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La difícil tarea de mantener en pie un espacio cultural

Cultura en crisis

El cierre de El Árbol de Galeano pone en primer plano la difícil realidad que atraviesan los diferentes espacios de gestión cultural independiente de la provincia.

Auditorio de El Árbol de Galeano. (crédito: Gabriel Lemme)





El mundo de la cultura en Tucumán amaneció con una triste noticia: El Árbol de Galeano cierra sus puertas. El bar, las dos salas de teatro, la biblioteca, la sala de exposiciones y sus galerías ya no serán parte del encuentro entre los artistas y el público.  “A toda la comunidad pero fundamentalmente a la comunidad artística, hoy en esta tragedia nacional y parálisis, el acto de rebeldía más profundo frente al poder es la de habitar los espacios culturales que quedan dejando de lado todo ego y moda circunstancial”, escribió Fernando Ríos, uno de los dueños del espacio, al anunciar el cierre.

La situación compleja que atraviesan los espacios culturales independientes es el producto de muchos años de falta de políticas públicas apuntadas a cimentar y facilitar el crecimiento de estos. Hace un par de meses, se realizó la primera Reunión de Espacios Culturales Independientes Tucumanos con el objetivo de poder encontrar respuestas a los problemas comunes del sector.

“No es nueva la crisis que atravesamos quienes gestionamos este tipo de propuestas, creo que es histórica, pero sumada a la crisis política, económica y social y a la falencia en las políticas culturales locales y nacionales me hace preguntarme hasta cuándo vamos a aguantar”, explica Juan Grande, Coordinador de la Maestría de Gestión Cultural de la USP-T y gestor de la Galería El Pasaje.

La legislación vigente en Tucumán para la habilitación de museos y centros culturales es restrictiva e impulsa a que muchos de estos deban mantenerse en la clandestinidad. Uno de los objetivos de este grupo es proponer una ley similar a MECA, de la Ciudad de Buenos Aires. Esta categoriza de forma amplia los espacios culturales, permitiendo que casas y lugares no convencionales puedan operar de forma segura dentro las normas.

“Ninguna figura legal de las que existen en este momento en la provincia contiene la idea del proyecto de la casa experimental de Charco”, sostiene Evi Tartarí, una de las gestoras a cargo. A través de los diferentes proyectos que alberga Charco se generan quince puestos de trabajo. Actualmente han iniciado los trámites para constituirse como cooperativa para poder brindarle un marco más sólido a las  actividades que se llevan adelante.

Más allá de pata legal, hay algo en que los diferentes gestores coinciden como problemática: el sustento económico. “El teatro no da ganancia, uno lo hace por pasión, fe y convicción”, sentencia Teresita Guardia, de La Sodería. Esto lleva a adoptar diferentes modelos de negocio, en el que la actividad artística es financiada a través de un proyecto paralelo. En la mayoría de los casos es gastronómico, aunque también se usan como espacio de talleres.

Un caso similar al de El Árbol de Galeano, es el de Casa Managua. La actividad artística del auditorio es soportada desde lo económico por el bar, permitiéndole al artista poder llevarse la mayor parte de lo recaudado con el derecho de espectáculo. “La gestión se te hace cuesta arriba, uno trata de darle lo mejor al público y artistas pero con el aumento de los servicios la media aprieta”, explica José Peña, uno de los dueños que reabrió el bar después de su cierre a principios de 2017. “Cuando decidimos seguir el proyecto lo hicimos porque creemos que este es un espacio vital para la cultura tucumana”, afirma.

En el caso de Charco, la parte económica es un tema importante a resolver: pasaron de pagar $2.500 a $6.500. “Nosotros ponemos plata para pagar a el alquiler a principio de mes y después vamos recuperando, estamos sujetos al día a día”, remarca Tartarí. El problema de los costos es uno de los más difíciles de superar en una economía que se hace más dura para todos en lo cotidiano. La inversión en entretenimiento y cultura es uno de los primeros recortes que realiza cualquier persona al no llegar a fin de mes.  “Nosotros trabajamos muchas veces a la gorra con el objetivo de que la gente pueda acceder a los espectáculos”, cuenta Guardia sobre La Sodería.

La situación crítica de los espacios culturales se hace evidente con el cierre de El Árbol de Galeano, un proyecto gigante en pleno centro de la ciudad. Deja en claro que los espacios son mantenidos a flote por el impulso creativo y militante de quienes los llevan adelante. “Hay un problema cuando gastas tus energías en subsistir en vez de cumplir los objetivos”, reflexiona Tartarí.

Poder salir de esta situación crítica en materia de cultura implica un trabajo articulado entre las tres patas que forman la escena. El público que debe apoyar con su presencia, los espacios que deben continuar gestionando de forma coordinada y el estado que debe facilitar el funcionamiento de estos.