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Leo Garzón canta en el camino que construye todos los días

folclore joven

El músico tucumano, de gira por el Norte, se presenta el sábado y habla sobre el desafío de dedicarse a lo que le dicta el corazón: "Vivir acorde lo que uno es".





El carbón gris, apagado, es prueba de que aquí hubo un asadito hace poco. Y así fue, como cada vez que vuelve a su Tucumán Leo Garzón, músico, 38 años y radicado en Buenos Aires desde los 25. Leo tiene una técnica para organizar un asado: se asegura con un amigo que nunca le falla y recién cuando le confirma invita al resto.

Es quizás esa su filosofía de vida: Hacer. Entonces si una amiga, como la Yoli Campos, música chubutense también radicada en Buenos Aires, le dice que quisiera tocar en el Norte, Leo lleva el auto al taller, busca los lugares para dormir y los escenarios posibles donde se presentarán. Y sin vueltas, arma la gira Punta a Punta, que los llevó por Cosquín, Monteros, Tafí Viejo, San Salvador de Jujuy, Tilcara, Humahuaca y que termina el sábado a la noche, a las 22, en El alto de la lechuza.

“Hay montones de proyectos que se truncan porque se quedan en la charla. Yo creo que hay que darle mucho valor a las cosas que uno dice. Decir algo que después no hacés es abusar de las palabras, es desgastarlas”, dice Leo en el fondo de la casa de Villa Alem, donde crió y recibió de las manos de una tía un bombo de regalo, cuando tenía 4 años.

Después, a los 6 años, su abuela le regaló una guitarra y desde entonces caminó su música guiado muchas veces por el entusiasmo propio de los jóvenes autodidactas. Empezó con Medicina pero hoy confiesa que lo que más le gustaba de la carrera eran las peñas en Stylo. Con la voz siempre en la cabeza, se recibió de fonoaudiólogo, y tras los pasos de Popi Quinteros y de muchos músicos del país, en 2006, se fue a estudiar en La Plata.


Ya con dos discos editados, muchas giras, muchos amigos y amigas, Leo avanza en un camino que construye todo los días y que hoy le permite vivir de la música: da clases personales y también en un instituto de fono, y lleva adelante su proyecto personal, que entiende abarca más que la música en sí: la tarea de la gestión cultural, tan sacrificada para la mayoría de los artistas.


“Hay lugares donde uno tiene que estar presente, mostrando lo que uno sabe. Quizás hay personas que no lo necesitan, pero muchos artistas sí. Es laburo también de remarla. Y muchas veces salís sin saber si vas a terminar poniendo dos, cinco o diez mil pesos. Y lo mismo vas, si te emociona vas”.

Ese es el andar de Leo: el arte, su vida: “Es la decisión de hacer algo. No pensar en qué querés ser, sino en hacerlo. Vivir acorde lo que uno es. Mi objetivo es no necesitar de otros trabajos para poder venir a visitar a mi familia tranquilo, para comprar instrumentos y para viajar. Pero la música siempre va adelante”.


Quizás no adelante. Quizás juntos, entonces, porque Leo es música.


El primer disco de Leo Garzón se llama Voz y fue editado en 2011, año en el que ganó el Pre Cosquín. Con el segundo, Nuestra Verdad, ganó este año el premio Mercedes Sosa, al mejor álbum de artista masculino. Sus canciones hablan de personas cercanas y, por eso, las canciones de Leo tienen la magia de volver actos personales en momentos universales, como la primera estrofa de Nuestra Verdad:

“Llegamos cada domingo
con bolsos llenos de amor,
hecho comida, un regalo,
un beso que calme el dolor.”

Una canción hermosa, con palabras que vuelan por la voz potente y amable de Leo, que llega otra vez a Tucumán. Y que sigue: ya está grabado su tercer disco.