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Un paseo por los años dorados de los industriales azucareros

Turismo

Tucumanos y turistas viven una experiencia única cuando recorren a caballo las ruinas del exingenio de San Pablo y los cañaverales ubicados en la falda del cerro San Javier.

Un paseo junto a los guías de La Maroma a los pies de las sierras de San Javier.





"Hace poco días nos visitaron unos checos que estaban encantados chupando caña de azúcar en los cañaverales", relata con una sonrisa María Matilde Ferro (70), una de las propietarias de La Maroma Cabalgatas, un emprendimiento turístico ubicado en la localidad de San Pablo, apenas a 13 kilómetros de San Miguel de Tucumán. "Después del paseo, nos dijeron que muchos checos más van a venir a conocer la Provincia. Para nosotros eso es lo importante: que vuelvan a su lugar de origen y recomienden el destino a otras personas para que podamos seguir creciendo", completó. 


En la paz de los jardines diseñados a principios del siglo XIX por el célebre paisajista francés Carlos Thays, esta mujer que se enamoró de la actividad ecuestre cuando apenas era una niña gracias a su abuelo materno, lamenta que los tucumanos no conozcan muchos de los tesoros que guarda la Provincia. "Tengo conocidos que visitaron hasta el último rincón de Europa pero que no saben que a 20 minutos de San Miguel de Tucumán existe este lugar que es histórico, placentero, terapéutico, fantástico", resume sin faltar a la verdad. Los 40 caballos para paseos con los que cuenta La Maroma se encuentran al pie de las sierras de San Javier, en un predio cedido por la Universidad de San Pablo Tucumán (USP-T), que invita a conectarse con la naturaleza y con una época dorada de Tucumán.


Las cabalgatas de La Maroma ofrecen distintos recorridos que abarcan desde las ruinas del exingenio San Pablo, las represas de la antigua fábrica, los cañaverales y las fincas de limones, pasando por la Reserva Natural que pertenece a la USP-T y hasta paseos de dos días a Villa Nougués y a San Javier. Los visitantes también tienen la posibilidad de disfrutar de desayunos y almuerzos campestres o de un asado a la luz de la luna en medio del cerro. "Tenemos opciones para los aventureros y también para los románticos", destaca Matilde, quien desde hace 10 años acompaña a su hija Pelusa en la aventura de fomentar el turismo en Tucumán.


Sobre este aspecto, la emprendedora remarca la importancia de la actividad para dinamizar la economía de la Provincia, de la misma manera que lo hacen las industrias tradicionales. "Está comprobado que el turismo es una actividad sustentable que ocupa mano de obra: para ofrecer un buen servicio al turista necesitamos un ramillete de personas capacitadas para brindar soluciones y experiencias satisfactorias. Para La Maroma, por ejemplo, trabajan domadores, jinetes, cuidadores, guías, asadores, mozos", enumera Matilde en diálogo con eltucumano.com.    

Una de las guías de las cabalgatas es justamente Mariana Bussola, otra apasionada de la actividad ecuestre. "Uno viene aquí a disfrutar del caballo. El diferencial que ofrece La Maroma es la calidez y el contacto con la naturaleza. Aquí vemos cómo se forman verdaderos binomios entre el jinete y el caballo. Si bien al principio algunos tienen temor de subirse, porque siempre hay temor a lo desconocido, en cuanto toman confianza disfrutan muchísimo del paseo. Los extranjeros se admiran con nuestra vegetación  y les encanta vivir experiencias como la de probar la caña recién sacada de la tierra", reveló.

 

Un lugar con historia

Tras la llegada de los españoles, Melián de Leguizamón se convirtió en 1592 en la primera propietaria de la zona que comprende actualmente a San Pablo y Villa Nougués. Tiempo después, en 1670, los Jesuitas adquirieron las tierras a Jordana de Trejo Leguizamón, nieta de la primera propietaria. 

En 1767, luego de la expulsión de la Compañia de Jesús de América, la Estancia de San Pablo figuraba como un terruño con asentamiento poblacional que abarcaba a El Manantial y a las Sierras de San Javier. José Domingo Ayala compró las tierras en esa época y en 1826 las vendió al francés Jean Nougués.

 
"Este es un lugar histórico porque la localidad de San Pablo nace en torno al cultivo de la caña de azúcar en la época de los Jesuitas, que luego se industrializa de un manera primitiva con el Obispo José Eusebio Colombres", repasa Matilde. En 1832 Nougués instaló el ingenio San Pablo con un trapiche de madera, pero el lugar definitivo recién llegaría en 1855, cuando debió ser mudado a un mejor terreno y alejado de la zona de acampe de tropas invasoras.


En cuanto al pueblo de San Pablo, se considera fundado luego de que se levantaran las primeras casas para el personal trabajador del ingenio, aproximadamente en el año 1860. En 1876 llegó el ferrocarril a la capital tucumana y el ingenio aprovechó esa situación para modernizarse. En 1882, por ejemplo, sus dueños instalaron las primeras máquinas de vapor, en 1911 se fundó el club del pueblo y en la década siguiente se creó el hospital. La iglesia Nuestra Señora del Pilar se edificó en 1941.


"Pasó a ser uno de los ingenios más importantes del norte argentino por la capacidad y la calidad de la molienda. Se trataba de gente muy progresista para la época, que dieron esplendor no sólo a la actividad industrial sino también a la cultura tucumana. Un prueba que nos queda de la importancia que tenía Tucumán en esa época es el San Antonio que el presidente Julio Argentino Roca obsequió a Nougués y que hoy podemos ver en toda su dimensión, como un atractivo más, frente al rectorado de la USPT".


En 1987 varios factores llevaron a la quiebra del ingenio. Durante dos años estuvo a cargo de un grupo de cañeros, pero luego permaneció cerrado hasta 1992. Ese año, la fábrica abrió temporalmente, hasta que debió suspender las actividades con el corte del suministro de gas. En 1996 se anunció el desguace definitivo, pese a la resistencia de los vecinos de San Pablo.
 
"Lamentablemente, San Pablo no estuvo exento de la vorágine de la destrucción. Sin embargo, me gusta pensar que, a cambio de eso, hoy tenemos en este mismo lugar una Universidad que aporta conocimiento y que, de alguna manera, rescata el legado de la generación del centenario a través de carreras y de actividades como la que propone La Maroma, que están orientadas al desarrollo local que tanto San Pablo, como la Provincia y el país necesitan para salir adelante", sintetizó Matilde. 


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