unidad Penitenciaria 3 pensaban que "los changos" se les iban a burlar. "Han sido risas al principio nomás, después más de uno se ha conmovido, no les ha causado lo que nosotros creíamos, que iba a ser una gracia", señala. "Más de uno ha venido y nos ha dicho 'te felicito'".


Julián agrega divertido sobre las reacciones dentro del Penal. "Eh, Negro, te hemos visto en Canal 10", le decían para felicitarlo.  "Hoy por hoy nos damos cuenta de que el guion ha sido un 'pero', un pretexto. Si bien está compitiendo en España y está muy bueno, creo que lo más importante ha sido el proceso de crecimiento como personas, de nosotros acá adentro, eso es lo más importante que se ha conseguido en este taller", considera. "Mi familia en particular ha llorado, han dicho 'qué bueno que está, qué enseñanza que deja", comparte.

Manuel, intercede en tono bromista y cuenta que incluso su familia le pregunta por Julián. "Qué actor es", le dicen. "¿Y yo? Todo es Julián nomás", sigue entre carcajadas que se contagian en la charla.PEl hombre, que trabaja lustrando en la guardia y ya tiene más de 156 páginas de un libro que quiere publicar, destaca también que los empleados del Penal también lo felicitan. Y que, en Monteros, de donde son muchos de los penitenciarios, ha tenido una gran repercusión.



Y llegó Rubén, preocupado por los más jóvenes

Unos 40 minutos antes de que termine la entrevista, Rubén entra a la salita de la capilla. Llega vestido con una remera celeste y movilizado, no tuvo tiempo para hablar mucho con su madre que estaba durmiendo cuando él llegó de visita y no la quiso despertar. Sus compañeros lo saludan con afecto y él se integra rápidamente a la conversación. 

"Yo lo que más he disfrutado de todo el proceso es tratar de aprender de la sabiduría del profesor que hemos tenido, aprender la manera de vivir", rescata. Cuenta que este tipo de enseñanza los prepara para que cuando toque el momento de poner un pie en la calle, tengan herramientas.

"A mí me emociona mucho tener un profe así, algo que no he tenido cuando he sido chico, cuando salga en libertad me gustaría tener la posibilidad de ayudarlo en el Taller literario, porque aquí hace mucha falta, ya no tanto para mí", dice en relación con los internos más jóvenes.

También reflexiona sobre lo difícil que es salir y enfrentarse con la mirada de la sociedad. "Los más viejos somos más lerdos para aprender, más duros, pero los más chicos tienen una inteligencia que usted en dos meses les da vuelta la cabeza y pueden pensar de otra manera. Si tuviera la posibilidad, no sé si tallerista, pero (me gustaría) tratar de conseguir empleadores en la calle, capitalistas, que necesiten hacer trabajos y al trabajo trasladarlo aquí para que lo haga el interno", propone.

En ese sentido, destaca que bajo estas propuestas de la cartera educativa, aprenden a enfocarse en cómo seguir por un nuevo camino que los mantenga alejados de ese muro alto que se ve al llegar a la esquina del Penal y que tanto lo impactó el primer día en la cárcel.





Actualmente el taller literario del profesor Manca funciona en la biblioteca, un espacio acondicionado entre todos, y cuenta con nuevos participantes. La escritura colectiva del nuevo guión los mantiene concentrados en una tarea ardua que, esperan, siga dando nuevos frutos.