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El Bajo guarda los secretos del Mentisán, la pomada milagrosa

¡SALUD!

"Es mágica", jura doña María, la única vendedora ambulante de la 24 que conoce los secretos del ungüento que desde hace 80 años se frota en el pecho de grandes y chicos. "Se lo ponía a mis hijos y ahora a mis nietos".

Las manos de doña María y la pomadita mágica que cura a grandes y chicos.





El camino para llegar hasta las manos de doña María empieza aquí, en el corazón de El Bajo, de pie en la esquina de Moreno y 24 de Septiembre, metiéndonos en la farmacia Bristol, la más antigua del barrio que es el pulmón entre la capital y el interior: "Se incendió en 1925 y ya era farmacia", cuenta hoy Gabriel, encargado del lugar, quien nos aclara que no vende Mentisán y sugiere preguntar en la Vieja Terminal.

Nuestro camino en busca de la pócima mágica sigue bajando por la 24 rumbo a la Benjamín Aráoz, pero en el medio se cruza Quique, vendedor de otros ungüentos y pomadas varias pero más pensadas para la artritis: "Doblá hasta la San Martín y cruzá al frente de Huracán BB. Ahí está la Anahí". Pero Anahí está vendiendo unos caramelos de propoleo a una madre embarazada y llama al encargado, quien nos explica que al ser de Bolivia, es complicado conseguir el Mentisán.

Cuesta arriba y por razones que la mística del Bajo guarda en sus calles, hay que sortear a los vendedores ambulantes de medias y gorros de lana y de hilos y de agujas y de naipes y de velas y de rosarios y de sánguches de salame y queso y de naipes, pero no de Mentisán. Hay una anécdota que relata el camino de los jornaleros el día de cobro: llegaban desde el interior de Tucumán, bajaban en la Vieja Terminal, y con el sueldo en la mano subían por un lado de la 24 hasta lo que hoy es Zatuc, cruzaban la calle ya del lado de la Basílica de la Virgen de la Merced y volvían de vuelta a la Vieja Terminal comprando las cosas necesarias para el hogar. 

Hace más de 20 años, justamente en una de las puertas laterales de la Basílica, está Doña María. Sobre los escalones están las cosas que vende: cepillos para afeitarse al ras, peines, espejos, portatarjetas para la Ciudadana, tobilleras, alicates, pilas, revistas para colorear, cartas y ahí, en el segundo escalón, verdes y redonditas, tres ejemplares de Mentisán, el ungüento más famoso boliviano que cumplió 80 años, creada en 1938, con seis millones de unidades anuales para Bolivia y 12 países que respiran aceites esenciales de eucalipto, pino, mentol y salvia, esencia de trementina, vaselina y alcanfor. O como dice doña María: "Es mágico. Si está resfriado o congestionado, se tiene que poner un poquito en la nariz. Si son chiquitos, hay que ponerles muy poquito en el pecho. También sirve un lastimado, una picadura de insectos, y hasta para los huesos. Yo le ponía a mis hijos y ahora le pongo a mis nietos".

Las manos de doña María surcadas por los climas de la venta en la calle durante más de dos décadas, esas manos son las que ahora destapan la pomada y nos hace oler: "Sienta, sienta qué fuerte es. Pero cura. Y así como la ve, chiquita, cuesta 100 pesos, pero esta es la original, hay que tener cuidado porque hay otras que no son iguales. Son verdes, pero es un verde más oscuro", aclara y cuenta que en estos días de calor no se vende tanto porque el sol de Tucumán es capaz hasta de derretir el ungüento, pero cuando hace frío les vuela de sus manos: "Se vende más, lo lleva la gente cuando está resfriada, engripada. Usted se pone un poquito y lo ventila". Y así, con el pecho limpio y cargado de aire, por ejemplo, podemos salir a caminar por Tucumán, en busca de otros pócimas, de otras calles, y de los dones y las doñas que las rodean.