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Se hace paso entre los cañaverales y llena de libros al Tucumán profundo

HISTORIAS DE ACÁ

Lucas juntaba cartón con su padre y separaba los libros que encontraba para él. Llegó a juntar 20 mil ejemplares y creó el carrito literario para que chicos y grandes aprendan a leer: "Manuales, poesía, gramática, sociales, de todo un poco llevo, hasta inglés". Pasen y lean.

El carrito literario de Carlitos.





Cuatro años tenía Miguel cuando sufría hasta veinte ataques de epilepsia por día. Pero hubo una noche en particular en Monteagudo que toda la familia corrió a la guardia y el diagnóstico fue terminante: "Si quieren mantener la esperanza de vida, tienen que irse a Córdoba o a Buenos Aires". Eso pasó hace casi 40 años. En aquel momento, la familia de Miguel armó las valijas, se subió al tren y llegó a la casa de la tía Alicia en Bernal. Al cuidado de su hermano, a su lado, viajaba Lucas Lizarraga, el protagonista de este viaje de idas, regresos y libros, muchos libros.

"Allá en Buenos Aires nos instalamos un tiempo en lo de mi tía. Aquí en Tucumán mi papá había sido empleado municipal y consiguió un trabajo en la Dirección de Bienes en Desuso. Por cosas de la vida mi papá se quedó sin trabajo y no nos quedó otra que salir a cirujear: teníamos un carrito como el que tengo ahora y salíamos a juntar vidrios, aluminio, bronce. Y libros, desde ese momento empecé a juntar libros".

Bajo el cielo de Bernal, Guernica, Glew o Alejandro Korn, Lucas Lizarraga caminaba y desde las casas bonaerenses le chistaban: "Pibito, vení". Y Lucas iba: "Me regalaban libros, me los donaban, me decían que eran para mí, que los cuidara, y que les diera un uso noble. Así empecé a coleccionar libros y comenzó a tomar forma una idea que se concretó cuando conocí la historia de Martín Murillo".

Martín Murillo Gómez es colombiano, de Cartagena, y famoso ya por su carrito literario cargado de libros. Hace unos meses fue la principal atracción del Festival Gabo que se realiza todos los años en Medellín: firmó más autógrafos y se sacó más fotos que cualquier escritor o periodista presente. "Murillo carga los libros, pero no los vende, los presta. Quiere que los libros se lean y se devuelvan para que otro más lo haga. En él me basé para seguir sus pasos y con mi propia carretilla".

Hace seis años, luego de completar el secundario en la nocturna de San Vicente y hacer dos años de Magisterio en Guernica, Buenos Aires, la familia Lizarraga López volvió adonde todo empezó: "Conseguimos un terreno en Monteagudo y pudimos construir nuestra propia casa. Así pegamos la vuelta a Tucumán". El detalle, no menor, eran los libros: "No había forma de que entraran en el colectivo. Durante 30 años junté 20 mil libros. Me los traje a todos en un camión".

De vuelta al pago en la casa que queda a una cuadra de la plaza de Monteagudo, Lucas le avisó a la familia que había que construir una biblioteca, y que esa biblioteca tenía que ser bien alta, rozando el techo: "Hace dos años nos inundamos. El río Medina y el Gastona se desbordaron y nos entró el agua. Por suerte no llegó a mojar a los libros, sólo algunos", le cuenta Lucas Lizarraga esta noche de verano a el tucumano, sentado en la plaza, al lado de la carretilla literaria que armó con su papá: "Tiene 81 años y me ayudó con los planos a construirla. Le pusimos las ruedas, la cargamos de libros, pero era muy pesada para mover. Entonces me compré la moto".

Con los libros protegidos por un techo de pelopincho, una banderita argentina y mensajes escritos con pintura, Lucas arrancó la moto y puso en marcha su sueño: "Yo diseñé este proyecto solidario para que pudiera dar lectura a los chicos, enseñarles a leer, darles apoyo escolar. Hay chicos que tienen dificultades en el aprendizaje. Si se les complica, les brindo apoyo para cuando vuelvan a las clases. Claro que no me entran los 20 mil libros en el carrito, pero tengo de todo: manuales, libros de poesía, lectura, gramática, sociales, de todo un poco, hasta inglés".

Lector voraz de Cortázar, Sábato y Neruda, El carrito literario de Carlitos (en honor a su padre) llega con libros al Tucumán profundo: "Me meto entre los cañaverales con la moto campo adentro y llego a Atahona, Niogasta, Trejo, Trinidad, La Madrid. Imagínese lo que fue cuando me vieron aparecer en la moto con los libros en la carretilla: nunca sentí tanto cariño de los grandes y los chicos. Me preguntan: '¿Puedo leer?' Y les digo que claro, que abran los libros, que para eso están. Y cuando se ponen a leer de la emoción a veces se agitan los chicos. Les digo: 'Hay que leer pausadamente, respetando las comas, los puntos. 'Exhalá, inhalá, tomá aire'. Pero la emoción los lleva por delante".

Son las ocho de la noche en Monteagudo y detrás de las palabras de Lucas Lizarraga suenan las campanas de la Iglesia. Todavía hace calor y, siempre acompañado por su hermano Miguel, llega con la carretilla y se alegra cuando se enciende la luz que le pidió a la comuna para que los chicos puedan leer hasta tarde. "Hay una biblioteca pero no abre siempre. Entonces aquí estamos, con los chicos. Me encantaría tener un merendero literario en mi casa: poder darles libros y mate cocido, o atender la biblioteca del pueblo. Los libros son una herramienta fundamental y no siempre llegan a todos. Así que acá estamos, en la plaza, hasta las once de la noche, rodeado de libros, como todas las noches".

Quienes deseen contactarse con Lucas Lizarraga pueden hacerlo por Facebook o al celular 011 153786-5913




Lucas y Miguel, su querido hermano.