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Incómodo y sin recetas: el cine reflexivo de Bazán Frías

DÍA DEL CINE

La película tucumana que se proyecta a sala llena en todas sus funciones es un ensayo documental que nos interpela crudamente acerca de la exclusión social que las cárceles generan y proyectan hacia el imaginario común de las sociedades | Por Gustavo Caro

Bazán Frías. Elogio del crimen, la gran aparición del cine tucumano del año. Las fotos son gentileza de Lucas García, su director.





Bazán Frías. Elogio del crimen es un ensayo documental que nos interpela crudamente acerca de la exclusión social que las cárceles generan y proyectan hacia el imaginario común de las sociedades. Tras su estreno en Tucumán, el pasado domingo en la sala Orestes Caviglia, Lucas García, codirector, mencionó la "incomodidad" que significó abordar esta película y experimentar durante el rodaje en el penal de Villa Urquiza las condiciones de encierro, violencia y marginación. Esa incomodidad, que se traslada sin préambulos a los espectadores, es la que abrió el camino que el grupo Cine Bandido transitó en el largo proceso de realización del documental. 

Según García, el proyecto, que germinó en la cátedra de montaje de la escuela de cine de la UNT -a cargo de Juan Mascaró-, no tenía en su origen ni el objetivo ni el tratamiento que finalmente muestra la película. Como todo documental que se construye desde el compromiso, su desarrollo fue respondiendo a las pulsiones de nuevas circunstancias que la investigación descubría y que al mismo tiempo iba poniendo al grupo en la “incomodidad” aludida. Del mito de Bazán Frías a la criminalidad como realidad compleja y maltratada, hay un tránsito significativo que la película expresa con transparencia. Narración y procedimiento realizativo se integran en un discurso que no aspira a dar respuestas ni certezas, pero que invita a interrogarse desde la conmocionante relación que establece con sus espectadores. En un contexto actual donde buena parte del cine argentino no suele abandonar la zona de confort, Cine Bandido no esquiva confrontar su idea con una realidad difícil de tratar. El documentalista holándes Joris Ivens definía al documental como una “batalla contra la realidad”, y en este sentido, Cine Bandido expone su honestidad intelectual en lo que puede interpretarse como una declaracion de principios: nos sentimos incómodos (al hacer la película) y no pretendemos dar respuestas (con ella).

Bazán Frías… dialoga naturalmente con trabajos como Pibe Chorro, de Andy Testa, cuya incorporación en el relato a modo de cita participativa no sólo muestra lucidez en su escritura -y logra componer una secuencia de plenitud en la película- sino que también manifiesta sensibilidad en leer el contexto desde el propio cine. De Tucumán a Buenos Aires, el cine militante teje lazos y construye idearios para leer el campo social. En el marco local, inevitable pensar en el clásico de Gerardo Vallejo, El camino hacia la muerte del viejo Reales -citada en los archivos- y en El motoarrebatador, de Agustín Toscano, con la cual dialoga en términos temáticos y de contemporaneidad, pero también porque a su modo ambas arriesgan en el encuadramiento del tema. Si en su afán humanista la de Toscano resuelve la trama en la reivindicación de su protagonista, quien elige renunciar a la delincuencia para continuar con su vida, en Bazán Frías. Elogio del crimen esto no será posible: a los internos de Villa Urquiza que participaron del film, la realidad parece no brindarles la chance de elegir. 

Como expresan en sus testimonios, el sistema carcelario no es lugar para expurgar culpas ni rehabilitarse, sino para restituir un orden social que se basa en reprimirlos, excluirlos y en desaparecerlos simbólicamente. En todo caso, el riesgo compartido se basa en enfocar la criminalidad y la inseguridad en Tucumán, hipersensible en materia política, sin la premisa del sojuzgamiento ni el recetario de soluciones. Sus miradas tensionan frente a esa realidad, ponen en perspectiva su complejidad y apuestan a la reflexión frente a un escenario dominado por un sector que adhiere a la mano dura y esgrime un razonamiento de solución estancado en la idea de castigo sin reinserción. Hace un año, El motoarrebatador fue lapidada por algunas críticas facsciosas expresadas a través de las redes sociales y del foro de un medio local. Es probable que Bazán Frías corra igual suerte en un marco de campaña electoral donde la mayoría de los candidatos coinciden en no desalentar a la ciudadanía identificada más arriba.

Haciendo de su propio dispositivo recurso y contenido del tratamiento, el documental alcanza momentos valiosos en la interacción entre reclusos y equipo realizativo. La apertura y comunicación que desde el juego teatral César Romero, Silvia Quirico y Alejandra Monteros logran construir junto a los internos, es de tal transparencia
que alientan a creer en las posibilidades de reinserción social que las herramientas del arte pueden ofrecer como alternativa cierta ante la criminalidad. Desde esta misma perspectiva, el documental no omite ni olvida que tras las paredes de Villa Urquiza hay una sociedad que no está dispuesta a revisar ni a ceder su propia conformidad aunque sea parte de las causas del problema.

En una síntesis introductiva, la película sostiene esta idea en una toma aérea que muestra la convivencia del confort económico -a veces opulento- y la marginación en límites tan estrechos que borran fronteras físicas. Un dron que construye sentido en su despliegue descriptivo de los barrios tucumanos hacinados a pesar de su antagonismo, es interpretado en contrapunto armonioso por la música de Emanuel Molina, quien aporta con criterio a la composición de atmósferas a lo largo del relato. En su capacidad de observación, el documental alcanza en algunas escenas un poder de síntesis a través de la cámara -como los ejercicios teatrales o la broma del ataúd-; y en otras, se apoya en la reconstrucción de época, usada aquí como parte del juego teatral, ampliando así las posibilidades de un recurso que suele resultar demasiado convencional, o en la voz en off de Alejandra Monteros, que interpreta a la novia de Bazán Frías y que también encarna su propia experiencia como actriz.

Bazán Frías. Elogio del crimen viene a sumar en el emergente cine tucumano una mirada social y reflexiva que no concede comodidad ni da lugar a la indiferencia. Ese es, quizá, el logro principal de la película. Interpelar a fondo a una sociedad desde el rol crítico y militante del cine; dar cuenta de la peligrosa intemperie que las políticas públicas crean cuando abandonan la conciencia de que la ciudadanía es una condición que reconoce derechos para los de adentro y los de afuera. Que no hay muros que limiten su sentido ni razón de ser.

En un contexto actual donde buena parte del cine argentino no suele abandonar la zona de confort, Cine Bandido no esquiva confrontar su idea con una realidad difícil de tratar.

* Gustavo Caro es cineasta, guionista y profesor de la Escuela de Cine de la UNT.