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Claves para entender la crisis política de Bolivia

Opinión

El investigador del CONICET Fulvio Rivero Sierra indaga sobre los motivos profundos del conflicto que tiene a toda la región en alerta. De las guerras por el agua y el gas a la renuncia de Evo Morales: el largo camino de los sectores desplazados por mantener su representación.

Las protestas no ceden en las calles de las principales ciudades de Bolivia. La foto es de CNN en Español.


Llevo dos o tres días pensando cómo intentar explicar mínimamente la situación por la que por estos días está atravesando Bolivia. Podría dar como excusa frases como “es que Bolivia es un país complejo” u otras formas parecidas. Sin embargo, mirado de cerca, todo país es complejo. Lo que realmente ocurre es que para quienes no conocen mínimamente la historia y, además, tienen alguna familiaridad con la cultura de Bolivia todo lo que ocurre parece simplemente “incomprensible”. Es incomprensible en la medida en que no tengamos algunas coordenadas básicas desde la cuales intentar leer estos procesos que acontecen por estos días y horas en el país hermano.

Probablemente para empezar sea necesario mencionar los conflictos interétnicos que atraviesan la historia boliviana, desde una matriz colonial, los que se manifiestan en la presencia del racismo en buena parte de las clases acomodadas, de distintas partes de Bolivia,hacia comunidades indígenas, pero particularmente notorias en las ciudades más importantes de la llamada “media luna boliviana”; especialmente Santa Cruz de la Sierra. A su vez, el desprecio de “los blancos” hacia los indígenas tiene su correlato muchas veces, también, con los sentimientos de rechazo de estos últimos hacia los primeros. En efecto, Bolivia es un país históricamente atravesado fuertemente por las diferencias -y conflictos- de clase, étnicos y también religiosos.

Desde el punto de vista económico, Bolivia fue una de las economías más rezagadas de la región, y aun en los breves lapsos de bonanza vinculados con el alza de precio de los minerales que exportaba, tales beneficios jamás alcanzaron a los amplios sectores pobres del país-casi el 60% para el año 2005 (INE)- hasta la llegada de Evo Morales a la presidencia del país.

El liderazgo de Morales se consolidó durante la Guerra del Agua (2000) y la Guerra del Gas (2003).

Desde el punto de vista político y social, Bolivia tiene un historial de numerosos, graves y masivos conflictos sociales, para mencionar de los últimos recientes e importantes; las llamadas de Guerra del Agua (año 2000) y la Guerra del Gas (2003). En el primer caso, el conflicto se desató como reacción a la privatización de los servicios de agua potable en Cochabamba, impulsada por el presidente Hugo Bánzer, como parte de los planes neoliberales delineados por los organismos internacionales de crédito como, en este caso, el Banco Mundial. Mediante este proceso los servicios del agua pasaron a empresas extranjeras, en un proceso de licitación de dudosa transparencia, y que, además, terminaron elevando drásticamente las tarifas del agua con el consecuente descontento social que disparó la “guerra del agua”. En ese conflicto aparece como uno de los protagonistas de las protestas la figura del, por entonces, dirigente cocalero en ascenso Evo Morales. En el segundo caso, las manifestaciones sociales masivas ocurren a raíz de la decisión del gobierno de “Goñi” Sánchez de Lozada de exportar el gas a través de la construcción de un gasoducto que desembocaría en las costas chilenas para su posterior salida al Pacífico. Para comprender el malestar de la medida es probable que haya que tener en cuenta dos cuestiones; la primera de ellas es el carácter simbólico de que se pretendía exportar un combustible al cual la inmensa mayoría de los bolivianos no tenía acceso: el gas natural; y la segunda, que la salida era a través de Chile, país por el cual muchos bolivianos sienten un profundo rechazo rastreable hasta el conflicto armado -Guerra del Pacífico- entre ambas naciones a fines del XIX, por el cual Bolivia perdió Antofagasta y, con ello, la salida al Pacífico. La guerra del gas tuvo episodios sumamente violentos que se agravaron con la represión, no sólo de la policía, sino que contó con la participación del propio ejército en las calles y terminó con casi un centenar de personas muertas y la renuncia del presidente Sánchez de Lozada dejando paso a la presidencia a Carlos Mesa, su Vice.

Protestas durante la Guerra del Gas en Bolivia (2003).

Es posible afirmar que ambos conflictos -las guerras del agua y el gas- dieron lugar a un progresivo proceso de unificación (¿articulación?) de un amplio y heterogéneo conjunto de actores sociales (distintos movimientos indígenas, obreros, campesinos, partidos políticos, etc.) que tenían en común el rechazo a la implementación de cualquier política neoliberal en el país. De ese proceso de unificación de la, por entonces, oposición política emerge claramente la figura de Evo Morales, probablemente el máximo artífice de esa construcción política que le permitiría, en 2006, alcanzar la presidencia de Bolivia con un histórico 54% de los votos.

