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"¡Calentitassssss!": Carlitos, el rey pop de la empanada

HISTORIAS DE ACÁ

Baila en medio de la avenida Roca de sombrero, moño y guantes blancos: "Vuelan las de matambre, pollo y mondongo". El secreto de un personaje increíble.

El rey en su lugar en el mundo: la Roca al 200.





Carlitos Medina está parado en el medio de la avenida Roca al 200 y es la hora pico. Desde la esquina de Play ya se lo distingue porque el sol del mediodía le rebota en el sombrero violeta con un lazo y en la camisa Conte di Roma lavanda y moño negro. Más adelante contará que usa un atuendo de distinto color para cada día de la semana, pero ahora el semáforo se pone en verde y empieza el show. Empanadassssss calentitassssss! ¡Calientessssss las empanadassssss!", grita mientras sale al escenario desde los dos hornos móviles que humean en la vereda, y mete dos pasos en puntas de pie hasta el medio de la calle, ahora corriéndose de un movimiento porque una moto casi lo roza. 

El hombre de la moto que le pasa cerca a Carlitos sale de escena a toda velocidad con dirección a la zona de plaza Dorrego, frente a Qué época, rumbo a la ruta. Mientras Carlitos lo esquiva, al hombre de la moto el viento y la panza le infla la camisa de grafa. Debe estar llegando tarde a la casa para el almuerzo, no como otros muchachos al paso que ahora le tocan la bocina a Carlitos y marche una docena. Son trabajadores en la pausa del mediodía que disfrutan de los pasos de baile que hace Carlitos mientras le meten el primer bocado bien caliente, que mientras soplan el relleno miran el color del cinto rojo que le ciñe el pantalón de vestir. Y que sobre todas las cosas le hicieron caso a las manos de Carlitos señalándoles las empanadas. 


Son manos envueltas en guantes blancos que a Carlitos le completan el look, como un Michael Jackson del repulgue, coronando cada paso de baile con esos guantes que originalmente sirven para atajar ladrillos mientras se levantan edificios, y que son los que le han permitido a Carlitos construir su casa y educar a sus hijos vendiendo empanadas. Son guantes nuevos, pero ya los usaba cuando era una celebridad pop en las Termas de Río Hondo y desde que decidió instalarse en Tucumán ya hace ocho años. Sin quemarse gracias a los guantes, Carlitos señala las bandejas y dice: "Mirá la pinta que tienen las empanadas. Y no sabés la calidad que tienen. Todos los precios mostrame: carne, pollo y mondongo. Cada una 15 pesos, 150 la... ¡Guarda que viene gente!", grita Carlitos, interrumpiendo el precio de la docena porque una Traffic le vuela el sombrero hasta detrás de los hornos donde está la cajera. 

"Ella (señalando a Ruth) es mi cajera porque yo no toco el dinero. No toco la plata porque toco la comida", aclara Carlitos, cuando Ruth, su nieta y cajera, le avisa que un joven que vive en la calle tiene hambre. Entonces Carlitos hace sus pasos de mimo, saca unas empanadas con servilletas y se las da: "Aquí tiene. Son de regalo. Que Dios nos bendiga y nos ayude", dice mirando al cielo Carlitos, fiel creyente en Dios. Todo el tiempo le agradece y lo cita. De hecho, jura que antes le gustaba bailar más, pero que ahora va mucho a la iglesia y ya no lo hace tanto. Y que además está un poco cansado porque, salvo que llegue el diluvio universal, nuestro héroe está aquí vendiendo empanadas, de lunes a lunes, listo para abrir el local de la Roca que alguna vez fue un videopóker y también un boliche del cual solo queda la marquesina con símbolos griegos.  


Ahí adentro de ese local, donde antes se doblaba y el mundo era roja o negra, o donde a la salida del boliche se imponía un choripán, ahí desde hace un tiempo ya es la vereda de Carlitos y ante la demanda el hombre amplió su variedad: "Las empanadas son de matambre, punta de lomo o primo. Tenemos pollo y mondongo. Pero también hay de jamón y queso, de humita y las sfijas son por pedido. Usted me deja la seña y se las traigo al otro día". Si llueve como hoy, Carlitos abre lo mismo el local y ahí guarda los hornos móviles: "Soy el que primero que creó el horno a la bicicleta en toda la Argentina. Puedo ir caminando o llevarlo adonde sea: hasta en Tafí del Valle vendí empanadas con el horno móvil. Si lo patentaba, no tendría competencia", explica quien aun sufriendo la caída en las ventas como todos nunca apagó los hornos. "Con todo este quilombo de los aumentos sí, cayó la venta un 80 por ciento. Antes estaba a 110 la docena, ahora a 150. Pero mucha gente me sigue eligiendo. La diferencia es que, mientras otras empanadas son de carne molida, todo lo que yo vendo es cortado a cuchillo. El mondongo se hace hervir con bi-carrrrrr-bo-na-to. Todo es de calidad. Y si me devuelven una empanada, yo les devuelvo el doble. ¿Cuántas, papi?" 



Un empleado de camisa roja que en el bolsillo dice Al servicio de Coca Cola detiene la moto y jura: "Son de diez las empanadas de Carlitos. Las mejores son las de pollo". Un taxista de camisa azul a cuadros le hace un juego de bocinas y Carlitos ya sabe lo que quiere: "Las más ricas son las de mondongo. ¿No te quedan?". Hoy volaron las de mondongo y dos albañiles le piden doscientos pesos entre empanadas de pollo y carne: "Haceme mitad y mitad". Músicos como Federico Carlorossi o intelectuales como César di Primio cruzan la avenida y asienten con el paladar: "Son tremendas. Las de pollo son muy ricas. Todas. Por eso es Lo de Carlitos, un clásico".  

"Viene mucha gente recomendada de todas partes: mucha gente mandada durante el año. Después me voy a Mar del Plata, Carlos Paz, Bariloche. Y también famosos como el Pulga Rodríguez, que me conoció en las Termas y también pasa por acá", cuenta Carlitos, que tiene muchos clientes pero un récord: nadie come tantas empanadas como él mismo: "Desde hace ocho años todos los días como entre 8 y 12 empanadas. Tengo que probar la mercadería para que les guste a ustedes. A los tucumanos nadie puede venir a decirles cómo comer empanadas porque saben más que nadie. Ojalá pueda seguir con mi público por lo menos hasta que cumpla los 60", anhela Carlitos, que se ríe cuando entre baile y baile pasa un camión de transportes con acoplado y le grita: "¡Guarda!".  


Con sol o con lluvia, Carlitos Medina puede estar vestido de lila como durante el miércoles que tocó hacer esta nota. Pero el martes había estado de negro. Y hoy puede inclinarse por un conjunto azul, o el viernes de punta en blanco, el sábado de rojo, o el domingo de amarillo, y hasta de verde: "Pero siempre, siempre con la sonrisa para todos mis amigos. Tengo un conjunto para todos los días y todo está pensado: desde el sombrero hasta los pies con com-bi-na-ción", cierra el rey mientras agita sus guantes blancos despidiéndose: "Un saludo a todo el diario el tucumano y a todos los tucumanos en general. Un gran saludo les manda Carlitos. Muchas gracias, muy Felices Fiestas para todos, que Dios los bendiga y  que... Sí, maestro, ¿cuántas va a querer?"