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¡Una belleza! Cristian, el cocinero que le canta a los clásicos tucumanos

HISTORIAS DE ACÁ

Le pone música y alegría a sus videos mientras prepara lampreados, arma bombas nucleares de queso o ralla los choclos para el plato que más le piden: "Es impresionante cómo nos gusta la humita. Haga frío o 40° a la sombra, nos encanta". VIDEOS

Cristian y Paola, listos para trabajar.





Ese muchacho que aparece en los videos bailando y cantando mientras cocina entre ollas y sartenes fue un niño que se crió en el barrio San Miguel. Cuando Cristian Leiva, cocinero, cantante, bailarín, vuelve por un rato a su infancia, siempre se acuerda de los amigos, de la calle Garmendia al 100, jugando a la pelota, a la escondida, a la pilladita. Y entre los recuerdos se filtra el llamado inconfundible de María Esther, su madre: "¡A comeeeeeeeer!" Y así, en un santiamén, el juego quedaba suspendido en el tiempo y todos a la mesa, a la mesa del comedor de la familia Leiva para la atracción principal del mediodía: "El lampreao, nadie hacía el lampreao como mi mamá. Era im-pre-sio-nan-te. Y cuando las cocino ahora para mi familia, en un cumpleaños, un bautismo o reunión, siempre me dicen lo mismo: 'Es el mismo que hacía tu mamá. Tenés la mano de tu vieja'".

Cristian Leiva hoy tiene 42 años. Se ha cambiado de barrio, acaba de mudarse de casa, pero hay algo que lo acompaña vaya donde vaya: "Estábamos en la Colombia al 2000 y este fin de semana nos mudamos a tres cuadras, aquí en la México 2839. Teníamos todas las cosas embaladas, las camas desarmadas, los muebles, las valijas, todo un lío. ¿Pero sabés qué hicimos? Lo de siempre: las cuatro hornallas prendidas, el horno a full y a cocinar para la clientela del barrio. No les podía fallar justo un domingo al mediodía", cuenta el crack gastronómico, quien es conocido por sus obras de arte patentadas como Las Bombas Nucleares: "Son grandes y a mí me encanta meterle mucho relleno. De carne y de queso. Me gusta que cuando le pegués el primer bocado caiga el queso. Quizás no le gano mucho, pero tienen que ser bien suculentos los platos. Al tucumano le gusta comer bien".

Como antes, Cristian y su familia mantienen un ritual a la hora de sentarse a comer: "Es justamente eso: sentarse a comer, a disfrutar de la comida. Es el único momento en el que no está permitidos los celulares. Si alguno atiende un mensaje o algo, el otro se lo dice. Tampoco prendemos la tele cuando comemos. Todo el tiempo estamos trabajando y usamos mucho tiempo el celular. En ese momento del almuerzo nos desconectamos y hacemos catarsis: charlamos, compartimos, nos distendemos. Así fue desde que empezamos con el local". 

El local se llama Una Belleza y es la cocina de la casa de Cristian y Paola, un detalle que no pasa desapercibido entre los amigos: "Todos me preguntan: '¿Cómo hacés para cocinar para todos los clientes con cuatro hornallas y el horno?' El agua, las salsas, los tiempos, la clave de todo es manejarse como un relojito, les explico". Y se pone colorado cuando detalla por qué se llama Una Belleza: "Es por ella, nos conocimos por unos amigos en común del colegio. Y empezamos por mensajito: 'Hola, Belleza; cómo está, Belleza; ¿quiere salir a comer, Belleza?' Y así quedó. Una belleza es una frase muy tucumana que va con todo".

Paola es la compañera de este mundo de sabores que empezó a forjarse una noche, también en la cocina, cuando Cristian recuerda haber tocado fondo. "Estábamos sin una moneda. A la hora de la cena, le digo a mi señora: 'Mirá, gordita, estoy haciendo una tortilla al horno para tomar con el café. Eso vamos a comer. Mañana recién voy a tener plata, ¿sí?' En ese momento ella, que no me deja caer nunca, me dijo: '¿Por qué no cocinás? ¿Por qué no trabajás de lo que te gusta, de lo que te apasiona?' Eso me sacó adelante, me cambió. Le dije que sí y cuando ella salió a buscar unos choclos, en ese momento, cuando quedé solo en la cocina, me puse de rodillas y le pedí a Dios que me acompañara en este nuevo comienzo. Cuando volvió, empezamos a rallar los choclos para hacer humitas, toda la noche rallando. Cuando salió la primera tanda de humitas, hicimos el primer video y lo subí al Facebook. Al toque empezaron a llegar mensajes y pedidos. Todavía me emociono".

Con 40° bajo la sombra y 60 bandejas de humitas para entregar, Cristian pensó en un detalle no menor para un delivery que lleva comida: ¿cómo llevarlas? "Tengo un primo que tiene un taxi. Le dije ese primer día que me hiciera el aguante el primer día. Llenamos el taxi de humitas y salimos a repartir sin distinción de cuadras, adonde nos pedían, íbamos. Después, con mi señora conseguimos dos motitos y dos conservadoras. Igual que ahora, nos despertábamos para cocinar a las 6 de la mañana hasta el mediodía. Nos subíamos a la moto y a repartir. De 20 pedidos que me hacen (al 154805090 o al 156667681), 15 son humitas. Es impresionante cómo nos gusta a los tucumanos la humita. No hay calor que lo impida. No hay nada más lindo que sentarse a la mesa, dar las primeras dos cucharadas y sentir esa gota gorda y caliente que te baja despacito por la frente y no sabés si meterle dos cucharadas rápido o secarte la frente con la servilleta, jajajaja".

De vuelta en la cocina de la infancia, Cristian también recuerda a su querida madre por la música que sonaba con la canilla abierta, canciones tarareadas con la radio fija en LV7, en LV12, o ahora en la Roisen o Bésame, las canciones que Cristian Leiva canta y baila mientras cocina y sube los videos interpretando el llanto cuando pica cebollas o al Carnaval toda la vida de los Fabullosos Cadillacs: "Y se va pasando el tiempo / y que la vida se te va", canta Cristian y les dice a sus clientes: "Carnaval, carnaval toda la vida, los problemas los tenemos todos, dale". Y agrega en el diálogo con el tucumano: "Es que es así, hermano. Todos tenemos problemas. Algunos más, otros menos. Pero no queda otra que ponerle el hombro y tratar de salir adelante. Esa buena onda que trato de contagiar en los videos con un mensajito para la gente lo hago porque así me sale, no podés actuar esa alegría. Empezamos con nada y ahora tengo un ayudante para mi señora y un cadete, pero también voy yo a hacer los pedidos a las casas. '¿Usted es el chico del video?', me dicen las clientas. Y vuelvo a cocinar. Así fue siempre. Antes teníamos el local en una casa que estaba en el fondo. Ahora da a la calle. Siento que estoy en el country de Las Yungas", se ríe Cristian, y se despide con un sueño a futuro: "Me gustaría poner un lindo barcito en una avenida medio importante de Tucumán para que todos vayan a comer comida rica y casera. Eso me gustaría. Cuando lo abra, también los espero".