Desde 2006 en adelante, Evo Morales comenzó una histórica transformación de Bolivia, tanto económica, como cultural. Desde lo económico, reestatizó los principales recursos naturales (gas y petróleo) y los servicios públicos enajenados por otras administraciones neoliberales ha instancias de las “recomendaciones” del Banco Mundial y del FMI. Impuso, por ejemplo, altísimas regalías a las empresas extranjeras encargadas de la explotación del petróleo lo que significó un crecimiento inmediato de los ingresos públicos a través de renegociación de los contratos de explotación. Con dinero en las arcas públicas, Evo Morales generalizó una serie de medidas como la implementación de distitnos beneficios económicos a los sectores más pobres de Bolivia, el pago del doble aguinaldo, notorias mejoras en los servicios de salud públicos, etc. Sin embargo, una de las medidas más importantes fue la inversión de millonarias sumas de dinero en obras públicas (más de 8 veces lo invertido por el último gobierno de Carlos Mesa); carreteras, escuelas, hospitales, edificios públicos, etc. Por ejemplo, una de las obras más emblemáticas fue la construcción de nuevas rutas asfaltadas donde no había más que carreteras de tierra en zonas históricamente postergadas como el sur boliviano, desde Potosí hacia la frontera argentina.

Estas inversiones tuvieron también su correlato en la multiplicación del empleo y la suba general de los ingresos, el salario mínimo, por ejemplo, se multiplicó por cuatro en relación con la administración anterior. En fin, todos los indicadores macroeconómicos mejoraron notablemente durante los años del gobierno de Evo Morales (ver cuadro, fuente: INE y Celag).
Desde lo cultural, a través de la promulgación de una nueva constitución política del estado, Evo Morales consiguió un reconocimiento político y cultural a amplísimos sectores indígenas postergados históricamente en términos económicos y sociales. En esta dirección, probablemente uno de los hitos más relevantes haya sido el establecer constitucionalmente a Bolivia como un Estado Plurinacional, dando reconocimiento oficial a 36 naciones indígenas en todo el país y sus respectivas lenguas como oficiales. Estos hechos le permitieron a Evo Morales construir una hegemonía sustentada en este heterogéneo -pero sólido- arco de sectores sociales históricamente postergados durante, probablemente, buena parte de su mandato. Al mismo tiempo, los sectores opositores al gobierno de Evo Morales, también heterogéneos, vieron con sumo recelo este proceso político e intentaron articularse para terminar con el gobierno de Evo Morales.

Morales reconoció a las 36 naciones indígenas en todo el país y a sus respectivas lenguas como oficiales.

Al finalizar el último período de gobierno, Evo Morales se plantea una reelección por un nuevo período no previsto constitucionalmente. Para ello recurre, en 2016, a un referéndum general por el cual se consultaba si se estaba, o no, de acuerdo con modificar la constitución política del estado para permitir una nueva reelección. El referéndum tuvo lugar el 21 de febrero de 2016, por eso se lo conoce como el “21F”, y dio como resultado el ajustado triunfo de la negativa, con el 51% de los votos, sobre la positiva con el 49% (algo más de 100.000 votos sobre un total de poco más de cinco millones). Frente a esto, Evo Morales realizó una presentación ante el Tribunal Constitucional demandando la inconstitucionalidad de la prohibición de la reelección, lo que finalmente le fue otorgado en noviembre de 2017 bajo el argumento de que los "derechos políticos", reconocidos por Bolivia en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, debían priorizarse por encima de los límites a los mandatos consecutivos establecidos en la Constitución.

Este último suceso terminó resultando un punto de inflexión en la historia política reciente de Bolivia. En efecto, a partir de ahí se instaló la idea, ahora compartida por distintos sectores de la oposición, de que Evo Morales pretendía estar en el poder indefinidamente y, además, todo ello habiendo desconocido el resultado adverso del 21F. En efecto, antes del 21F la oposición al gobierno estaba fragmentada y, la importante heterogeneidad de sus componentes -extrema derecha, sectores de izquierda, movimientos sociales y políticos de variado pelaje- no lograba coagular en una consigna y dirección política única, luego del 21F no sólo lograron unificar un discurso de oposición, sino que también sumaron partidarios hasta entonces no convencidos de sumarse a esa suerte de “coalición opositora” de hecho. Es importante remarcar la extrema heterogeneidad del arco de opositores al gobierno de Morales que recorre la extrema derecha boliviana hasta sectores de izquierda desencantados con Evo Morales. Del mismo modo, es necesario señalar que, si bien la oposición coincidía en sus aspiraciones de terminar con el gobierno de Morales, no coincidían en cuanto a los mecanismos, los que iban desde echarlo democráticamente con el voto popular en las urnas, hasta veladas operaciones para derrocarlo a cualquier costo. Por otra parte, aunque el deseo de terminar con el gobierno de Evo Morales haya sido un común denominador de este heterogéneo arco opositor, no puede decirse que hayan estado comunicados, y menos, coordinados, ya que también anidan fortísimas diferencias en su seno, como ocurre con los sectores opositores de izquierda y los opositores de la extrema derecha, por dar por caso. Pese a este escenario, el gobierno convocó a elecciones presidenciales a las cuales se presentaron también los propios opositores en la figura principal del ex presidente Carlos Mesa quien buscaba llegar a la presidencia nuevamente.

