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¿Llueve? Aquí está Mario, el señor que arregla paraguas en Tucumán

HISTORIAS DE ACÁ

Heredó el oficio de su padre en la Villa Obrera. En su moto, va a domicilio y deja como nuevos todos los paraguas rotos que la gente deja tirados en las calles de la ciudad.

Mario arregla paraguas. La foto es de Fernanda Hasler.





"Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo".

Lejos de la París donde transcurre la Rayuela de Julio Cortázar, la novela suprema que incluye entre sus páginas rituales magistrales como el ciclo de vida de un paraguas, aquí, en la Villa Obrera de Tafí Viejo, hay una casa tomada por los paraguas desde hace décadas.

Cuelgan boca abajo de los techos, yacen abiertos en la entrada hasta que sequen, se acuestan de par en par sobre la mesa de un taller imaginario, y empiezan a multiplicarse como conejitos expulsados por la boca. Quizás salten conejos alrededor de la casa de la familia Méndez, pero acá el tema son los paraguas y ellos, los magos que arreglan los paraguas que tira la gente.  

"Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, (...) y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda".

Y aquí viene Mario Méndez en su moto con paraguas hechos un bollo tucumano, todos rotos, destartalados, con las varillas rotas, quebradas, salidas, dobladas, vencidas. "Heredé la profesión de mi padre, también de nombre Mario. Él tiene 64 años y los arregla desde muy joven, cuando antes un paraguas era otra cosa: un símbolo de distinción, para hombres y mujeres, cuando el paraguas formaba parte del atuendo de la gente porque nunca se sabía cuándo iba a llover".

Mario Méndez tiene 44 años y esta mañana arregló un paraguas. Y tiene más paraguas para arreglar el fin de semana. Son trabajos que empezaron a aparecer con mayor fluidez desde que Mario se cruzó con Fernanda Hasler, quien le tomó una foto y comentó: "¿Quién no tiró a la basura un paraguas porque se rompió? Este señor está desocupado, vive en Tafí Viejo, arregla paraguas, seguro le podemos dar una mano". En la foto que le tomó Fernanda, Mario usa una gorrita de UATRE y lleva su paraguas negro e intacto. También un papelito con su nombre y sus referencias escrito a mano.

"Gracias a la publicación hay un poco más de trabajo. También hago refacciones y albañilería. Pero cuando está el tiempo así, cuando llueve, salgo en moto y recojo paraguas limpios que dejan en la calle, tirados en los canastos. Los traigo a la casa, los desarmo por completo y los vuelvo a armar", describe el hombre, quien reconoce que hay paraguas simplemente imposibles de arreglar, esos que ayudan a salir del paso cuando se desploma el cielo de repente en Tucumán y, en uno de los grandes misterios de la provincia, aparecen cientos y cientos de los vendedores al grito de "¡Paraguas! ¡Paraguas! ¡Lleve su paraguas!"

"Un paraguas que desarmo y lo arreglo cuesta 250 pesos. Pueden llamarme al 0381-153412440. Pero hay algunos que no son de buena calidad. Las varillas no son de acero sino de latas frágiles. A veces la gente no sabe manejarlos, o cuando se abren simplemente se enredan las varillas. Esos no tienen recuperación", explica Mario, quien la parte más compleja que es la restitución de la tela del paraguas se la pasa a su padre: "Los clientes eligen la tela que quieran. Mi papá es el que me ha enseñado el oficio, me enseñó a arreglar. Si no tengo tiempo, se lo entrego, y al trabajo, claro, lo cobra él. Sigue trabajando mi padre. Tantos años de arreglar paraguas y sigue cosiendo".

Mientras dialoga con el tucumano, Mario infla el pecho por su lugar en el mundo, por la Villa Obrera, del otro lado del puente ferroviario, donde miles y miles de trabajadores le han dado vida a una ciudad que comenzaba su día con el sonido de la sirena de ingreso al taller y estaba marcada por el ir y venir de los trenes. "Es un lindo oficio arreglar paraguas aquí en la Villa. Aquí, a diferencia de otros lados de Tafí, nunca nos cortan el agua, y no caen esas tormentas que caen en la ciudad. Anoche llovió finito, pero nada más. Veo el cielo y ya sé si va a llover o no. Y cuando llueve, siempre hacen falta los paraguas".