'Macho' Camacho, representante de la extrema derecha boliviana.

La campaña electoral de las últimas presidenciales estuvo marcada por innumerables operaciones políticas y mediáticas del establishment económico opositor a Evo Morales. Entre las más notables fue aquella por la cual en un programa “en vivo”, a días de las elecciones,la conductora entrevistó a un supuesto diácono del Vaticano que declaraba que Evo Morales había depositado en una cuenta personal 460 millones de euros, lo que a pocos días fue desmentido por la propia iglesia boliviana, quien dijo que el que había declarado en vivo como el diácono no sólo no lo era en realidad, sino que también era falsa la información de que hubieran existido esas cuentas a nombre de Morales. Por supuesto, las aclaraciones no alcanzaron para evitar sumar más sospechas de corrupción sobre el gobierno y, especialmente, sobre Evo Morales, sospechas que ya habían sido instaladas por distintos operadores políticos de la oposición y que fueron aprovechadas para nuevos ataques sobre su figura. De manera que no resulta menor el feroz y amplio ataque desleal que recibió el gobierno de Morales y el propio Evo proveniente desde distintos actores opositores con poder de fuego.

"Ahora con Roxana", el programa en donde se denunciaron cuentas de Evo Morales en el Vaticano.

La Iglesia desmiente la existencia de cuentas de Evo Morales en el Vaticano.


Ya en las vísperas de las elecciones, la oposición empezó a agitar el fantasma del fraude, instalando esa idea, con ayuda de los poderosos medios de comunicación opositores, en amplios sectores de la población. Lo ocurrido después es más conocido. Luego de las elecciones, y durante el escrutinio provisorio, se suspende la carga de datos -por una amenaza de ataque informático- cuando la diferencia de votos contadas hasta entonces no le alcanzaba aun a Evo para ganar en primera vuelta con el casi el 84% del escrutinio efectuado. Para cuando el recuento se reinicia se incorpora la masa de votos de las zonas rurales, mayoritariamente favorables a Evo, dando una diferencia final de más del 10%, con lo cual Evo triunfaba sin segunda vuelta. Para entonces, la oposición había declarado el fraude y había llamado a desconocer el resultado de las elecciones con las consecuentes movilizaciones y disturbios sociales en las calles, motorizadas por la oposición. Desde el ala más dura de la oposición, el ultraderechista cruceño “Macho” Camacho, quien no era candidato a nada, comenzó a reclamar la renuncia de Evo Morales con el argumento del fraude electoral, en el medio la OEA, que había avalado la presentación de Evo a la reelección, en una sumamente cuestionada auditoría del proceso electoral declaró “inconsistencias” las que, a pesar de su vaguedad y nula solidez estadística, alcanzó para instalar definitivamente la idea de fraude. A pesar de todas esas maniobras de la oposición, Evo reconoció el carácter vinculante de la recomendación de la OEA y llamó a nuevas elecciones. Sin embargo, los procesos sociales desencadenados ya no tenían vuelta atrás, probablemente, porque la oposición buscaba derrocar a Evo Morales a como de lugar y no estaba dispuesta a aceptar ningún resultado adverso. Para cuando el ejército mismo “recomendó” la renuncia como salida a la crisis, todas las cartas estaban echadas para el golpe de Estado. El resto es historia conocida, Evo aceptó el asilo político de México en el contexto de las crecientes olas de violencia y persecución contra todos los integrantes del gobierno del masismo. Por otra parte, y no es menor el detalle, la autoproclamada presidenta asume la presidencia frente a la cámara legislativa que debía avalarla, pero sin el quorum reglamentario, con lo cual su asunción fue anticonstitucional, dando la paradoja de que quienes decían defender la constitución terminaron violándola en ese acto. Al día siguiente, anuncia nuevas elecciones, pero proscribiendo explícitamente a Evo Morales para las mismas.

Jeanine Áñez, presidenta autoproclamada de Bolivia.


Mientras termino de escribir estas líneas, los graves enfrentamientos entre los partidarios del gobierno depuesto y el actual, continúan en las calles, por lo que resulta difícil avizorar la manera en que tenga lugar el desenlace de esta crisis. Sin embargo, de persistir la derecha en el gobierno, considero que habrá un retroceso en las conquistas sociales con lo cual, en el futuro corto y mediano plazo, es de prever nuevos acontecimientos sumamente conflictivos entre los distintos actores sociales en pugna.

El autor es Investigador del CONICET y docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).